Hace algunos días las redes sociales fueron testigos de la reavivación de una de las peleas más famosas del mundo del rock. La misma rivalidad que le puso fin a Pink Floyd durante la década del 80, ganó protagonismo casi cuarenta años después de que Roger Waters anunciara su retiro de la banda.
En esta oportunidad, todo comenzó cuando la escritora inglesa Polly Samson -esposa del guitarrista David Gilmour y letrista de Pink Floyd- apuntó contra el ex compañero de su marido. El detonante fue la entrevista que Waters dio para el medio alemán Berliner Zeitung. En el reportaje, el bajista dejó asentada, otra vez, su postura respecto a la guerra entre Rusia y Ucrania, así como también sobre el histórico conflicto que aún mantienen Israel y Palestina.
Las declaraciones respecto a cuestiones políticas y conflictos bélicos, ideas dignas de un hombre criado en un hogar de izquierda, le trajeron al músico numerosos repudios e incluso cancelaciones de shows. Sin embargo, la más polémica fue la de Samson porque sus palabras fueron también las de David Gilmour. A través de un tuit, la mujer expresó: “Roger Waters, lamentablemente, sos antisemita hasta la médula”.
“También apologista de Putin. Y un mentiroso, ladrón, hipócrita, evasor, haces playback, misógino, enfermo de envidia y megalómano. Basta de sinsentidos”, agregó la escritora. Horas más tarde, el guitarrista apoyaría a su esposa y, frente a tal acusación, escribiría tibiamente: “Todo es absolutamente cierto”.
Por su parte, desde las redes sociales de Waters no hicieron más que publicar una imagen con el siguiente mensaje: “Roger Waters está al tanto de los comentarios incendiarios y tremendamente inexactos que Polly Samson hizo sobre él en Twitter y los refuta por completo”. El comunicado concluye con un “en este momento está recibiendo consejos sobre las medidas a tomar”.
El principio del fin
El conflicto en torno a la banda no es cosa nueva. Más bien, podría decirse que es una de las peleas más prolongadas del ambiente. Aquella que protagonizaron los Beatles (y que tuvo a la dupla Lennon–McCartney en el centro de la escena) parece mucho más relajada si se tiene en cuenta la cantidad de veces que los Pink Floyd debieron recurrir a la justicia.
La particularidad de este enfrentamiento se destaca en que no hay un “ellos y nosotros”. Más bien, fue Roger Waters quien se apartó en solitario y tiró la primera piedra contra sus ex compañeros cuando en 1984 abandonó el grupo. “La capacidad creativa de Pink Floyd se ha desgastado y lo más honrado es que el grupo se disgregue y desaparezca de la escena musical”, manifestó el músico en ese entonces.
Sin embargo, los otros dos miembros oficiales, el guitarrista David Gilmour y el baterista Nick Mason, decidieron continuar con la banda. Para ello, también convocaron al teclista Rick Wright, quien había sido echado por el mismo Waters durante el proceso de The Wall, acusado de no estar a la altura.
Con el grupo rearmado, en 1986 comenzó la grabación de un nuevo disco. Bajo el argumento de que había sido una idea suya, el bajista reclamó vía legal que el nombre Pink Floyd debería abandonarse. No obstante, el triunfo fue para el grupo que declaró tener los derechos legales debido a que Roger Waters había sido quien por iniciativa propia decidió abandonar la banda.
Años después, otro de los conflictos más mediáticos fue otra demanda de Waters. Esta vez por el uso que Pink Floyd hacía del famoso chancho, luego chancha, gigante que volaba al sonar “Pigs (Three Different Ones)”. La respuesta de la banda fue ponerle testículos al animal y dejar sin efecto el reclamo. Ahora, cada cual tenía a su propio animal.
La banda sin retorno
A pesar de que los integrantes del grupo que fue vanguardia a mediados de los ‘60 protagonizaron esporádicas presentaciones años después de su separación, la realidad es que el tiempo no curó nada. Más bien, pareciera que cada conflicto es un ladrillo nuevo en esa inmensa pared que comenzaron a levantar y que nunca más pudo ser derribada.
Asimismo, las diferencias respecto a sus posturas políticas comenzaron a incomodarlos cada vez más. Incluso eso fue, y es, una de las tantas cuestiones que diferencian a un músico activista como Waters de sus ex compañeros que sólo querían tocar y no ahondar tanto en cuestiones ideológicas. Cuestiones que, al tener en cuenta el contexto, fueron el sello más importante que dejó la banda.
En ese sentido, los créditos de cada obra servirán como evidencia de que Roger Waters efectivamente fue el motor creativo de Pink Floyd. Sin embargo, sería errado atribuirle todo el legado y dejar de lado los aportes musicales de David Gilmour.
No obstante, otro drama se asoma: hace algunos días, el bajista anunció que relanzará el mítico álbum The Dark Side of the Moon, pero esta vez será su versión propia.
“Nosotros fuimos una banda, éramos cuatro y todos contribuimos, pero es mi proyecto y yo lo escribí”, sentenció.