La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) se estableció en 1997 y está conformada por más de 500 funcionaries en todo el mundo. Posee su sede central en Viena y tiene como objetivo la prevención, el tratamiento, la atención y el apoyo a las personas que consumen drogas. Además, colabora con asociades nacionales e internacionales, incluyendo la sociedad civil y otres copatrocinadores.
En este contexto, la UNODC publicó su informe mundial sobre drogas 2022. En él se destaca que cerca de 284 millones de personas de entre 15 y 64 años fueron consumidores de drogas en todo el mundo en 2020. Esto representa un aumento del 26% en relación a la década anterior.
Además, se advirtió un incremento de consumo en personas jóvenes. Los niveles actuales en muchos países, respecto a la generación anterior, también aumentaron.
Cocaína
El informe publicado destaca que la Argentina lidera la ingesta de cocaína en Sudamérica; ya que alcanzó un consumo del 2,6% de la población comprendida entre los 15 y los 64 años.
Casi pegado se encuentran Chile, que se ubicó por detrás, con un 2,4%, y Uruguay, con el 1,4%. Les siguen Colombia, con el 0,8%; Brasil, con el 0,7%; Venezuela, con el 0,6% y Perú, con el 0,5%. Mientras tanto, en Paraguay y Ecuador, el índice de consumo alcanza el 0,3%.
Asimismo, se estimó que un 13,6 % de les consumidores sufrían, en 2020, de trastornos derivados de las drogas. En este sentido, el resultado no es sólo la dependencia sino también la necesidad de tratamiento.
El documento presentado en Viena registró también que donde más creció el consumo de cocaína en los últimos diez años fue Argentina.
Sin embargo, y en base a un ranking per cápita, la investigación ubicó a Uruguay en el primer puesto. Siguiendo en orden de escala, Uruguay, Argentina y Chile son “los países con mayor consumo” por individuo. A este porcentaje lo encontraron directamente relacionado al mayor poder adquisitivo de la población.
En el informe, también, se detalla la ruta y el tráfico en Sudamérica de estas sustancias ilegales. Desde el 2016 al 2020 se repitió el sistema: se encontró su inicio desde Colombia, pasando por el Pacífico hasta México, para llegar a Estados Unidos. También, se encontró una segunda ruta que va desde Brasil hacia Europa por el Atlántico, o por los caminos de África Occidental.
Los datos estiman que el tráfico de cocaína se expande a otras regiones fuera de los principales mercados de América del Norte y Europa, con niveles crecientes de tráfico hacia África y Asia. La producción de cocaína alcanzó un máximo histórico en 2020, con un crecimiento del 11% respecto a 2019, alcanzando las 1.982 toneladas.
Consumo de pasta base en Argentina y América del Sur
El consumo de derivados de cocaína es particularmente dañino, ya que está asociado con un uso más frecuente y con patrones de ingesta nocivos. Esto afecta principalmente a grupos marginados, que solo tienen acceso a productos de menor calidad. En nuestro país se encontró una tasa alta de consumo de pasta base (paco) entre la población escolar, liderando su prevalencia luego de Ecuador y Chile.
En este contexto de niveles elevados de consumo de derivados de cocaína, la ingesta de pasta base predomina entre les estudiantes de secundaria de América del Sur.
Impacto ambiental de las drogas ilícitas
La producción, tráfico y el consumo de estupefacientes es un actual flagelo que, además de quebrantar la seguridad y la salud, atenta contra el medioambiente. En este sentido, el informe advierte que la huella de carbón de la producción de cocaína es 30 veces mayor que la de granos de cacao.
Los mercados de drogas ilícitas, según la investigación, poseen impactos locales, comunitarios e individuales en el medio ambiente. Dentro de los principales hallazgos se encuentra que la huella de carbono del cannabis cultivado en interiores es entre 16 y 100 veces mayor que la del cannabis de exteriores.
El estudio de la UNODC, además, destaca otros impactos ambientales, como la deforestación asociada al cultivo ilícito de coca. Estos son los residuos que se generan durante la fabricación de drogas sintéticas, que pueden llegar a ser de 5 a 30 veces el volumen del producto final, y también el vertido de residuos, que puede afectar directamente el suelo, el agua y el aire, así como indirectamente a los organismos, los animales y la cadena alimentaria.