El pasado 31 de julio en Bagdad, capital de Irak, miles de partidarios del Movimiento Sadrista ocuparon el Parlamento ubicado en la fortificada Zona Verde. La toma de la institución, que duró hasta este viernes, se produjo en medio de la crisis política que sufre el país desde el año pasado.
Casi diez meses después de las últimas elecciones legislativas, en octubre de 2021, las disputas entre las fuerzas políticas iraquíes impiden la formación de un nuevo gobierno. En ese marco, los seguidores del clérigo chií Muqtada al Sadr, iniciaron la protesta en rechazo a la nominación del político Mohamed al Sudani como Primer Ministro. La propuesta, que desató la demostración de fuerza del Movimiento Sadrista, fue lanzada por el Marco de Coordinación, una alianza de facciones pro-iraníes, rival a al Sadr.
En este sentido, las tensiones a raíz de las jornadas de protesta aumentaron de manera considerable; y amenazaron, de esta forma, con profundizar la crisis política e institucional que vive Irak.
La relevancia política del Movimiento Sadrista
La historia del Movimiento Sadrista comienza con Mohamed Sadeq al Sadr, padre de Muqtada, un clérigo chií de gran influencia en la época que Saddam Hussein gobernó Irak. El líder religioso, que buscaba empoderar al chiismo frente a la dominación suní en el país árabe, fue asesinado en 1999.
Si bien su crimen nunca se esclareció, siempre existió la sospecha de que quien ordenó su asesinato fue Hussein; quien veía con preocupación el movimiento que empezaba a formarse detrás de al Sadr.
Tras la muerte de Mohamed Sadeq al Sadr, Muqtada, su hijo se hizo cargo del Movimiento que lideraba su padre. Con la invasión estadounidense a Irak, Muqtada al Sadr y el brazo armado del Movimiento, el Ejército de al Mahdi, se convirtieron en símbolos de la resistencia iraquí.
Desde el 2004 en adelante, poco a poco, el sadrismo empezó a formar parte de la política institucional, logrando cada vez más relevancia. De esta forma, con el correr de los años, el Movimiento Sadrista fue ganando terreno en los barrios más populares del país; y logró la adhesión de gran parte de la clase trabajadora iraquí. La fuerza político-social pudo llegar allí donde el Estado de Irak, en un país completamente destrozado, no llegaba.
De esta manera, tanto Muqtada como su Movimiento se convirtieron en un factor clave e ineludible en la política iraquí. De hecho, aunque en 2014 su oposición resultó clave para evitar un tercer mandato de Nuri al Maliki; tanto en 2006 como en 2010 intercedió de manera crucial para que el ex primer ministro pudiera formar gobierno.
Si bien Muqtada nunca ocupó un cargo formal, tiene capacidad de movilización e influencia en la sociedad iraquí. De esta forma, pudo posicionarse como un árbitro que determina escenarios en la política del país árabe.
Romper el status quo
El Movimiento Sadrista, que excede a la pugna político-institucional, busca aparecer como una opción disruptiva en el arco político iraquí. En este sentido, Muqtada al Sadr ha aprovechado la crisis de representatividad e inestabilidad para subirse a la lucha contra un sistema político que genera apatía en la sociedad del país árabe.
En este marco, al Sadr ha hecho del nacionalismo una de sus banderas. Si bien siempre marcó una actitud de rechazo contra el intervencionismo estadounidense, en los últimos años ha sumado la oposición a Irán; un país que ejerce una gran influencia en Irak. La lucha contra la corrupción y la necesidad de una reforma integral del Estado, a su vez, se ha convertido en un arma del Movimiento Sadrista.
En las elecciones del 2021, la corriente sadrista se convirtió en la fuerza más grande del Parlamento tras obtener 73 legisladores de 329. Sin embargo, tras meses de negociaciones, la división política iraquí impidió la formación de un nuevo gobierno. En junio de este año, en consecuencia, Muqtada anunció la dimisión de todos los legisladores de su bloque político.
En este marco, el pasado 3 de agosto, al Sadr declaró que la población iraquí “está exasperada por la clase dominante en su totalidad”. El líder religioso, a su vez, propuso “un proceso democrático revolucionario pacifico, luego de elecciones anticipadas tras la disolución del actual parlamento”.
Si bien días más tarde ordenó la desocupación del Parlamento, Muqtada declaró que lo sucedido “es una gran oportunidad de lograr un cambio radical en el sistema político”. Asimismo, el clérigo se refirió al llamado a negociaciones que tanto actores internos como externos propusieron. “Ya hemos experimentado el diálogo con ellos, pero no nos ha traído nada a nosotros ni a la nación, salvo ruina o corrupción”, expresó.