Este martes, en el marco de la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional (APN), China anunció el aumento de su inversión en materia de Defensa para el 2024. Según detallaron las autoridades de Pekín, el incremento en el área militar es de un 7,2%, algo que confirma el objetivo de modernizar esta fuerza de la potencia asiática.
En un marco de una creciente tensión con Estados Unidos por la cuestión Taiwán, China reafirmó su decisión de defender su soberanía e integridad territorial. En la misma línea, Pekín eliminó el concepto de “reunificación pacífica” al referirse al conflicto con la isla.
La inversión en Defensa, una política de Estado para China
“Si vis pacem, para bellum”, una frase romana que traducida significa “si quieres paz, prepárate para la guerra”, es una máxima que se hizo carne en el mundo militar para diferentes Estados del mundo. Uno de ellos es la República Popular China, donde su presidente, Xi Jinping, instó a sus Fuerzas Armadas (FFAA) a prepararse para el combate real en reiteradas oportunidades en los últimos años.
En ese sentido, el gigante asiático hizo de la inversión en materia militar una política de Estado con el objetivo de acelerar el proceso de modernización todos los elementos que hacen a la Defensa de su país. Por citar tan solo un dato que da cuenta de ello, en la última década, el dinero destinado a esta área por parte de Pekín fue duplicado..
Lo anunciado por la segunda potencia militar del mundo no hizo más que confirmar esa tendencia: el aumento de la inversión en Defensa en un 7,2% representa nada más ni nada menos que la cifra de 230.600 millones de dólares puestos al servicio del fortalecimiento militar del país.
China en defensa de su soberanía
La República Popular China, en lo que respecta a los asuntos internacionales, se caracterizó por ser una nación pacífica. Su política exterior, lejos de cualquier idealización naif que deje de lado las tensiones que la potencia asiática atravesó a lo largo de los años, estuvo guiada por los “Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica”.
Los mismos se basan en (1) El respeto a la soberanía e integridad territorial de cada país (2), La no agresión, (3) La no injerencia en los asuntos internos de otros Estados, (4) La igualdad en las relaciones internacionales, y (5) El beneficio mutuo.
En un mundo que atraviesa una transición sistémica en el orden internacional con grandes implicancias geopolíticas, el pacifismo no es una opción para una nación que se constituyó en un actor clave en el declive de la hegemonía de Estados Unidos. Menos aún cuando la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE) categorizaron a la potencia asiática como un “rival sistémico”.
La cuestión Taiwán, la cual para Pekín es un asunto de vital importancia que se expresa con claridad en el “Principio de una sola China”, representa uno de los frentes abiertos por el Occidente angloamericano en el marco de una guerra global contra el esquema multipolar en la puja por la redistribución del poder en el sistema internacional. Y es en este escenario donde debe leerse que, por primera vez, China no hable de “reunificación pacífica” al referirse al conflicto con la isla.
En ese sentido, uno de los documentos presentados por el gobierno chino ante el Poder Legislativo del país reza: “China se opone resueltamente tanto a las actividades separatistas como a la interferencia externa para lograr la independencia de Taiwan”. Un mensaje que, en otras palabras, significa que la isla es una línea roja para Pekín, algo expresado hasta el hartazgo pero que el Occidente angloamericano se niega a aceptar.