Un equipo de investigadoras del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) desafía el antiguo paradigma de la extinción de los pueblos originarios de la región tras el contacto con los europeos. En lugar de aceptar la narrativa convencional, se sumergieron en un viaje arqueológico para desentrañar la vida, costumbres, hábitats y la duración temporal de estos pueblos. Se ha corroborado que su existencia se remonta al menos 9.000 años atrás.
La arqueóloga María Paz Martinoli afirmó en diálogo con el CONICET que, a pesar de la dificultad de rastrear la rica historia de los pueblos originarios de Tierra del Fuego, décadas de investigación arqueológica llevada a cabo por les científiques del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) hicieron posible la recuperación de artefactos y restos que permiten reconstruir esa historia como si fuera un complejo rompecabezas enterrado en diversos lugares de la isla.
“La profundidad histórica de los pueblos originarios de Tierra del Fuego es difícil de rastrear, pero no imposible. La colonización intentó borrar la memoria oral, y tampoco quedaron testimonios escritos por los propios originarios, ni pintados en cuevas, ni grandes construcciones”, aseguró Martinoli.
Explorando las huellas olvidadas
En el remoto archipiélago fueguino, los Yaganes o Yámanas, Selk’nam u Onas, y Kawésqar o Alakaluf habitaron las tierras austruales mucho antes del encuentro con los europeos en el siglo XVI. Se tiene conocimiento de que el poblamiento de la costa sur de la región comenzó aproximadamente hace 8.000 años.
En estos lugares, las arqueólogas Ana Butto y María Paz Martinoli encontraron principalmente restos de herramientas de piedra que fueron utilizadas por los cazadores-recolectores en su vida diaria.
Además, se pudieron identificar marcas de fogones que indican dónde cocinaban su alimento, y se hallaron huesos de animales que formaban parte de su dieta o que eran utilizados como materia prima para fabricar herramientas.
Un desarrollo interesante ocurrió alrededor de 1.000 años después del inicio del poblamiento. En ese momento, comenzaron a aparecer en la misma zona grandes acumulaciones de valvas marinas, llamadas “concheros”.
Estos se formaron a partir de los restos de valvas que los pobladores originarios consumían como parte de su alimentación y que también eran utilizadas para crear herramientas y adornos.
Martinoli, quien es experta en el análisis de restos de mamíferos marinos en contextos arqueológicos, describe cómo este material orgánico ha desvelado aspectos cruciales de la forma de vida de los antiguos habitantes de la región. Su especialización se enfoca en comprender cómo estos grupos originarios utilizaban los recursos marinos en su entorno.
Por otro lado, Butto, que cuenta con experiencia en la revisión y análisis de colecciones de patrimonio arqueológico, etnográfico y contemporáneo, describió cómo los hombres continuaron empleando canoas y arpones para cazar lobos marinos, mientras que las mujeres mostraron su destreza al remar sentadas persiguiendo sus presas en medio del tumultuoso oleaje.
La colaboración de este equipo científico, que incluye a la arqueóloga Danae Fiore, quien trabaja desde Buenos Aires y también pertenece al CONICET, posibilitó la reubicación y análisis, en 2022, de dos colecciones que constan de casi 400 objetos pertenecientes a las sociedades Selk’nam, Yagan y Kawésqar de Tierra del Fuego, los cuales se encontraban en museos europeos.