Durante el último mes, como viene detallando Nota al Pie, el escenario de un conflicto bélico mundial se ha convertido en un horizonte posible. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a través del presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha dejado en claro que la necesidad de causar una “derrota estratégica” a la Federación de Rusia se encuentra por delante de cualquier otro objetivo, a pesar de que ello conlleva el peligro de una guerra nuclear. En el medio, como siempre, millones de personas.
Escenario prebélico
Por estas horas, en Europa suenan los tambores que parecen anunciar una nueva guerra mundial. Todos los elementos indican que nos encontramos en un escenario prebélico que, lejos de ser una ficción, se encuentra en un camino de profundización.
La guerra en Ucrania, que como sostuvimos desde un principio involucra a los principales actores que se disputan la redistribución del poder en el sistema internacional, se configura como el sombrío trampolín hacia un conflicto de una envergadura aún más grande.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, fue quien dio inicio a una peligrosa escalada retórica al comentar que no descarta enviar tropas de la OTAN al frente ucraniano. Desde allí, aunque con matices e intenciones de distensión por parte de algunos Estados europeos, todos los discursos vertidos desde el esquema atlantista no hicieron más que auspiciar la intensificación de las tensiones con Moscú.
En ese sentido, además de la profundización de la retórica belicista, existe otro elemento que se configura como sustancial a la hora de analizar la grave escalada a la que estamos asistiendo: una nueva carrera armamentista. La Unión Europea (UE), impulsada por la OTAN, ha anunciado la Estrategia Industrial Europea de Defensa, un plan para elevar considerablemente la inversión en materia de Defensa por parte de los Estados europeos frente a la “amenaza rusa”.
Por otro lado, como hemos advertido, no es menor el hecho de que en estos momentos se esté desarrollando la Steadfast Defender 24, el ejercicio más grande de la OTAN desde el fin de la Guerra Fría que se configura como una simulación de un conflicto contra un enemigo de características similares al gigante euroasiático. En ella participan más de 90 mil soldados de los 32 países que forman parte de la alianza militar.
En este marco, con las élites europeas etiquetando el conflicto en Ucrania como una cuestión “existencial” para la seguridad de Europa e impulsando la rusofobia como una política de Estado, nos encontramos en lo que podría ser la antesala de un conflicto global con consecuencias impredecibles para la humanidad entera.
La respuesta de Moscú
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien recientemente obtuvo una contundente e incuestionable victoria electoral, con el 87% de los votos para su reelección presidencial, ha comentado en reiteradas oportunidades la postura de la Federación frente a los distintos hechos que se configuran como importantes elementos de un escenario prebélico.
En ese sentido, aunque reiteró que su país está dispuesto a “entablar una conversación seria” para resolver el conflicto en Ucrania por medios pacíficos, Putin advirtió que los países que no tienen líneas rojas con Moscú “deben entender que Rusia tampoco las tendrá con ellos”.
En la misma línea, hace dos semanas en el habitual discurso anual frente al Parlamento, el mandatario del gigante euroasiático había afirmado que “todo lo que se están inventando ahora (…) amenaza realmente con un conflicto con el uso de armas nucleares”.
Recientemente, al ser consultado sobre la posibilidad de un conflicto a gran escala contra la OTAN, el presidente ruso sostuvo que “todo es posible en el mundo actual”. Sin embargo, remarcó “que esto estaría a un paso de una Tercera Guerra Mundial, creo es poco probable que alguien esté interesado en ello”.