viernes 26 de abril de 2024

Paneles solares y satélites: talento argentino al infinito y más allá

Una entrevista enriquecedora con Hernán Socolovsky, quien nos abre un mundo de conocimiento y el panorama actual del desarrollo científico en el país.
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Parte del equipo espacial del Dpto. Energía Solar (CNEA) posando junto al emblema de la institución en la Base de Lanzamiento de SpaceX en Kennedy Space Center (USA) previo al lanzamiento del SAOCOM 1B. De fondo el satélite con sus paneles desplegados. Créditos: CNEA.

El desarrollo de la ciencia y la tecnología crece día a día en nuestro país de la mano de jóvenes científiques que entregan no sólo su conocimiento, sino también su pasión. Sin pretender sueldos elevados y usando la creatividad ante la escasez de algún recurso, son uno de los pilares fundamentales para que la investigación continúe avanzando.

En una entrevista para Nota al Pie, el científico Hernán Socolovsky contó cómo fueron sus inicios en el camino de la energía solar que lo llevaron a trabajar en la fabricación de paneles solares para satélites. Del niño que jugaba a armar cosas mirando al espacio hasta el Ingeniero que es hoy, Jefe del Departamento de Energía Solar de la Comisión Nacional de Energía Atómica.

Primeros pasos

Su pasión por la ingeniería comenzó mucho antes de llegar a la universidad. Desde pequeño, estimulado por su abuelo paterno, incursionó en temas relacionados a ciencia y técnica: “me gustaba armar y fabricar cosas y al mismo tiempo comencé a interesarme en astronomía y astronáutica”. Pronto comprendió que la electrónica podía enlazar sus dos pasiones y así fue como decidió estudiarla, primero en la escuela técnica y posteriormente en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), donde se recibió de Ingeniero en Electrónica.

Con respecto a la energía solar, explicó que “fue algo más casual, sinceramente, “no la vi venir”. Cuando terminó sus estudios, en 2005, uno de los lugares que lo atrajo fue la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Allí había realizado en su último año de secundaria una especie de taller denominado “Laboratorio Cero” y decidió dejar su CV. 

Jamás imaginó que dentro de ella se iba a encontrar con un grupo que desarrollaba tecnología espacial: más precisamente paneles solares para satélites. “Crecí creyendo que para dedicarme a estas cosas iba a tener que dejar el país”, reflexiona. Pero el destino le tenía preparado una sorpresa: a solo quince cuadras de su casa se encontraba el Centro Atómico Constituyentes, lugar donde se ubica el Departamento Energía Solar. Comenzó a trabajar en el año 2005, realizando una beca de Doctorado en Física y actualmente, a los 43 años, tiene el honor y la responsabilidad de liderarlo.

Paneles solares por dentro

Sobre su funcionamiento, explicó entusiasmado que un panel solar está compuesto por la interconexión de muchas celdas solares. Las celdas solares son dispositivos fabricados con materiales semiconductores (como por ejemplo el silicio) que convierten en forma instantánea la luz que le llega en una corriente eléctrica. O sea energía eléctrica. Este efecto es conocido como efecto fotovoltaico y por ende las celdas o paneles solares también se denominan celdas o paneles fotovoltaicos. 

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Procesos de integración de componentes para la fabricación de uno de los paneles solares del SAC-D, dentro del laboratorio de paneles espaciales del Centro Atómico Constituyentes-CNEA. Créditos: CNEA.

Desde un punto de vista funcional el panel solar de uso terrestre y el de uso espacial son exactamente lo mismo. Lo único que cambia es que en el proceso de fabricación se adapta al mismo para que sea capaz de sobrevivir lo más que pueda en el ambiente que le toca “vivir”. Por ejemplo, un panel solar de uso terrestre debe ser capaz de resistir factores ambientales tales como humedad y contaminantes que pueda haber en el aire y que pueden corroer las celdas solares o contactos eléctricos. Además deben estar preparados para resistir posibles impactos de granizos. Un panel solar terrestre puede tener una vida útil de 30 años. 

Paneles solares en el espacio

En el espacio no hay humedad ni granizo, pero hay una mayor intensidad de luz ultravioleta dado que no hay atmósfera que la filtre. La radiación ultravioleta produce degradación en muchos materiales y las celdas solares no escapan a esto. También se producen daños por el impacto de partículas cargadas tales como protones u otros iones que provienen del Sol. 

Si bien son partículas muy pequeñas tienen una altísima energía cinética (además de ser muchísimas) y con el paso del tiempo van degradando el desempeño de las celdas. Dichas partículas no llegan a la superficie terrestre porque nos protege el campo magnético de nuestro planeta. Un panel solar de uso espacial puede tener una vida útil de 5 a 10 años.

Al infinito y más allá

Como emoción, el Dr. Ing. Socolovsky comentó que hasta el día de hoy han fabricado los paneles solares de tres misiones importantísimas de la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales). El primero fue el satélite SAC-D lanzado en 2011, fue una misión de observación de la Tierra en conjunto con la NASA.  Su función era estudiar la salinidad del mar ya que se podía mapear todo en una semana. Funcionó durante 4 años, hasta el 2005.

Más recientemente fueron lanzados los satélites de observación terrestre con microondas SAOCOM1A y 1B, puestos en órbita por SpaceX en 2018 y 2020 respectivamente. Están ubicados en el espacio dirigidos hacia la superficie terrestre y sirven para medir la humedad del suelo. Por lo tanto se pueden prevenir inundaciones, incendios y analizar las condiciones de la tierra para cultivar, entre otras funciones. Actualmente se encuentran trabajando en los paneles solares de la próxima misión de CONAE, Sabiamar-1.

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Izquierda: Lanzamiento del satélite SAC-D en Junio de 2011. 
Derecha abajo: última prueba de despliegue de los paneles solares del SAC-D en la base de lanzamiento de Vandenberg, California, EEUU.
Derecha arriba: imagen del SAC-D en el espacio instantes previos a ser liberado por el lanzador ya en su órbita final. Créditos: CNEA.

Hoy en día existen páginas web que predicen el paso de los distintos satélites por cualquier parte del mundo en un momento determinado. Por lo tanto suele salir a observar el paso de alguno de los SAOCOM por los cielos de Buenos Aires.”Dado que estos dos satélites tienen una enorme antena radar se los puede observar a simple vista como una estrella que camina por el cielo con un brillo aceptable” detalló. 

“Ese pequeño puntito luminoso (a más de 650 km de distancia) condensa todo el esfuerzo, dedicación y pasión de todo un equipo de trabajo a lo largo y ancho del país a través de las diferentes instituciones y empresas que participan en el proyecto. Rápidamente a uno lo desborda la emoción al tomar conciencia de esto, es realmente una hermosa sensación” comentó emocionado.

Ciencia de origen nacional

Para él, Argentina es un país con un potencial enorme para afrontar los desafíos que la investigación y el desarrollo representan. Principalmente por la calidad de formación que tienen las universidades y sus distintos institutos u organismos. 

En la parte espacial, a través de los diferentes actores que componen este segmento (como universidades, empresas y organismos de Ciencia y Tecnología), se ha producido un fuerte desarrollo del área en los últimos años. Empujado siempre por el Plan Espacial Nacional que lleva adelante la CONAE y la existencia de INVAP S.E. en Bariloche. Y más recientemente con el desarrollo de empresas como Satellogic o InnovaSpace y otras que están emergiendo que impulsan aún más esta actividad.

Con respecto a I+D en tecnologías de base, como las celdas solares, considera que si existiera una inversión mayor del estado en estas actividades se podría estar tranquilamente a la par de cualquier potencia. “Un investigador o ingeniero formado en Argentina “se va al exterior y triunfa” lo cual muestra la calidad e ingenio de nuestros profesionales”, expuso.  

Además, comentó que con la situación actual se complica un poco realizar investigación y desarrollo. Se dificulta el acceso a equipamiento, insumos y contratación de recursos humanos debido justamente a la falta de financiamiento en esta actividad. Pero como en todas las cosas siempre hay aspectos positivos: “para suplir en parte estas falencias un profesional argentino debe desarrollar un afilado sentido del ingenio, lo cual como mencioné recién hace que brille en cualquier parte del mundo”.

Como mensaje para quienes desean estudiar una carrera universitaria o quieren dedicarse a la investigación científica, el Dr.Ing. Socolovsky plantea que hay que arriesgarse. “Cuando uno descubre lo que le apasiona y le suma dedicación, esfuerzo y perseverancia no hay límites. A veces ciertos objetivos parecen inalcanzables hasta que simplemente se alcanzan”. Como él, siempre hay que soñar en grande. Con los pies en la tierra y la mirada al cielo infinito.

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