miércoles 1 de mayo de 2024

Tratamiento crónico y medicina prepaga: ¿misión imposible?

Acceder a reiterados estudios y a un tratamiento de por vida en una prepaga implica una serie de burocracia que desgasta a les pacientes. Estefanía Enzenhofer, comunicadora social con esclerosis múltiple, contó su recorrido.
Credito . MARIA BESSONE ANCCOM
Estefanía Enzenhofer es comunicadora social y desde hace 8 años tiene esclerosis múltiple, una enfermedad autoinmune, neurológica y degenerativa. Crédito: María Bessone-ANCCOM.

Formularios, autorizaciones, firmas por aquí y por allá se convierten en acompañantes para toda la vida de quienes tienen enfermedades crónicas y solicitan tratamiento con una prepaga. Aprobar la medicación a entregar o los estudios previos no es tan sencillo. Siempre falta algún dato, algún formulario extra, alguna receta más, algún duplicado. 

Al padecimiento de la propia enfermedad se le suma el padecimiento de un sistema burocrático que pareciera estar creado para que las personas desistan de atenderse. Se calcula que aproximadamente el 7% de la población posee medicina prepaga.

Hace 8 años, Estefanía Enzenhofer recibió el diagnóstico de esclerosis múltiple. Como buena comunicadora social contó su recorrido en el sistema de salud junto a su enfermedad crónica en una columna para Grito del Sur

El diagnóstico y el camino que recién comenzaba

Para Enzenhofer, su vínculo con la medicina prepaga que posee es una relación tóxica. Desde hace 8 años se encuentra en tratamiento por una enfermedad autoinmune, neurológica y degenerativa. Es usuaria de prepaga desde toda la vida. “Mis padres son dos profesionales de clase media alta que nunca confiaron en el sistema de salud público y tenían sus motivos: digamos que hicieron abandono del país porque tampoco confiaban que la Argentina fuera un buen lugar para criar a sus tres hijxs. Entonces la ecuación cuando volvimos a fines de los 90 fue educación privada y salud privada, también, porque la podían pagar. 

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Autorizaciones, firmas y formularios hacen que el camino de una enfermedad crónica, de por sí angustiante, sea más difícil. Crédito: EL Olabarría Hoy.

Explicó que sus primeros usos de la prepaga fueron para acceder a pastillas anticonceptivas recetadas, que sabía que por ley se las tenían que proveer. “El peregrinaje fue mensual: pasaba a buscar una receta por un consultorio en zona norte, mi ginecóloga tratante me la dejaba en un cajoncito y las secretarias pasaban mi credencial como si fuera una tarjeta de crédito”, describió. 

Cuando a los 25 años le diagnosticaron esclerosis múltiple dejó las pastillas para comenzar con la nueva medicación. “Nunca tuve ninguna duda que quería hacer un tratamiento alopático porque cuando te repiten degenerativo a los 25, acusás recibo. Mi enfermedad autoinmune, neurológica y degenerativa encima está entre las que se denominan “poco frecuentes”, es decir que, por definición, afecta a una persona cada dos mil habitantes”, afirmó.

La relación con las prepagas y la toxicidad

Al momento del diagnóstico, Enzenhofer trabajaba de profesora de inglés y uno de sus alumnes también tenía. Al contarlo a su mamá le advirtió: “¿Sabés que no es que podés ir a cualquier farmacia a comprar (la medicación), no?”.

Según relata en su crónica, la primera auditoría médica fue sencilla. Tenía antecedentes porque había quedado internada en su primer brote con síntomas. “Estaba con una médica (fabulosa) de la prepaga, definimos un tratamiento, se lo comunicamos a la prepaga, llenamos el formulario alto costo/ baja incidencia y esperamos. “Después cambié tres veces más de tratamiento y digamos que ahí se volvió un poco más tóxica la relación con la prepaga”, prosiguió. 

A través del Programa Médico Obligatorio (PMO), tanto a obras sociales como prepagas están obligadas a dar algunas prestaciones básicas esenciales. Entre ellas se encuentran necesidades de primera infancia, internación, VIH/ SIDA, prótesis, odontología, salud mental y cualquier medicación para tratamientos crónicos. 

Por eso, a pesar de contar con prepaga, “mi medicación, carísima incluso en dólares, la paga el Estado nacional”, advirtió Enzenhofer. “Aun así, soy rehén con síndrome de Estocolmo de mi prepaga que aumenta todos los meses con la venia del Estado nacional y que no tiene un programa de pacientes crónicos. Me exige una vez por año volver a llenar un formulario de alto costo/baja incidencia para proveerme medicación que ellos no pagan y que yo necesito para que mi enfermedad no avance y de un plan del que no me puedo cambiar porque otra prepaga no me aceptaría porque tengo una enfermedad preexistente”, denunció.

Durante la pandemia, debido al aislamiento social el Gobierno Nacional autorizó el uso de la receta virtual enviada por WhatsApp o mail. Pero en una resolución reciente, esto dejó de estar vigente. Ante esto cuestionó que “la comunidad de enfermxs crónicos nos preocupamos ¿Volver a tener que llevar la receta todos los santos meses a una sucursal de mi prepaga para que le envíen ellxs por correo electrónico a la única dispensadora de mi medicación ultra cara? ¿Por qué es “mejor”? ¿Mejor para quién?”.

CreditoEL Credito Isanidad
Las recetas virtuales, aprobadas durante la pandemia, ya dejaron de tener validez. Sólo sirven las recetas digitales y las realizadas a puño y letra. Con esto, les pacientes de enfermedades crónicas perdieron una gran conquista que trajo la virtualidad. Crédito: Isanidad.

Reflexiones de una vida crónica

“Casualmente, estaba justo sufriendo una crisis pulmonar por mi otra enfermedad crónica y me encontré caminando, yendo y viniendo desde una clínica con insuficiencia respiratoria porque la genia de la médica clínica que me atendió primero no aclaró de cuántas dosis era la medicación que me recetaba y luego puso la fecha mal”, expresó.

“A veces peco de ser un poco ingenua, pero de verdad me hice esta pregunta durante la pandemia: ¿Podrá ser este el momento en el que de una vez por todas se reestructuren, para mejor, los servicios de salud? ¿Podrán tener en cuenta la dignidad humana de la que tanto se llenan la boca cuando hablan de pacientes? En un país que tiene una parte grande de su población siguiendo algún tipo de tratamiento crónico, sea por tiroides, sea por cáncer, sea por obesidad, sea por TCA, sea por depresión, sea por los efectos colaterales del covid-19, ¿existe un día después de que la enfermedad esté en la primera plana del mundo?”, reflexionó.

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