A pocos días de conmemorarse un nuevo aniversario del inicio de la última dictadura cívico-militar en Argentina, la Red Federal por la Defensa de los Derechos Humanos y la Democracia emitió un comunicado repudiando las expresiones reivindicatorias y negacionistas del gobierno.
El discurso leído por Javier Milei en la Apertura de Sesiones Legislativas Ordinarias en el Congreso incluyó una ironía sobre el número de desaparecidos. En relación a las medidas tomadas por el gobierno de Alberto Fernández durante la pandemia por COVID-19, el presidente actual, de manera inoportuna, ironizó: «Si hubiéramos hecho las cosas bien, hubiéramos tenido 30 mil muertos, de verdad».
La Red Federal sostiene que esta provocación no es aislada, sino que viene precedida por medidas como la disolución del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).
Sumándose a la lista el día de hoy, el cierre del edificio y bloqueo de la página web de la Agencia Nacional de Noticias (TELAM), todos organismos creados por ley y cerrados sin resolución, discusión o decreto, lo que implica un mecanismo por completo ajeno a la democracia.
Por otro lado, también hacen referencia a que todos estos ataques están enmarcados por una preocupante situación económica producto del Plan de Gobierno actual, y hacen una acertada comparación: «No es otro que el ya implementado por Martínez de Hoz y por los gobiernos neoliberales que se alternaron desde entonces».
En el comunicado firmado por las más de 80 organizaciones que integran la Red, se hace un llamado a todos los espacios del campo popular para que el 24M se convoque a una sola marcha y un acto único, «relegando las diferencias que durante años lo impidieron, profundizando el diálogo fraterno necesario para ello y poniéndonos a disposición para colaborar con ese alto y urgente objetivo».
El negacionismo de cada día
Esta no es la primera vez que el primer mandatario tiene comentarios desafortunados en referencia al tema.
Aunque en los últimos tiempos fue más común presenciar las agresiones de Milei a opositores políticos, artistas populares, minorías sociales y colectivos organizados que se hayan manifestado en contra de sus políticas, el negacionismo no es nuevo.
El presidente, quien se había mantenido lejos de estos discursos durante la primera etapa de su campaña electoral, comenzó a hacerse carne de estas provocaciones en los debates presidenciales.
El acto homenaje llevado a cabo en la Legislatura porteña durante la campaña, por la actual vicepresidenta Victoria Villarruel, fue una clara demostración de hacia dónde apuntaría el nuevo gobierno.
Villarruel, hija de familia militar, se hizo conocida por llevar adelante movilizaciones en defensa de los genocidas condenados. Luego cambiaría su discurso, posicionándose como defensora de las víctimas civiles, algo que según Cecilia Pando, excompañera de lucha de Victoria, “es menos cuestionable”.
Los dictadores que siguen presos hicieron públicas sus cartas de apoyo a La Libertad Avanza, con la esperanza de que ese sea su boleto a la libertad. Hasta ahora nada sucedió y los defensores de militares reclaman que el gobierno de Milei-Villarruel no cumplió con lo prometido.
El gobierno de Milei trae consigo estos discursos que solo ponen en riesgo el pacto democrático que estableció la posibilidad de cuestionar y condenar el terrorismo de Estado. Con estos embates, las cuestiones que están en juego son las fundamentales, porque el negacionismo ataca el proceso social de construcción de Memoria, Verdad y Justicia, y la forma en que se transmite a las próximas generaciones.
Por otro lado, el gobierno se deshace de la responsabilidad del Estado de sostener los compromisos internacionales, asumidos hace años con el objetivo de generar las condiciones propias para que nunca se repitan episodios dictatoriales.
Además, vulnera la dignidad de las víctimas, los sobrevivientes y sus familias, así como la memoria del pueblo argentino que carga con la herida de la dictadura desde hace 48 años.
No es solo un número
La cifra 30.000, en relación al número de personas desaparecidas, se ha convertido en un símbolo que dice más que la cantidad de víctimas. Ha cobrado, con el tiempo, un significante histórico, todos sabemos de qué hablamos cuando decimos 30.000.
El número no surge de la cuenta de uno por uno de los desaparecidos, sino que se utiliza como una denuncia en sí misma. Si hablamos de 30.000 hablamos de la magnitud y la masividad del plan sistemático de desaparición forzada de personas.
Este símbolo fue construido durante la dictadura, mientras los ejecutores de la misma daban origen a la figura del ‘desaparecido’. “No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos”, sostuvo Jorge Rafael Videla en su histórico discurso.
El gobierno pone en duda la cifra, negando la historia, minimizando los efectos de la represión y reduciendo la magnitud del genocidio a meros “excesos”, convirtiendo una parte de la historia argentina en algo banal y relativo.