La corrupción es inherente al capitalismo. Podríamos extender la idea a otros modos de gestión de los mercados, pero en todo caso es la condición humana la que entra en juego.
Dicho esto, en términos muy generales, la acción de Javier Milei al promocionar el lanzamiento de una criptomoneda a través de sus redes, constituye un acto de corrupción en un sentido amplio de la palabra.
Tan corrupto como los sobreprecios en licitaciones desde alguna repartición del Estado, el tráfico de influencias para negocios de terceros o las comisiones cobradas en el manejo de la deuda pública.
Son actos que, amparados en el poder temporal que da ocupar un cargo público, generan un lucro por fuera del sueldo que la sociedad destina a quienes gestionan la República. En recuerdo a Mariano Grondona y sus citas, la palabra «república» proviene del latín res publica, que significa «cosa pública». Se compone de res, que significa «cosa» o «materia», y publicus, que significa «perteneciente al pueblo».
Nada más alejado al pueblo que ese modo de gestionar.
Dime la década y te diré el formato de la corrupción
La enumeración de los modos de corrupción lleva un correlato histórico de acuerdo a cada época. En el último medio siglo, pasamos de la Patria Financiera de los años de José Alfredo Martínez De Hoz en la dictadura cívico-militar, a los Capitanes de la Industria en el alfonsinismo.
Luego llegaron los vientos del desguace del Estado y el festival de privatizaciones trajo otra oleada de escándalos de corrupción, que solo cuando el modelo de la convertibilidad comenzó a tambalear, alcanzaron el status de indignación colectiva.
Para eso es necesario que los principales medios amplifiquen o silencien los casos. Hace casi 30 años un tal Rodolfo Galeliano, secretario de Planeamiento del municipio de Moreno, quedaba inmortalizado en una cámara oculta de Telenoche. El pedido de “la platita” para habilitar una bailanta inmortalizó la corrupción de baja escala.
Pasaron los años y quedó instalada la idea de que con la corrupción no pasa nada. Eso alimentó por un lado el discurso antipolítico y por el otro puso en las mismas manos de quienes estaban del otro lado del mostrador la gestión de lo público.
¿Para que pagarle a un político si nos podemos hacer cargo nosotros mismos de este asunto? Los que corrompían llegaban al lugar de los corrompidos y el mecanismo tuvo un ejemplo del máximo nivel: Mauricio Macri.
El expresidente había tenido su carrera empresarial plagada de hechos de corrupción, desde las cloacas de Morón, donde el que pagó fue el entonces intendente, Juan Carlos Rousselot. Corría la década de los 80 y el conglomerado SOCMA, dirigido por Franco Macri, era parte de ese club de empresarios que sostenían con sus “favores” a los dirigentes que alimentaban con sus decisiones los negocios privados.
En el menemismo, los Macri tocaron el cielo empresario y desde su lugar también fueron parte del esquema de enajenación del capital social. De hecho, la última privatización del menemismo fue darle el Correo Argentino, en un caso que sigue en disputa judicial, por el entramado de vaciamiento y hasta intentos de resolver el tema con el propio Macri ya de presidente de la Nación.
Macri de un lado. Macri del otro.
Un Macri que también fue beneficiario de negocios, sobre todo el padre, cuando el esquema de negocios en el kirchnerismo también tenía un grupo de empresarios favoritos, algunos tradicionales y otros creados ad-hoc.
De nuevo, la selectividad de los relatos hace que sea más fácil poner la lupa en los bolsos de José López en el convento, o en los hoteles de Cristina en El Calafate, que en el rastreo de los movimientos de los capitales que viajan virtualmente por el mundo, hasta llegar a los “paraísos fiscales”.
Esas guaridas suelen ser el lugar de destino de los fondos ilegales, de los cuáles la corrupción pública es apenas la parte menor. Los delitos económicos se explican, mayormente, por las maniobras de evasión, elusión, sobre y sub facturación por parte de las grandes empresas.
De eso no se habla demasiado en los medios, toda vez que desde hace años muchos de ellos son parte de grupo económicos que los contienen, acaso como la cara protectora de su propia opacidad.
Viva la criptolibertad, carajo
La pandemia de Covid dejó un vendabal instalado en gran parte del mundo. No solo el impacto en vidas, sino una taba girando en el aire en torno a lo público, lo privado y las libertades. En nuesto país el debate sigue a la par del desarrollo de los hechos, lo que dificulta la distancia necesaria para tener una perspectiva profunda.
En Argentina, en ese 2023 que ya parece tan lejano, la taba cayó del lado de la exaltación de lo privado, del individualismo solitario (acrecentado por el aislamiento covideano y la mecánica de las redes sociales) y del odio hacia lo público.
La gran oportunidad para el modo de corrupción de época, ligado a lo financiero y especulativo, dentro de los cual se anotan el mundo de los traders y las cripto, con inversiones reales con ilusiones de enormes rentabilidades, que a veces terminan en estafas como la de $LIBRA.
¿Cómo se hace la conversión en bolsos de las maniobras bicicleteras de Luis Caputo y sus socios, locales y extranjeros?
Hay datos que avalan ciertas posiciones. Javier Milei es de algún modo el exponente de época de una bronca acumulada por décadas de fracasos en los derechos y condiciones de vida de los sectores medios y populares. Pero también de retrocesos de conquistas, algunas establecidas paradójicamente por quienes no supieron mantener y profundizar esas políticas de inclusión.
El ejemplo del gobierno del Frente de Todos, con un dato tan significativo como el impacto pandémico, es ilustrativo. La calidad de vida deteriorada de las mayorías terminó siendo el factor desencadenante de la derrota. Además, como quien patea a un caído en el piso, los “ganadores” construyeron un relato nuevo para culpar al relato anterior de los males vividos.
¿Alguien puede demostrar que el ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades tenía que ver con el costo de la vida? ¿Acaso haber barrido con esas y otras políticas públicas generaron justicias económicas?
Javier Milei, una pieza útil para el entramado global
Excede el rol y el espacio de estas líneas, pero no está demás preguntarse cuál es la tarea que desempeña el Presidente argentino. Los viajes que lo llevan por cuánto foro de la ultraderecha haya en el planeta, la mirada que desprecia el propio país que en teoría gobierna y la tarea de desarmar las herramientas públicas para intervenir en los procesos económicos, ponen a Milei como alumno destacado de la clase.
Hasta que un “desliz” como la promoción de la criptoestafa lo hacen tener su primera amonestación. Si alcanza para darle la salida mediante un juicio político, por ejemplo, y detener el daño social y económica, es una de las preguntas de estas horas.
Pero que ese debate no tape el verdadero signo de época, que es la instalación de un gobierno que juega abiertamente a favor de los intereses imperialistas, centralmente de las corporaciones de Estados Unidos. Hay recursos naturales donde la mira está puesta, como las llamadas “tierras raras”, con el litio como estrella. Hay agua dulce, territorios extensos y un lugar estratégico en las disputas globales, enclavado en la puerta de entrada de la Antártida, el último rincón del mundo por ser explotado.
Y hay, otra vez, la corrupción como mecanismo. Para que alguien entregue lo que no es suyo, sino de todos, es necesario un incentivo directo o indirecto. Y Milei con las criptos encaja en ese mecanismo. Su mundo, acotado en visión concreta, se limita a la exaltación de lo individual.
Lo hace, a veces en la soledad de la Quinta de Olivos, con su celular caliente de tanto uso. Algunas veces para desparramar ese odio que ya traspasó las fronteras de lo virtual y otras para hacer negocios para sí o para terceros.
El mundo y la destrucción, en apenas un par de clics.