martes 23 de abril de 2024

Un día en el Lollapalooza

Música, looks, comida y diferentes atracciones. Más de 12 horas continuas de bandas. Nota al Pie estuvo en el Lollapalooza, y te cuenta cómo es un día en este festival.
Lollapalooza
En su primer día, viernes 18 de marzo, el Lollapalooza 2022 en Argentina aglomeró cien mil personas. Créditos: Twitter Lollapalooza

Tras tres años de espera, finalmente llegó el momento. El viernes 18 de marzo, el tren de la línea Mitre, que une la estación de Retiro con la de San Isidro, estaba repleto de gente. La mayoría eran personas de entre 20 y 40 años, que se dirigían al Lollapalooza.

Este reconocido festival de música se realiza en todo el mundo. A la Argentina llegó en 2014, y nunca se fue. Desde ese año, todos los meses de marzo hay un fin de semana en el cual el Hipódromo de San Isidro se llena de gente que acude a ver a su banda favorita, o simplemente a vivir la experiencia. 

La diferencia de este año, es que el 2022 tenía un plus. La última edición se realizó en 2019, y luego comenzó la pandemia de COVID-19 por la cual los recitales quedaron en stand by. Por eso, el “Lolla” del 2022 se venía palpitando desde hace mucho tiempo, lo cual aumentó las expectativas.

Al llegar el tren a la estación de San Isidro, cientos de personas se bajaron y se dirigieron apresuradamente al Hipódromo. La música se escuchaba a lo lejos: estaba por comenzar la fiesta. 

Lollapalooza
Al estilo del festival estadounidense Coachella, en el Lollapalooza el público puede dar rienda suelta a la creatividad al momento de elegir el look. Créditos: Télam.

Frío y espera 

El clima era inusual para esta época del año. Para los tres días del festival (18, 19 y 20 de marzo) se esperaban temperaturas de entre 10º y 20º. Por eso, en la fila de espera para entrar al Lollapalooza se vieron muchos buzos y camperas, que tapaban los outfits más elaborados. 

Es que el festival no solo se trata de la música; es el encuentro de una generación. Quienes acuden no solo van a ver a las bandas, sino que viven un fin de semana de diversión. 

Los atuendos casi siempre llaman la atención. Caras con brillos, maquillajes llamativos y prendas de diferentes estilos: desde los looks más rockeros hasta los glamourosos. Ese viernes, la artista principal del festival era Miley Cyrus, por lo que abundaban las remeras con imágenes de su cara.

Esta mezcla de estilos se veía en la fila (eterna) para entrar al predio. Había alrededor de cuatro cuadras de cola. Luego de aguantar el frío de la tarde, les policías cachearon a las personas en el ingreso. Tras escanear la pulsera que sirve como entrada, las puertas del «Lolla» se abrieron al público. 

Lollapalooza
El predio del Hipódromo de San Isidro tiene el tamaño suficiente para albergar diferentes atracciones al mismo tiempo. Créditos: Télam.

Los contras del “Lolla”

Para pasar un día en el Lollapalooza hay que estar dispuesto a caminar. Hay cuatro escenarios en donde se presentan les artistas: Perry`s, Alternative, Samsung y Flow. Pero cada uno está en los bordes del predio, por lo que es probable que al finalizar el día las piernas digan “basta”. 

El viernes se sumó otra contra: después de la abundante lluvia matutina, el barro se hizo presente. Las zapatillas terminaron marrones, y más de una persona se cayó en los charcos. El precio a pagar por una tarde de diversión. 

En realidad, el costo era aún más elevado. El público pagó diferentes precios por las entradas. Quienes las consiguieron en 2019 abonaron $4000 para concurrir un solo día, y $8000 para asistir el fin de semana completo. En 2020 y 2021 el número aumentó, y llegó a $16.000 por día. 

Además, les artistas originales no fueron les mismes que finalmente tocaron en las fechas definitivas. Por eso, las preguntas que abundaban eran: ¿cuánto te salió la entrada?, ¿cuándo la compraste?, ¿a quién venís a ver? 

https://www.youtube.com/watch?v=efCvgXiWKSY
El show de Duki en el Lollapalooza fue uno de los que convocó más gente. Créditos: Music Plis.

Los ritmos urbanos ganaron la apuesta

La lista de artistas era variada. Desde música electrónica, indie y rock, hasta los que predominaron: el trap y los ritmos urbanos. En la previa del festival, se criticó esta elección. Algunes decían en las redes sociales que el “Lolla” se había convertido en “Trappalooza”. 

La teoría predominante en el público era la generacional: les más jóvenes aclamaron a les artistas de esos ritmos; mientras que les más grandes reclamaban por más shows de rock. 

Duki, referente del ritmo, se refirió al respecto en su show del viernes en el festival. “Gracias a todos ustedes, los más chicos que hicieron que esto sea posible. Los más grandes no lo entendían, pensaban que no íbamos a durar nada”, reflexionó desde el escenario. “Pero acá seguimos”, concluyó. 

Su show convocó a miles de personas. De hecho, fue uno de los que más convocatoria tuvo. Antes que él, también cantaron Seven Kayne, Louta, Emilia y Wos

El anochecer 

El show de Duki terminó y se venía el plato fuerte de la noche. Hacía mucho frío, pero casi que no se sentía. Alesso, el DJ sueco, tocaba en el escenario Flow. A la vez, Airbag hacía su presentación en el escenario Alternative. El público se dividió mitad y mitad. 

Otres aprovecharon las demás opciones del Lollapalooza. Los puestos de comida eran los más convocados. Un poco caros (como todo en el festival), la opción con más demanda era la pizza. Es que por $1000 se conseguían tres cuartos de pizza de muzzarella o pepperoni, y una gaseosa chica. Para los precios del “Lolla”, era una ganga. 

El lugar de venta de merchandising también estaba repleto, pero sin tanta ayuda para la billetera. Si bien había algunos productos “económicos” (llaveros, billeteras o cuadernos por alrededor de $1000), para acceder a la indumentaria había que tener más de $3000. 

Quienes no querían gastar, podían aprovechar otras opciones. En el predio no se vendió alcohol libremente; solo se pudo comprar cerveza en el lugar que la marca Budweiser destinó para eso. Para ingresar, necesitabas ser mayor de edad. Allí también se podía acceder de forma gratuita a una “vuelta al mundo”. Solo si estabas dispueste a hacer la larga fila, claro. 

Pero les más vives estaban guardando lugar cerca del escenario Flow. Es que a las 22:15 h se venía el show más esperado de la noche: el de Miley Cyrus. 

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“Esta fue mi primera vez llorando en un recital”, se emocionó un chico al salir del recital de Miley Cyrus. Con base en el comentario general, su show se llevó un 10 de 10. Créditos: Télam.

“I`d quit dicks for Miley”

Dicho de forma corriente, en el show de Miley no cabía un alfiler. Casi que podría afirmarse que las cien mil personas que asistieron al Lollapalooza el viernes 18 estaban allí. 

Miley comenzó a tocar minutos antes de lo pautado, y el público explotó. Con un mono de cuero negro, anteojos y camperón del mismo color, arrancó a cantar “We can`t stop”. Un temón de la Miley adulta, que se diferenció de su época en Disney. “Es nuestra fiesta, podemos hacer lo que queramos”, dice la canción al inicio. 

A lo largo de su show, habló bastante al respecto. Agradeció la larga espera al público argentino, que la había visto por última vez en 2014, y el acompañamiento de su audiencia en el descubrimiento de su identidad. De regalo, les dedicó dos canciones de su época como Hannah Montana: “The Climb» y ”Seven Things”

Además, interpretó covers de temas más antiguos, como “Heart of Glass» de The Blondies y “Jolene”, de su querida Dolly Parton. En “Nothing Breaks Like a Heart», mostró imágenes de Ucrania y se refirió al conflicto entre ese país y Rusia. Pidió por la paz, y destacó que toda lucha por los propios ideales siempre debe hacerse desde el amor. 

Pero el momento cúlmine de la noche fue al finalizar el show. Mientras sonaba su clásico “Party in the USA”, tomó una bandera LGTBIQ+ del público y la colgó en sus hombros. Luego le regalaron un cartel, que decía “I`d quit dicks for Miley” (“Renunciaría a los pitos por Miley”, en español). La cantante prometió colgarlo en su cama. Luego, tras agradecer al público y despedirse, se retiró. 


Fin de noche 

Tras el show de Miley, todes se dirigieron al escenario Samsung, donde Bizarrap cerró la noche con el último recital. 

Pero, mientras, comenzaba el éxodo. Algunes se iban en autos, otres en combis, pero la mayoría recurrió al transporte público. Ciertas líneas de colectivos y el tren de la línea Mitre ofrecieron horarios especiales, desde las 00 am hasta las 03 am. 

La fila para el tren era infinita. Comenzaba desde la vereda frente al Hipódromo y, tras unas cinco cuadras aproximadamente, llegaba a la estación de San Isidro. 

Quienes ocupaban los vagones para dirigirse hasta la estación Belgrano C o Retiro estaban felices. Más allá del cansancio, habían vivido un día único. Algunes volverían al día siguiente, mientras otres tendrán que esperar hasta el 2023, en la próxima edición del Lollapalooza. 

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