Libe Brent, (el amor quema) es una puesta teatral muy especial firmada y protagonizada por Celeste Pierri junto a Mónica Walger. Las funciones son cada domingo desde las 20:30 en el espacio Cultural Morán, ubicado en Pedro Morán 2147, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
Dicha pieza teatral va por su segunda temporada y es una propuesta pura y exclusivamente personal en la que conviven recuerdos, encuentros y desencuentros de una nieta y su abuela.
En ese marco, ambas protagonistas, a pesar de estar distanciadas por miles de kilómetros y muchas cosas más, intentan mantenerse unidas como siempre, sorteando mandatos y tradiciones familiares.
Para conocer más al respecto, Nota al Pie dialogó con su directora, autora y co-protagonista, Celeste Pierri, quien además reveló de qué manera inició el proyecto y cómo fue llevarlo a escena.
¿Cómo surgió la idea de enfrentar dos personajes de dispares generaciones?, ¿Hay algo de autobiográfico en la puesta?
Creo que siempre hay algo de autobiográfico en lo que uno escribe. En el caso concreto de Libe Brent, (el amor quema), creo que hay muchos temas que tocan mi historia, en particular, y la de las mujeres en general. Por el simple hecho de ser mujeres crecimos escuchando cómo comportarnos, qué hacer, qué no hacer, cómo vestirnos, qué cuerpo tener y a qué edad hacer o dejar de hacer determinadas cosas. Ni hablar del más gigante de todos los mandatos, el de la maternidad.
En tanto, el proceso de escritura surgió a raíz de escuchar una conversación entre una abuela y una nieta, robé de la realidad ese fragmento y rápidamente se armó un imaginario en torno a estas dos mujeres.
¿Por qué no se explota más la temática de la familia judía y sus tradiciones, y sólo se limita a unas pinceladas dentro de la trama?
Ese fue todo un tema. Fue una decisión la de dejar de lado la religión, costumbres y fiestas judías. En un principio hasta me atrajo la idea de que cada escena se diera en una fecha festiva judía importante. La realidad es que avanzar más sobre ese universo hubiese sido un poco forzado, no vengo de una familia judía y preferí no profundizar sobre un terreno para mí desconocido, corriendo el riesgo de pecar de apropiación cultural.
La abuela y nieta, en quienes me inspiré, sí lo son, o eso interpreté, y por eso en un principio la obra tomó ese rumbo, pero después preferí enfocarme en el vínculo entre ellas, en la cuestión más universal.
¿Dentro de qué género clasifica la obra es una comedia dramática o es una tragicomedia, que pesa más en la puesta?
Yo creo que es una comedia dramática, y logré una puesta bastante equilibrada.
¿Qué tal fue el proceso de llevar la pieza del papel al escenario?
El proceso fue muy interesante, cuando la escribí imaginaba un montón de cosas que, obviamente, al final se fueron descartando, ya que el propio proceso nos fue llevando a otro lugar y también porque se termina resolviendo con lo que hay.
La de no caer en una representación extremadamente realista para montar una obra ya realista fue otra decisión. Además, se construyeron los universos domésticos de cada una de ellas y sus espacios con muy poca escenografía.
¿Cómo fue la búsqueda de la actriz para personificar a la abuela?
Aunque en este tipo de proyectos independientes no suele haber casting, tuvimos que hacer uno muy chiquito. La realidad es que no conocía una actriz que dé con el physique du rol de Frida y algunos conocidos me recomendaron actrices que iban bien para el personaje. Así, hicimos un casting muy chiquito y con Mónica Walger, quien interpreta a Frida, fue amor a primera vista.
¿Qué espera que el público se lleve luego de ver la obra?
Espero no defraudar con mi respuesta o sonar mediocre. Obviamente, al ser una comedia dramática, en un punto una espera risas, pero si lo analizo un poco más detenidamente, si la gente se va habiendo pasado un buen rato y si la obra les movió o despertó por lo menos alguna emoción, estoy muy conforme. Y si la recomiendan, ni te cuento.
Sobre Libe Brent, (el amor quema)
A lo largo de setenta minutos, Pierri aborda una relación tierna entre una abuela tan compinche como radical, y su liberal nieta, quien se ha ido a Estados Unidos a perfeccionarse en su pasión, el teatro. Además de aventurarse para conseguir un espacio en el mundillo de Hollywood.
Mónica Walger es quien se pone en el papel de esta abuelita chispeante, que derrocha ternura, simpatía y una buena dosis de humor. En escena la acompaña, precisamente, la autora de la historia, quien hace una personificación destacable que le va como anillo al dedo. La misma puede demostrar su talento en actuación, así como también en el baile.
A pesar de todo ello, el dúo luce algo dispar en energía. Y desde luego, es esta última quien sostiene la obra que, pasada la primera mitad, quizá al público le cueste mantener la atención en el relato. El texto está bien llevado a escena, pero le ha faltado un poco de dinámica y explotar ciertas características presentes en la narrativa.