viernes 3 de mayo de 2024

Para enamorarse bien hay que venir al Sur: el público argentino, una bestia híbrida de locura y pasión

Tras una seguidilla de visitas internacionales, el mundo puso sus ojos en Latinoamérica. Sin embargo, la cultura de la región, y en particular la argentina, llamaron la atención por lo extremista de su afición, desde los acampes hasta el ayuno, esta vez la audiencia nacional supo moderarse mientras Brasil pagó con la vida de una joven la falta de regulación.
público argentino
El público argentino es reconocido como uno de los mejores del mundo por artistas como Dave Grohl, Dave Mustaine y Chris Martin. Créditos: Nota al Pie

Cada vez más artistas eligen bajar a Sudamérica para conocer de primera mano el fervor de la audiencia argentina. Desde icónicas bandas de rock como AC/DC o Coldplay hasta fenómenos pop como The Weenknd, Harry Styles o la reciente figurita difícil Taylor Swift, nadie quiere perderse la experiencia de pasar una noche, o varias, con el mejor público del mundo. La cultura de recitales es uno de los rasgos que define la identidad nacional, a la par o competencia de los demás países latinoamericanos. La duda que surge es ¿cuán seguros son los shows en tierra argentina? ¿Es la pasión desbocada una excusa para el vale todo?

I love it when you Olé Olé Olé

Uno de los momentos más esperados de la noche en cualquier recital es la ovación insignia del pueblo argentino: “Olé Olé Olé”. Un cántico que surgió en las tribunas de las canchas y estadios, hoy en día ya es un recurso expropiado por la segunda pasión nacional, la música.

En el último país del continente todo se hace con extrema emoción y el fútbol, la música, la política despiertan y contagian fanatismo hasta en el corazón más recio.

La primera semana de noviembre, un Monumental repleto hasta la última fila coreó el clásico vitoreo a la recién llegada superestrella, actual número 1 de Spotify, Taylor Swift. Allí, sentada en el piano con su vestido anaranjado, el mismo lugar donde hacía días atrás se le habían llenado los ojos de lágrimas, expresó: “I love it when you Olé Olé Olé” (Me encanta cuando gritan Olé Olé Olé). 

En los últimos tiempos, se ha vuelto cada vez más común el anuncio de cierre de tours o la filmación de DVDs oficiales en Argentina. El año pasado, Coldplay rompió el récord, hasta entonces mantenido por Roger Waters desde 2012, de realizar el mayor número de shows en River Plate, con 10 en total. Asimismo, bandas pioneras como AC/DC o la mismísima reina del pop, Madonna, han elegido Buenos Aires para capturar sus shows en su máximo esplendor y enseñarle al mundo la entrega con la que se vive la música por estos lados.

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Una de las particularidades del público argentino es el arengue constante y los mosh pits o “pogos”. En la foto, Coldplay en River Plate. Créditos: FM Palihue

Campo: delantero, trasero o de batalla

Otro de los distintivos del público local, el cual se comparte con algunos anfitriones de la región como Brasil o Chile, es lo que se conoce como “Campo de pie”. En Norteamérica, Europa e incluso Asia los sectores donde el suelo argentino recibe el impacto del pogo están ocupados por sillas numeradas y en lugar del popular “Campo trasero” o el codiciado “Campo VIP o delantero”, los asistentes deberán elegir entre “Pit Tickets” (más cerca del escenario) o “Floor Tickets” (más lejos y a veces sin numerar). 

Esto puede parecer una pesadilla para quienes están acostumbrados a agolparse en las vallas y exprimir hasta cada segundo de la euforia de correr hasta el escenario cuando las puertas se abren, sin embargo, recientemente, la cultura de recitales en Latinoamérica ha despertado la polémica en las redes. 

Si bien parte de la mística del campo es que nadie tiene su lugar comprado, de a ratos las condiciones de supervivencia parecen demasiado border. Desde no ir al baño por más de 12 horas hasta no hidratarse o no comer, los cuerpos deben estar preparados para mantenerse de pie cueste lo que cueste. Es cierto que la adrenalina rara vez hace notar la falta de necesidades básicas, pero ¿es un costo justo por ver al artista un centímetro más cerca? La mayoría respondería que sí, el mundo parece opinar distinto. 

la voz editado
Ana Benavides tenía 23 años y era estudiante de psicología, sus padres pidieron ayuda económica para poder regresar a su cuerpo a Mato Grosso. Crédito: La Voz

Las leyes después de las tragedias

El viernes pasado, Brasil recibió a Taylor Swift en su emblemática Río de Janeiro. El festejo parecía encauzado de la mejor manera, con un Cristo Redentor vestido para la ocasión y el primer concierto oficial en la carrera de la popstar en suelo carioca. Sin embargo, la falta de regulación estatal y la codicia de las empresas de entretenimiento convirtieron una jornada de celebración en una de luto.

Las altas temperaturas, pronosticadas como una ola de calor, se vieron agravadas por la negligencia de T4F, la compañía organizadora del evento y quien había contratado a la cantante. Con una sensación térmica de 45° en las afueras, fans tanto locales como de países limítrofes se acercaron al Estadio Olímpico Nilton Santos para comenzar las largas filas que, casi 12 horas después, les permitiría cumplir su sueño. 

Entre estas personas se encontraba Ana Benevides, una fan de 23 años proveniente de Mato Grosso, una provincia de Brasil. Según lo difundido por sus amigas, la joven se descompensó dentro del predio luego de haber estado incontables horas bajo el sol. Fue atendida por las unidades médicas presentes, pero no logró llegar al hospital con signos vitales. Los detalles de su muerte aún son poco claros, y los medios brasileños han apuntado de lleno contra Swift, a quien se vio descompuesta durante el show y quien exigió múltiples veces agua para el público. 

A raíz de esto, el Gobierno inició una investigación. La productora no aseguró las condiciones necesarias para el bienestar de les asistentes, y el equipo de Swift debió repartir agua de sus propias reservas ante la falta de respuesta del personal de T4F. Además, las ventilaciones del estadio se encontraban tapiadas con paneles para que nadie pudiera ver lo que sucedía dentro y el césped estaba recubierto con un piso de metal, el cual ante el calor calcinante dejó quemaduras graves en el público. Algunas fuentes aseguran que dentro del Nilton Santos la térmica alcanzó los 60°.

Ante este suceso, la cantante reprogramó su show del día siguiente y ofreció condolencias en sus redes. Las leyes en Brasil debieron modificarse ante la presión y se implementó un protocolo de hidratación. En tanto, las redes apuntaron contra la falta de regulación y la cultura de acampe, argumentando que si los asientos fueran numerados Ana no habría sufrido el golpe de calor que, hipotéticamente, terminó con su vida. 

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Las “Swifties Mojadas”, como las bautizó un canal de noticias, haciendo fila con pilotos y paraguas antes de la reprogramación del show. Créditos: TotalNews Agency

Argentina y el aprender de los errores

Algo similar podría haber ocurrido en Argentina el viernes 10, cuando miles de swifties se disponían a ingresar al estadio aún bajo la lluvía torrencial. En esa ocasión, la intervención del Gobierno de La Ciudad y del SAME evitó una situación que podría haber pasado a mayores y el concierto se reprogramó para el domingo 12.

La seguidilla de hechos reavivó una conversación que aún continúa: ¿cuán seguros son los recitales en Latinoamérica? En Argentina, normativas como la Ley de Hidratación resguardan la integridad de quienes asisten a eventos masivos. Además, la prohibición de elementos como bengalas o pirotecnia evita siniestros y protege tanto al artista como a la audiencia. Lamentablemente, estas leyes no se reproducen o no se cumplen en el resto de los países. Como nación debimos aprender de tragedias como Cromañón o Time Warp para mejorar nuestro aparato legal. 

Sin la intervención del Estado, las empresas privadas podrán lucrar sin freno alguno, comprometiendo a quienes se encuentren en el espectáculo. Más allá de las discusiones que otras culturas intenten imponer, los recitales en América Latina son seguros, es la codicia lo que, una vez más, tiñe la música con sangre y convierte un espacio seguro en una trampa mortal.

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