Al comienzo de esta semana se replicó en las redes sociales la consigna #ChauHavanna. La campaña surgió en rechazo al acuerdo entre la alimentaria y la empresa de biotecnología agropecuaria Bioceres, para desarrollar productos con trigo transgénico HB4. Este tratado y su repudio volvieron a poner sobre la mesa el debate en torno a la alimentación saludable.
En diálogo con Nota al Pie, el activista socioambiental y parte de la multisectorial santafesina Paren de Fumigarnos, Mauricio Cornaglia, contó detalles de la campaña y se explayó sobre las consecuencias del trigo transgénico. “#ChauHavanna tiene como principal objetivo el impacto en gran parte de la sociedad”, comentó.
El activista recordó que la marca de alfajores “es parte de alguna manera de la cultura de los argentinos y de las argentinas”. En este sentido, sostuvo que “muchísimas más personas van a inquietarse; y en consecuencia investigar y tomar conciencia de que estamos metidos en un problema desde hace mucho tiempo”. Además, aseveró que “el problema se puede agravar si no hacemos nada”.
“Entendemos que, si naturalizamos el ingreso de trigo transgénico a los productos de Havanna, claramente se van a meter con buena parte de los alimentos que llevamos todos los días a nuestras casas”, advirtió Cornaglia; y reiteró que la campaña permite una “toma de conciencia mucho más rápida, y que entre muchos y muchas logremos frenar esto”.
Consecuencias del trigo transgénico
El integrante de Paren de Fumigarnos explicó que el problema con este tipo de trigo es que “viene a meterse” en “la base de la alimentación de las y los argentinos”. En este sentido, comentó que “con ello se va a seguir elaborando el pan que hoy comemos todos los días, y gran parte de los alimentos que están basados en las harinas que del trigo provienen”.
Uno de los argumentos a favor del trigo transgénico HB4 es que es tolerante a la sequía. Sin embargo, Cornaglia aseveró que “a donde tenemos que poner el eje, es que este trigo transgénico es tolerante al glufosinato de amonio”, utilizado para fumigar. El entrevistado comentó que está “demostrado que es altamente tóxico, mucho más inclusive que el famoso glifosato”.
En este sentido, el activista aseguró que la aprobación del trigo transgénico “agravaría mucho más lo que viene sucediendo en los territorios de la Argentina”. Es decir, impactaría tanto en el ambiente como en la salud de las personas, que no son ajenas a él.
Además, Cornaglia hizo referencia a la falta de una Ley de Etiquetado en Argentina, que sea transparente con respecto a la composición de los productos alimenticios. “Esto nos obliga a sospechar que, de aprobarse, buena parte de nuestros alimentos van a contener restos de trigo transgénico”, opinó.
Resistiendo la aprobación del trigo transgénico
“Por el momento el trigo HB4 no está habilitado para comercializar, pero sí para sembrar con motivos de investigación”, explicó el activista. En este sentido, contó que “se calcula que hay unas 30 mil hectáreas sembradas en la Argentina, en distintas provincias, como prueba”.
Sin embargo, el trigo comenzará a usarse en cuanto se logre la habilitación. Por eso, distintas organizaciones intentan generar conciencia y evitar que eso suceda. Cornaglia comentó que “la autorización vendría de la mano de Brasil, o sea de nuestro país hermano, que son los principales compradores de nuestro trigo”. Con respecto a esto, aseveró que su aprobación “habilitaría automáticamente la comercialización aquí en nuestro país”.
El activista ambiental aseguró que, de aprobarse, “va a seguir aumentando el número de enfermos, cáncer, hipotiroidismo, y tantas otras enfermedades que padecen quienes están expuestos directamente en los pueblos fumigados”.
Un sistema transgénico que va más allá de Havanna
Ahora bien, la discusión en torno a la alimentación va más allá del acuerdo entre Havanna y Bioceres. Cornaglia recordó que el modelo vigente en Argentina desde hace casi 30 años está “basado en semillas transgénicas, en agrotóxicos y en fertilizantes sintéticos”.
Con relación a este modelo, el activista explicó que “concentra capital en pocas manos”, por lo que profundizó “la desigualdad económica y social”. Además, expresó que genera el deterioro de la salud, “fundamentalmente de las comunidades que están expuestas directamente a los agrotóxicos que en estos cultivos se utilizan”.
El representante de Paren de Fumigarnos agregó que “aceleró la pérdida de biodiversidad de manera tremenda; amenazando la seguridad alimentaria y dejando además territorios devastados ambiental y socialmente”. Con respecto a esto, remarcó que “la frontera agrícola se extendió de manera exponencial en estos últimos veintipico de años”.
Asimismo, aumentó “de manera mucho más obscena, el uso de agrotóxicos, el uso de venenos, indispensables para este tipo de producción”. En este sentido, Cornaglia explicó que hace poco más de dos décadas “en la Argentina se usaban algo más de 30 millones de litros de agrotóxicos todos los años. Hoy estamos usando más de 525 millones”.
Cabe mencionar que “hasta el momento el paquete tecnológico instalado tiene que ver con el cultivo de la soja fundamentalmente, también del maíz y del algodón; que son cultivos principalmente vinculados a la producción de granos para forraje y aceites”.
Con este panorama, el entrevistado aseveró que “la llegada del trigo transgénico aumentaría aún más el uso de venenos, en este caso el glufosinato de amonio”. Además, “el trigo es un cultivo de invierno, a diferencia de los otros cultivos, fundamentalmente la soja y el maíz inclusive. Quiere decir que vamos a tener todo el año de fumigaciones incesantes”, aseguró Cornaglia.
Una oportunidad para cuestionar la alimentación
El activista comentó que “más allá de la noticia grave que significa que Argentina sea el primer país en el mundo en autorizar un trigo transgénico, nos parece un momento ideal para que se abran espacios de debate”. En este sentido, hizo hincapié en el papel de las organizaciones, asambleas y “de buena parte de la ciencia digna”.
Según Cornaglia, es un buen momento para que “nos sentemos a debatir qué Argentina queremos; y de qué manera queremos alimentarnos, quiénes tienen que producir, de qué manera hay que hacerlo, qué producir”.
Con respecto a este debate, el activista manifestó su confianza en “comenzar una transición hacia sistemas de producción que tienen que ver fundamentalmente con lo agroecológico; que permitiría garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria al mismo tiempo”.
Esta decisión sobre la alimentación va de la mano de “preservar y proteger los bienes comunes de la naturaleza. Celebrando, entonces sí, por fin, la diversidad cultural, conservando la enorme diversidad de especies que tuvimos, y que la hemos perdido”, comentó Cornaglia; e hizo hincapié en la importancia de este debate para “tomar decisiones políticas en la dirección que las grandes mayorías necesitamos”.
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