Este jueves llega a las salas nacionales “El Hombre Lobo”, la nueva película de Leigh Whannell. Después del éxito rotundo de “El Hombre Invisible” en 2020, el director australiano regresa con una reinterpretación del clásico monstruo de Universal Pictures que termina muy lejos de lo esperado. Con un presupuesto de 25 millones de dólares, esta producción, aunque ambiciosa, no logra alcanzar las alturas de su predecesora y demuestra que el dinero no garantiza grandes resultados.
La trama sigue a Blake, un padre desempleado en crisis matrimonial que viaja con su familia a la casa ancestral en los bosques de Oregón tras la muerte de su papá. Lo que comienza como un retiro familiar se transforma en una pesadilla cuando una criatura misteriosa lo infecta. La dirección de Whannell construye una atmósfera envolvente, con bosques cubiertos de niebla que evocan el horror clásico. Sin embargo, el guion no acompaña las ambiciones visuales del proyecto.
Esta nueva versión del hombre lobo refleja una tendencia actual en el cine de terror, ese afán por reinventar clásicos a costa de perder su esencia. Whannell intenta alejarse de los elementos tradicionales del mito, pero en el proceso sacrifica la tragedia inherente al personaje y la espectacularidad de su transformación. Y el resultado final parece quedar a mitad de camino.
Buena dirección, aunque irregulares actuaciones
Esta película puede desconcertar a más de uno de sus espectadores, ya que su trama parece ser más acerca de un drama familiar y los traumas generacionales, que una historia de terror. Esto hace que, de seguro, resulte como una experiencia liviana que no termina de cerrar para los fans del género ni conquista a nuevos espectadores. El intento de Whannell por modernizar el mito del hombre lobo demuestra que la innovación sin sustancia no es suficiente.
Por otro lado, si nos detenemos en el elenco, Christopher Abbott entrega una actuación notable como Blake. Su interpretación transmite el tormento de un hombre que lucha contra una transformación física y psicológica mientras intenta proteger a su familia. Julia Garner, en el papel de Charlotte, no logra darle profundidad a su personaje. Sus reacciones ante la crisis de su esposo resultan poco creíbles, y su presencia en pantalla carece de la intensidad necesaria. La joven Matilda Firth cumple con su rol de hija, pero su personaje sufre el mismo problema que el resto del elenco: falta de desarrollo.
En el aspecto técnico, la película brilla por sus efectos especiales. La transformación del protagonista en hombre lobo se aleja de las convenciones del género al presentarse como un proceso gradual que ocupa gran parte de la narrativa. Las prótesis y el maquillaje son impresionantes, y muestran el deterioro físico de Blake con un realismo brutal. El diseño de sonido merece una mención especial, pues construye una experiencia inmersiva que permite entender los cambios sensoriales del protagonista.
La fotografía aprovecha las locaciones naturales para crear un ambiente opresivo. Las escenas nocturnas en el bosque transmiten una sensación constante de peligro, con la cámara jugando con las sombras y la niebla. No obstante, algunas secuencias de acción pierden impacto por decisiones cuestionables de montaje y encuadre.
En resumen
“El Hombre Lobo” es un recordatorio de que el terror contemporáneo necesita más que efectos especiales y atmósfera para destacar. El género exige historias que conecten con el público a nivel emocional, algo que esta película no consigue. A pesar de sus ambiciones y competencia técnica, el resultado final es una obra que se pierde en el bosque de sus propias pretensiones, sin encontrar el camino hacia una narrativa coherente y significativa.
La película cumple como entretenimiento superficial, pero decepciona como intento de revitalizar un clásico del cine de terror. En un momento donde el género explora temas complejos con originalidad y profundidad, esta nueva versión del hombre lobo se queda en la superficie, como un aullido que se pierde en la noche sin encontrar eco.