lunes 29 de abril de 2024

“Shōgun”, una redefinición de la imagen samurai en la pantalla

Esta nueva adaptación de la novela de James Clavell trasciende los estereotipos al desafiar las representaciones simplificadas de esta figura histórica japonesa en la cultura pop. Al profundizar en sus contradicciones, ofrece una reflexión matizada sobre la vida, la muerte y la lealtad, desafiando las expectativas occidentales.
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En la cultura pop occidental, los samuráis a menudo son idealizados. Crédito: Star Plus.

La mayoría de la audiencia probablemente nunca haya visto a Hiroyuki Sanada sin una espada en la mano. El ilustre actor japonés, desde su debut internacional en el cine en El Último Samurai (Edward Zwick, 2004), prácticamente monopolizó todas las interpretaciones de jefes yakuza y guerreros samurai de Hollywood. Se enfrentó a  Hawkeye, defendió a John Wick. Y, ¿quién es ese tipo que Brad Pitt acaba de pasar por alto a bordo de un tren bala? Sanada, otra vez con una espada.

Por lo tanto, no sorprende que empuñe un par de katanas en su nuevo papel protagonista en Shōgun. “Está en mi ADN”, dijo Sanada el mes pasado, sonriendo mientras recordaba su carrera de décadas interpretando a samuráis. Pero su último personaje, el imponente Lord Yoshii Toranaga, posiblemente sea el más exigente para el actor en Hollywood hasta ahora

Modelado según Tokugawa Ieyasu, la figura real que ayudó a unificar Japón, Toranaga es astuto pero terco, intimidante pero cálido, tan dramático un cambio para Sanada como lo es el espectáculo en sí mismo para la televisión.

La miniserie, una adaptación de la novela de James Clavell publicada en 1975, es una actualización exuberante y de alto presupuesto de la miniserie de la NBC de 1980, que no solo batió récords de audiencia sino que también marcó el inicio de un ferviente interés por la cultura japonesa. Sin embargo, la serie original mantenía a los personajes japoneses a distancia, sin subtitular su idioma, lo que reflejaba una priorización de la perspectiva de John Blackthorne, el protagonista inglés que llega a las costas japonesas.

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Shōgun explora la historia del samurái de manera matizada y única. Crédito: Star Plus.

La versión de Star Plus, que estrena un nuevo episodio cada martes, ofrece una experiencia mucho más inmersiva y sofisticada, mientras establece nuevos récords para el servicio de streaming. En lugar de centrarse únicamente en Blackthorne (interpretado por Cosmo Jarvis), la trama sigue a diversos personajes en el Japón feudal del año 1600, explorando los planes de los numerosos señores que luchan por el poder.

En el centro de esta compleja historia se encuentra Toranaga de Sanada, cuya influencia política parece estar en declive. Mientras desarrolla estrategias contra sus enemigos, envía a Lady Mariko (Anna Sawai), la hábil hija noble de una casa deshonrada, para que sirva de intérprete para Blackthorne y lo guíe a través del creciente conflicto. Con tres líneas argumentales que involucran alianzas y traiciones intrincadas, Shōgun requiere que su audiencia esté totalmente comprometida y atenta.

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muestra una representación más completa y humana de los samuráis. Crédito: Star Plus.

Shōgun desafía los estereotipos en la representación de los samuráis

También demandó el mismo nivel de compromiso de sus co-creadores. Justin Marks y Rachel Kondo aspiraban a que sus guiones fueran lo más auténticos posible. Sin embargo, esto implicó mucho más que simplemente traducir sus escritos originales en inglés al diálogo japonés de la época y crear subtítulos precisos.

Debían evitar caer en clichés simplistas, como exagerar la experiencia del protagonista extranjero o sexualizar en exceso a los personajes femeninos. La novela de Clavell, en cierta medida, perpetuaba estas ideas, lo que generó críticas por parte de académicos de historia japonesa y críticos en Japón hacia la miniserie de NBC. Para superar este desafío, Marks y Kondo tuvieron que cuestionar y revisar sus propias convicciones narrativas.

Incluso aquelles familiarizades con la historia y la cultura japonesas a menudo esperan retratos simplificados del país en la cultura pop. Michael Wert, profesor asociado de historia de Asia Oriental en la Universidad Marquette y autor de Samurai: A Concise History, compartió algunas de sus suposiciones sobre cómo sería Shōgun antes de su emisión en redes sociales: “Espero ver muchos primeros planos de kimonos y tazas de té… Imágenes de olas rompiendo en las playas… Estatuas budistas y bosques en las montañas… Y, por supuesto, escenas de seppuku, estetizadas”.

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Moeka Hoshi en Shōgun, en una escena que involucra el seppuku. Crédito: Star Plus.

Ciertamente, los 10 episodios de la miniserie incluyen una buena cantidad de estas imágenes. Su estreno comienza con el barco de Blackthorne emergiendo de la niebla mientras el océano salpica sobre las rocas escarpadas que rodean una pequeña aldea pesquera, y muchas escenas, incluida una de las primeras que presenta a Toranaga de Sanada, se basan en la posibilidad de seppuku, el suicidio ritual realizado por los samuráis.

Sin embargo, el drama va más allá de entregar iconografía esperada; despliega imágenes convencionales solo para complicarlas. Junto con Blue Eye Samurai de Netflix, Shōgun toma a uno de los tipos de héroes más influyentes en la cultura pop y profundiza aún más en sus contradicciones. Ilustra la historia del samurái como menos un ideal romántico y más una puerta de entrada a consideraciones matizadas sobre la vida, la muerte y la lealtad. 

Shōgun se convirtió en una oportunidad para sumergirse en la historia mientras se crean nuevos clichés, para plasmar lo que eventualmente podría ser considerado mainstream, pero que hoy es innegablemente único.

Al igual que los vaqueros estadounidenses y los caballeros medievales, los samuráis son figuras históricas que se convirtieron en arquetipos de personajes prominentes. Las representaciones de ellos ejemplifican el intercambio cultural; el gran director japonés Akira Kurosawa encontró mucha inspiración en los westerns estadounidenses para sus películas de samuráis. Sin embargo, tienen un lugar bastante curioso en Hollywood. No están representados negativamente, sino que son reverenciados, retratados como símbolos intocables de deber y moralidad.

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Mientras que la primera adaptación de la novela se centró en su protagonista británico, esta última sigue la vida de varios protagonistas japoneses. Crédito: Star Plus.

La complejidad de los samuráis en la pantalla 

Hay una rica historia por descubrir, sin duda alguna. Los samuráis representaron una clase de individuos cuyo papel experimentó cambios drásticos a lo largo del tiempo. Antes del siglo XVI, eran principalmente mercenarios, hábiles pero mayormente de origen humilde, que ofrecían sus servicios para sobrevivir. Desde finales del siglo XVI hasta mediados del XIX, desempeñaron roles como nobles, además de ejercer autoridad a nivel local. Sin embargo, hacia finales del siglo XIX, esta clase prácticamente desapareció, siendo prohibida, junto con el sistema feudal que regían, por el Emperador Meiji.

Su rápida evolución como grupo social llevó a que ellos y sus prácticas adquirieran una existencia absolutamente mística para los narradores japoneses. Los famosos incidentes históricos en los que estuvieron involucrados inspiraron innumerables adaptaciones cinematográficas, televisivas y teatrales en Japón.

En el cine japonés, los samuráis se presentan como figuras moralmente complejas, sirviendo como receptáculos a través de los cuales los cineastas pueden revisitar y cuestionar los valores culturales. Los Siete Samuráis (Kurosawa, 1954) exhibe su valentía y desesperación como mercenarios contratados, mientras que Harakiri (Masaki Kobayashi,1962) cuestiona las deficiencias del Bushidō, el código del guerrero, un concepto que no se convirtió en ley hasta el siglo XIX.

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La miniserie ilustra la historia del samurái como menos un ideal romántico y más una puerta de entrada a consideraciones matizadas sobre la vida, la muerte y la lealtad. Crédito: Star Plus.

Gran parte de ese contexto fue ignorado en las representaciones occidentales de los samuráis, sin embargo, a favor de un retrato casi exclusivamente venerador, un efecto extraño de la popularidad del Shōgun de Clavell. La novela original, que Clavell ambientó específicamente durante “un punto de inflexión en la historia del samurái”, para obtener el máximo drama, incluye una serie de complejos personajes samuráis que cuestionan sus creencias y traicionan a aquellos a quienes sirven. Pero después de que la miniserie fuera un éxito en 1980, los estereotipos positivos se convirtieron en la norma en las producciones de Hollywood posteriores.

En El Último Samurai, el personaje de Sanada, a pesar de no confiar demasiado en el protagonista de la historia, interpretado por Tom Cruise, se muestra inquebrantable y totalmente dedicado a su señor. En la muy criticada 47 Ronin (Carl Rinsch, 2014), los samuráis son devotos unidimensionales del Bushidō

Con frecuencia, Hollywood recurre a la cultura samurái, su código y la noción de sus espadas como símbolos de su espíritu, como una suerte de adorno exótico, una vía rápida para, por así decirlo, representar las intenciones de la Novia en Kill Bill (Quentin Tarantino, 2003) o la significancia de los sables de luz en Star Wars. Esta apropiación cultural conlleva una reverencia, una suerte de respeto, aunque a veces puede sentirse como un enfoque algo superficial.

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Con frecuencia, Hollywood recurre a la cultura samurái, su código y la noción de sus espadas como símbolos de su espíritu, como una suerte de adorno exótico. Crédito: Star Plus.

Los samuráis no son héroes

Por lo tanto, el proceso de volver a realizar Shōgun implicó un profundo estudio de su papel en esta historia. Mientras Marks, Kondo y el equipo de guionistas, en su mayoría de ascendencia asiático-americana, trabajaban en la adaptación de la trama de Clavell, también se cuestionaban sus propias creencias sobre cómo deberían desarrollarse las escenas

Marks explicó que parte de la complejidad y profundidad de los personajes había sido “fuertemente insinuada en el libro, pero se había perdido en el trasfondo de 40 años de clichés sobre extranjeros en tierras desconocidas”.

En la serie, se sigue a los personajes japoneses en sus vidas personales lejos de Blackthorne, revelando quiénes son bajo sus identidades guerreras. El esposo de Mariko, Buntaro (Shinnosuke Abe), es un samurái excepcional dispuesto a sacrificarse por su señor, pero trata a su esposa de manera despreciable, lo que contradice la noción de un guerrero honorable.

Por otro lado, Toranaga de Sanada puede aparentar ser calculador y tranquilo, pero en momentos de alta presión, actúa por impulsos, perdiendo la compostura esperada de un señor de la guerra. Su relación con su hijo Nagakado (Yuki Kura) también es esclarecedora: en las escenas que comparten, Toranaga reflexiona poéticamente sobre el heroísmo y el liderazgo, intentando mitigar la sed de guerra de Nagakado. Sin embargo, el joven, fascinado por las historias de samuráis de su padre, se vuelve más impetuoso y anhela la violencia.

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El término «samurái» se deriva de la palabra japonesa «saburau», que significa «servir». Originalmente, los samuráis eran guerreros que servían a los nobles y a los emperadores en el antiguo Japón. Crédito: Star Plus.

Más allá de los personajes, surge la consideración del seppuku en el programa. Clavell originalmente enmarcó al samurái como un guerrero en busca de la muerte, pero la realidad del estándar samurái implicaba enfrentar la muerte no con anhelo, sino con indiferencia. 

Esta es una lección que los showrunners aprendieron mientras trabajan en las escenas de seppuku de la serie. La mirada occidental habla de una fijación por la muerte, sin embargo el seppuku, para los samuráis, es una expresión de la vida

Por lo tanto, el objetivo al mostrar el seppuku no era explicarlo a la audiencia occidental ni agregar valor de shock, sino explorar lo que significa ver la muerte como una opción práctica. A veces, esto implicó reubicar una escena de la novela más adelante en la serie, donde el acto de seppuku se sentiría menos como un punto de la trama forzado y más orgánico al desarrollo de un personaje. Otras veces, significó crear nuevas escenas por completo, destacando las emociones alrededor del ritual en lugar de retratarlo como un concepto idealista ejecutado con frialdad.

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Sanada no solo actúa, sino que también ha sido un asesor cultural en proyectos de Hollywood. Crédito: Star Plus.

Sanada, el último samurai 

El resultado es un programa que nunca trata a los samuráis de manera sensacionalista. En lugar de exotizarlos, la serie deja claro que la perplejidad de Blackthorne sobre las prácticas de los guerreros es una debilidad, evidencia de su naturaleza incivilizada. 

Su punto de vista no es el dominante; los subtítulos permiten que la historia se expanda más allá de él, sumergiendo al espectador en los matices del idioma y la cultura japonesa. Como tal, el drama representa a sus personajes japoneses como seres humanos completos, imperfectos y fascinantes a su manera.

Eso es todo lo que Sanada podría haber esperado como alguien que regularmente fue responsable de hacer más que simplemente actuar. Habiendo pasado décadas entrenando y trabajando en el cine japonés bajo lo que llamó “profesionales de la era dorada”, Sanada a menudo fue un asesor cultural no oficial en muchos proyectos de Hollywood

Después de que El Último Samurai terminara de filmarse, ayudó a los editores a revisar errores, señalando escenas en las que se escuchaba a los extras hablar chino, no japonés. En el set de Westworld de HBO, corrigió inexactitudes, ajustando cómo se usaba un kimono, determinando qué objetos se veían apropiados para la época. Estos trabajos requerían equilibrar la precisión con el valor de entretenimiento. Para Shōgun, no tuvo tales preocupaciones, incluso cuando una vez más pasaba sus horas fuera de cámara consultando, esta vez en una capacidad oficial como productor.

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Desde su debut en El Último Samurai, Hiroyuki Sanada prácticamente monopolizó todas las interpretaciones de jefes yakuza y guerreros samurai de Hollywood. Crédto: Star Plus.

En la mayor parte de la cultura pop occidental, los samuráis parecen encontrar un tipo similar de placer y liberación al seguir un código estricto y buscar la excelencia. Por paradójico que parezca, y por históricamente inexacto que sea, las narrativas de Hollywood sobre ellos perduran en parte porque recuerdan a las audiencias que existían personas que creían, que hay una manera correcta de hacer algo, que hay algo más alto a lo que aspirar.

Sin embargo, capturarlos en la pantalla requiere comprender que en Japón, la imagen del samurái siempre está cambiando, en gran parte porque ellos mismos fueron parte importante de la transformación del país.

La nueva adaptación de Shōgun, debería provocar a las personas a pensar en qué ha cambiado y qué no de los retratos anteriores tanto de Japón como de los samuráis, considerar cómo las narrativas establecidas pueden moldearse por las apuestas e ideas modernas, en algo familiar pero fresco. En otras palabras: las convenciones pueden existir, pero no tienen que permanecer estáticas. A diferencia de las muchas espadas que Sanada empuñó en su vida, las reglas siempre pueden ser flexibles.

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