“Cantar es rezar dos veces: al pueblo y a Dios”, expresó durante una entrevista. Comprometido con su tierra y su gente, Atahualpa Yupanqui representó en sus estrofas la vida de un aventurero del campo, del arte y del exilio. Así, el cantautor, guitarrista y escritor logró posicionarse como el músico más importante del folklore argentino.
Y si no fuese por el barro que entorpece los caminos rurales luego de la lluvia, Héctor Roberto Chavero -su nombre de nacimiento- hubiera sido anotado en el registro civil de Colón. Sin embargo, su familia pudo llegar a las oficinas situadas en Pergamino, un partido bonaerense ubicado a 30 kilómetros del campo en el que nació aquel 31 de enero de 1908.
En la semana de su natalicio, Nota al Pie repasa la trayectoria artística del músico argentino.
Inicios
Sus inicios artísticos tuvieron lugar desde muy chico: a los seis años comenzó a estudiar violín con el cura del pueblo, pero inmediatamente optó por aprender guitarra de la mano de Bautista Almirón, en la localidad de Junín.
Respecto a la escritura, para presentar colaboraciones literarias en el periódico escolar, en el año 1913, eligió el pseudónimo “Atahualpa” en homenaje al último soberano Inca. Años después decidió agregarle “Yupanqui”.
La traducción de su nombre completo sería: Ata: venir; Hu: de lejos; Allpa: tierra; y Yupanqui que significa “decir” o “contar”. Con lo cual, el nombre que eligió formó la expresión “el que viene de tierras lejanas a contar”. De esta manera, tomando palabras del idioma quechua, Héctor Chavero dio origen a una de las figuras más relevantes de la música local en la Argentina, pero también, en el extranjero.
Dicen que la inspiración para la impronta de sus obras nació luego de un viaje a Tucumán junto a su familia, en 1917. En esa provincia, Atahualpa Yupanqui conoció un nuevo paisaje y una nueva música, algo diferentes a los de la pampa que lo vio nacer. Con sus propios instrumentos, como el bombo y el arpa india, y sus propios ritmos, como la zamba, por ejemplo, el músico se sintió conmovido para componer. Su primera canción fue “Camino del Indio”, en homenaje a un anciano del lugar.
“Siempre bajito he cantado, porque gritando no me hallo”
Con la templanza y la serenidad que lo caracterizaban al momento de entonar sus canciones acerca de la idiosincrasia argentina, Yupanqui recorrió varios países del mundo contando sobre la vida de les trabajadores en estas tierras.
De esta manera, el autor de los mayores clásicos del folklore argentino -como “Luna tucumana”; “Piedra y camino”; “Guitarra dímelo tú”; “Los ejes de mi carreta” y “El arriero”- conquistó Japón, Países Bajos, Marruecos, Italia y Francia, entre otros países. En este último vivió un tiempo luego de su exilio e incluso murió el 23 de mayo de 1992.
Sin embargo, a pesar de que en la mayoría de estos lugares no se le entendía por cuestiones de idioma, lo concreto es que Yupanqui supo captar al público a partir de sus formas de interpretar los repertorios.
“Cuando se plantaba con su guitarra en un escenario y era escuchado, con su voz cascada y a veces gastada al final, de alguna manera llevaba un mensaje muy representativo de nuestra América profunda, de nuestro continente”, señaló en una oportunidad su amiga Suna Rocha.
Su relación con Edith Piaf
Una de las personas conmovidas fue la mismísima Edith Piaf, quien en 1949 lo descubrió en un club parisino. La anécdota cuenta que ella lo escuchó deslumbrada y le preguntó dónde trabajaba, a lo que Don Ata le respondió: “En ninguna parte, ya me voy a mi país”.
Dicen que muy emocionada, la cantante francesa le replicó: “No, París tiene que escucharte. Ven mañana a las 8 al Athénée con tu guitarra. Te mandaré el auto al hotel”.
Desde ese momento, juntos recorrieron varias ciudades europeas con un dueto poderoso. Incluso, el 6 de junio de 1950 Piaf abrió un recital en el que cantó más de veinte canciones y luego presentó al músico argentino ante el público: “Quiero que lo escuchen como lo merece”, expresó.
Al poco tiempo, Atahualpa Yupanqui firmó un contrato con Chant du Monde, y la Academia Charles Cros lo distinguió entre 350 artistas de todo el mundo al otorgarle el Primer Premio al Disco Extranjero. Asimismo, en un año brindó más de 60 recitales en toda Francia.
Reconocimientos al payador
Entre las muestras de reconocimiento por la obra y el legado de Atahualpa Yupanqui, se destacan: el escenario del Festival Folklórico de Cosquín (el más importante de Argentina) que desde 1972 lleva su nombre; la designación como Ciudadano Ilustre en el Estado de Veracruz, México en 1973; la condecoración por el Gobierno de Venezuela en 1978 y el nombramiento como Presidente Honorario de la Asociación de Trovadores de Medellín, Colombia en 1979.
También recibió el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de Música de la OEA en 1983; el Premio Konex de Platino como autor de folklore en 1985; el Premio Caballero de las Artes y Letras del Ministerio de Cultura de Francia en 1986; el título de Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina en 1990 y la distinción de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 1991.