Con la partida del sol, las noches correntinas cobran un color inefable. Las historias salen a vagabundear y los antiguos edificios muestran todo su esplendor. Edificios que con los años se convirtieron en museos y que entre sus paredes albergan las obras más representativas de la ciudad. El fin de semana pasado, cientos de personas se desplazaron de un lugar a otro, guiados por la música, la danza y las obras visuales, en la última edición de “La noche de los museos”.
Este evento tiene como finalidad el fomento y la visita a los museos en horarios que son poco habituales. Fueron, al menos, siete las instituciones que participaron del circuito cultural, y cada una de ellas se destacó por ofrecer puntos artísticos y atractivos artesanales únicos. Hasta pasada la medianoche les correntines apreciaron esta propuesta que se repite una vez al año.
En Corrientes todo el año es carnaval y chamamé, y ambos dijeron presente en la Casa Ñanderekó, lugar que resume la identidad correntina. Entre zarandeo y zapateo aparecieron las marchas ícono del carnaval correntino. “Los dos géneros tienen una fuerza distinta. Ambos son intensos para cantar; tienen mucha emoción”, dijo a Nota al Pie, Ana Paula Bonczok, cantante que estuvo a cargo de la etapa final de la noche.
Bajo el oscuro cielo de un octubre cálido, su voz entonó los grandes clásicos del chamamé y el enganchado de las marchas transportaron a todes a las noches de febrero en el cosmódromo. “El carnaval es innegable que tiene esa alegría, algo que se transmite y te lleva directamente a los corsos”, dijo. Sin ocultar su emoción, agregó “Yo siento la tribuna adentro cuando canto estas marchas”.
Música y tradición en la noche de los museos
Si se habla de chamamé, se habla de tradición, y el Museo de Artesanías Tradicionales lo dejó en claro. En el patio interno se vendieron artesanías, comidas típicas y vestimentas artesanales. En el improvisado escenario se presentaron cuatro mujeres con vestidos floreados en tonos bordó, negro y colorado. Eran alumnas del tercer año del profesorado de danza dependiente del Instituto de Música Carmelo Biasi.
El número contó con diversas presentaciones y cada una de ellas fue coronada con los aplausos de les presentes. El chamamé llegó después, y el Pericón Nacional más tarde. Ocho parejas llevaron a su ritmo las miradas y las expresiones de admiración por aquella coordinación. Mujeres de negro, con pies astutos presentaron “Zapateando”; una pieza en la que la destreza de los pies tiene sonido protagónico.
En cada intervalo el público se renovó, pues la cercanía entre cada museo posibilitó que la gente recorriera más de uno. Sin embargo, las miradas quedaron impregnadas no solamente en les chamameceres de carne y hueso, sino también en los de madera. Esto último, se debió a que uno de los stand exhibía diminutas piezas talladas.
El valor de las pequeñas cosas
“Tengo los chamameceros, los músicos del chamamé correntino, las máscaras del carnaval, el caballo, y lo que a mí más me apasiona: las motos, todas son obras hechas en madera”, comentó el escultor Carlos Bustos Navarro. Estas obras, que con el tiempo llegaron a todas partes del mundo, demostraron su paciencia y dedicación.
Ahora con un pequeño taller ubicado en la soñada localidad de Santa Ana, Bustos Navarro, imprime sus diseños en pedacitos de madera que despiertan la imaginación de quienes aprecian estas figuras. A los 77 años, y con un largo recorrido, reconoce que mucha gente le pide ayuda para crear. Sin embargo, él está convencido de que “la creatividad es algo muy personal, ya se viene con esa estrellita; porque cada uno nace para algo”.
Así le encuentra un nuevo significado a las pequeñas cosas que parecen no tener más uso. Entre acordeones y máscaras también hubo lugar para la creencia correntina. Gran parte de la mesa estaba ocupada por un crucifijo hecho en una sola pieza de algarrobo, con un Cristo hecho con pedacitos de hierro y herradura.
Por otra parte, las transparencias de las vidrieras también expusieron las distintas creaciones. Algunas de ellas fueron: productos hechos en cuero, mates, bombillas e indumentaria realizadas con distintas técnicas de tejido y que se ofrecen durante todo el año.
Historia y representación
Más tarde la Casa Ñanderekó cobró brillo con la presencia de Franco Enrique, quien lució el Mejor Traje Nacional 2022, inspirado en los Esteros del Iberá. Virginia Ramírez, directora de la casa, lo resaltó “porque a veces desde la tribuna no se ven los detalles” y describió la composición del mismo. Un traje formado por más de diez mil plumas en tonos azules y turquesas; con pedrería y apliques de la misma tonalidad.
Hay varias maneras de vivir el carnaval y muy pocas palabras para describirlo. Quizás, la más indicada es: pasión. “Es lo que como comparseros esperamos todo el año, es lo que más me gusta e identifica”, aseguró Enrique. Quien comenzó a desfilar junto a la comparsa Sapucay en el año 2014 y desde entonces el carnaval habla por él.
El diseño del traje pertenece a Horacio Gómez, y ya sea en un museo o en el corsódromo la respuesta de la gente es la misma. “Se siente la alegría, los aplausos y las felicitaciones por los logros, en este caso, por la premiación del traje, y eso significa mucho porque hay mucho esfuerzo y trabajo de mucho tiempo”, aseguró el artista después de su presentación.
Manifestó que “haber recibido esta distinción fue un logro, una emoción; no solo en lo personal, sino porque hay mucha gente detrás de este traje”.
Así, cada uno de los museos dejaron abiertas sus puertas para ofrecer un valor agregado a la noche correntina. Expusieron el mayor de sus atractivos y les espectadores vivieron una noche rodeada de arte vivo. Una noche en la que los museos cobraron vida.
Lee también: Los diez museos más raros del mundo