domingo 12 de mayo de 2024

Tucho Fernández al Vaticano: rupturas y continuidades en la iglesia de Francisco

Nota al Pie conversó con Fortunato Mallimaci, sociólogo de las religiones, sobre la designación del obispo argentino al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fé.
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Francisco fortalece la mirada dialoguista al interior del Vaticano a partir de la figura de Fernández. Créditos: Diario Hoy

Víctor “Tucho” Fernández, arzobispo de la ciudad de La Plata, fue designado por el Papa Francisco para conducir el Dicasterio para la Doctrina de la Fé del Vaticano

Nota al Pie dialogó al respecto con Fortunato Mallimaci, investigador del Conicet y sociólogo de las religiones, en relación al impacto del anuncio de Francisco, la organización interior de la Iglesia Católica y los desafíos de su pontificado.

¿Qué significa esta designación al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fé del arzobispo platense Víctor Manuel “Tucho” Fernández?

Siempre es importante y más en una institución como la Iglesia Católica y el Vaticano. Ese es el famoso ministerio que se dedicaba a controlar, vigilar y castigar. El Santo Oficio en su momento. Es una institución que reúne intelectuales que fiscalizan si se responde a la sagrada doctrina o sino se castiga y se expulsa.

Hay que recordar la apertura que la Iglesia Católica intentó en la década de los sesenta y los setenta en aras a un diagnóstico: que la sociedad está cambiando y las creencias también. Que la verdad no está solamente ahí y hay que dialogar. Sin embargo, rápidamente cambió y América Latina es un claro ejemplo de eso. 

De los ochocientos sacerdotes que firmaron cuando vino Pablo VI a Colombia en 1968, ninguno fue nombrado obispo. Una institución que tiene memoria y recuerda entonces genera espacios de control.

En América Latina con Juan Pablo II y sobre todo con Benedicto XVI hubo una fuerte campaña desde ese ministerio de ir buscando país por país. En Brasil hubo casos centrales y en Argentina también. 

Hubo en toda esa época muy fuertes campañas con aquella idea de una iglesia pequeña y pura en la cual había que evitar los excesos y las malas interpretaciones. Francisco llega en el 2013 con una idea de regresar al diálogo, al pueblo y a la periferia. 

Pero eso no es sencillo porque él encuentra resistencias dentro y él tampoco es una persona que vaya a hacer grandes transformaciones. Pasan 10 años para cambiar a las personas ahí. 

Decide nombrar a una persona amiga de él que también había sufrido esas campañas porque cuando lo nombran Rector de la Universidad Católica Argentina en la época de Benedicto XVI no tiene el visto bueno y Francisco enseguida lo nombra arzobispo de una diócesis inexistente; tiene un puesto pero sin tropa. Ya en 2018 sí pasó como arzobispo a La Plata.

Él es una persona de mucha confianza de Bergoglio, incluso participa del documento que le da notoriedad a él, el de Aparecida. Y después también se suma a las dos primeras encíclicas que hace Francisco, manteniendo un diálogo importante desde La Plata. 

Lo que es interesante es la carta que le escribe el Papa, quien le pide que “no siga en ese lugar la inmoralidad y la persecución, sino como una persona que vuelva a poner ese espacio de los teólogos a dialogar con una sociedad sabiendo que las sociedades continuamente se están transformando y hay novedades”.

Entonces propone un diálogo entre la Doctrina de la Iglesia, que va cambiando históricamente, junto con esas personas que hoy están en esa Iglesia y sobre todo con aquellos que se sienten alejados. Habrá que ver el tiempo que tenga. 

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Fortunato Mallimaci es sociólogo, investigador del Conicet y flamante Profesor Emérito de la UBA. Créditos: Juan Aquiles

Ese Dicasterio hoy ha perdido peso al compás de la institución pero sigue teniendo un rol importante entre los varios que están en Roma. Pero teniendo él al lado a Francisco, alguien de su confianza, le va a permitir estar más presente en cuestiones sensibles del Vaticano, como esta contrarreforma conservadora que va creciendo en Europa y América Latina.

¿En qué estado está la disputa entre los sectores franciscanos y los conservadores con representación en el Opus Dei y el rigorismo?

Hay un intento de hacerlo y demanda cierta audacia de quien dirige. Cuando él llama a varios para hacer transformaciones en la familia. Quienes están plantean la cuestión del divorcio, Francisco lo veta. Llama a transformaciones pero se resguarda, como le sucedió a Pablo VI. 

Sucedió en el llamado de Amazonas cuando junto a obispos, cristianos y líderes sociales que habían decidido por mayoría, por ejemplo, que personas sabias y sanas de cierta edad puedan reemplazar a los sacerdotes en situaciones extraordinarias, él también lo vetó. 

Hay intentos pero le está costando la capacidad de tomar la decisión y fundamentalmente que lo acompañen diferentes grupos al interior de la iglesia. Eso sí lo supieron hacer muy bien Juan Pablo II con los que se llamó los Movimientos de Nueva Espiritualidad, continuados después con Benedicto XVI, con el Opus Dei y los Legionarios de Cristo en México

Con el Opus Dei lo que hace es tener una excepcionalidad que justamente había creado Juan Pablo II de decir que el Superior de la organización tenía las funciones de obispo. 

Eso es lo que sacó y el propio comunicado del espacio le agradeció al Papa porque plantearon que esa misión les dificultaba la tarea y sigue funcionando como funcionan los grupos en la Iglesia Católica. 

El gesto simbólico de decirles que son iguales a los jesuitas, los salesianos y a los dominicos, pero la organización sigue muy presente en la política, sobre todo en España. Y lo otro podría ser ver la sociedad argentina. La mayoría de los obispos nombrados por él no han transformado una presencia mediocre, más bien pasiva y encerrada en sus propios círculos de la sociedad.

En el Colegio Cardenalicio dos tercios de los cardenales son francisquistas…

Nombrados por Francisco, como el 80% de todos los obispos argentinos. ¿Pero cambió al episcopado argentino? Un obispo acaba de decir que lo que ha sucedido en Jujuy con la represión a los manifestantes es normal. 

A su vez, otros sectores de la Conferencia Episcopal acaba de decir que toda la violencia hay que condenarla, sea donde sea. Se supone que hay que estar con las periferias existenciales acompañando las demandas de justicia y derechos, que es lo que pide Francisco. Pero eso no tiene correlato en la realidad. 

Una cosa es que sean nombrados pero luego ingresan a una institución en donde se los comen la gente de derecha al interior de la parroquia. La sociedad creada por esos obispos es con sectores muy conservadores de Argentina.

Yo hubiera esperado, por ejemplo, mucha más reacción de los obispos que lo apoyan cuando algunos medios de comunicación muy importantes lo cuestionan por sus posturas en favor de las periferias, los derechos de los migrantes y los trabajadores y en contra de la propiedad privada. 

Lo acusan de populista y de comunista y quienes lo apoyan no aparecen, entonces hay una pasividad, una falta de presencia que lo debilita. Me parece que hay un poco seguimiento al papado actual y más bien una continuidad con una postura un poco profética, como se dice en términos cristiano.

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Si bien el Opus Dei representa a los sectores más conservadores del Vaticano que Francisco cuestiona, mantiene un diálogo continuo con ellos. Créditos: Flickr

Francisco ha hecho muchos nombramientos en las periferias geográficas: América Latina, África, Asia. ¿Eso se expresa al interior del Vaticano?

Lo hace, claro. Es innegable que este nombramiento va en esa dirección: la de las periferias. Hay otros cargos, sobre todo africanos y asiáticos. Lo que sucede en el caso de cualquier institución es que hay estructuras y personas, una tensión permanente. Hay personas importantísimas pero las estructuras siguen siendo las mismas. 

Si en la Iglesia Católica la parroquia sigue siendo el eje central, entonces los párrocos conservadores que rechazan las transformaciones van a frenar cualquier intento de activar y organizar cambios. A su vez, adentro existen gravísimos problemas como la ínfima participación de mujeres en puestos de decisión o la pedofilia. 

Y si bien hay una fuerte decisión de Francisco de denunciarla y condenarla, se mantiene cierto silencio que opaca la posibilidad de tener una presencia que cuestione o que dinamice mostrando otra cara de esa institución católica.

¿Habrá continuidad de la obra de Francisco en la reforma eclesial? Teniendo en cuenta su salud y el proceso del Sínodo de la Sinodalidad

Ahí van las miradas hacia el futuro. Es cierto que él ha nombrado muchísima gente, pero al igual que Benedicto XVI en otro momento pueden elegir a otro. La Sinodalidad es un intento de desjerarquizar, pero al final el que redacta las conclusiones es el obispo aunque participen todos. 

Y ese obispo sigue siendo en la Iglesia Católica es alguien nombrado desde la Curia Romana. Entonces, algo que había empezado en la década del 60 con Pablo VI, hay una rueda que sigue buscando la reproducción de personajes que la Curia decida. Mañana viene otra persona y puede nombrar a quien quiera. 

En la sociedad argentina está el caso del cura militar Baseotto. Cuando Néstor Kirchner lo saca no da el paso de eliminar el obispado militar en el país. Entonces, cuando llegó Macri nombró a un obispo militar. En esa institución es muy importante esos cambios estructurales que no se agoten en las personas. 

¿Dónde están los actores, los movimientos hoy en la Iglesia Católica y piden y exigen esas transformaciones que emprende Francisco? Yo creo que a él le cuesta algo que sí hicieron Juan Pablo II y Benedicto XVI de poner dinero, llevar gente e intervenir. 

Juan Pablo II intervino órdenes y conferencias religiosas sin tapujos en aras a un proyecto que él tenía. Este proyecto podrá perdurar en el largo plazo? “Vino nuevo en odres viejos”. 

Habrá que seguir haciendo un esfuerzo aquellos que quieren una iglesia más cercana a los pobres, a las mujeres y las periferias y para eso no pueden seguir las parroquias como están hoy.

¿Qué impacto tiene la designación al interior de la Iglesia Católica Argentina?

Poco. Lo que tendrá es impulsar en Argentina, en América Latina y a nivel global aquello que él le pone “queremos intelectuales que no vigilen ni castiguen sino a promover el diálogo con la periferia, los pobres y los movimientos sociales, haciendo una teología desde ahí”. 

Creo que es un proceso de largo plazo y hay que hacerlo con movimientos y grupos que lo acompañen. Hay que hacerlos, apoyarlos, darle espacios y aire. Creo que entre los dos pueden hacer una dupla muy importante. 

Tendrán que dedicarle tiempo y recursos: en personas, en dinero, en decisiones y en mostrar esos cambios se están produciendo y que pueden seguir en el largo plazo.

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