sábado 27 de abril de 2024

Pensar la postguerra, el desafío que reconoce un tanque ideológico estadounidense

La Fundación Rand, histórico think tank financiado por el Pentágono, prestigiosas universidades y el Departamento de Estado norteamericano, lanzó un nuevo informe sobre la situación en Ucrania que convoca a proyectar el escenario internacional asumiendo la derrota militar.
Pensar la postguerra, el desafío que reconoce un tanque ideológico estadounidense
La Fundación Rand es financiada por el Departamento de Estado, importantes empresarios y prestigiosas universidades.  Crédito: Rand Corporation.

Desde el inicio de la Operación Militar Especial (SMO) rusa en Ucrania, la Fundación Rand, un histórico tanque ideológico de referencia para la élite estadounidense, lanzó un nuevo informe sobre el estado geopolítico actual. 

A diferencia de los dos años anteriores, las líneas de acción ahora se centran en proyectar el escenario internacional “de posguerra” en Europa oriental, asumiendo el fracaso unipolar en la región. 

Nota al Pie analiza el documento desde su perspectiva sobre la relación entre Estados Unidos y Rusia, así como el vínculo entre Europa y la OTAN.

Contener su expansión y generar desequilibrios

Es la estrategia que promueve la histórica fundación financiada por los principales órganos de gobierno estadounidense, y referencia ineludible durante su política de injerencismo externo y papel de gendarme internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial

Este tanque ideológico propone financiar a Ucrania pero se abstiene de intervenir en una guerra directa, dada la ventaja militar comparativa de su adversario. No obstante, desglosa su análisis sobre tres dimensiones, argumentando que “Rusia no es tan fuerte ni tan débil como parece”.

En el plano militar, se propone aumentar la tensión pero contener la escalada. Además, considerando el frente militar activo en Siria, sugiere reforzar el apoyo a los rebeldes con tal de desestabilizar a Bashar al-Assad, aliado de Moscú, sin descuidar el combate contra el yihadismo islámico. 

En cuanto a lo económico, se promueve el incremento de sanciones comerciales y financieras, lo que representa el desafío de articular políticamente a las principales potencias de la Unión Europea (UE). 

A su vez, desde la Fundación  Rand insisten en la necesidad de demostrar a Europa que puede proveerse de gas y petróleo de diferentes fuentes, como el Gas Natural Licuado (GNL) procedente de países occidentales.

Además, en el ámbito ideológico, se planea socavar la legitimidad interna de Vladímir Putin, quien fue reelecto la semana pasada con el 87% de los votos. En esa misma línea, se busca dañar su imagen en el extranjero a partir de sanciones disciplinarias en diferentes eventos de escala internacional

Por último, al abordar la relación entre el Viejo Continente y la OTAN, se cuestiona el despliegue intenso de tropas del Ejército en la zona oriental, en particular, y el espacio postsoviético en general. 

Además, se sugiere la salida del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), una medida que Donald Trump tomó en 2019, con el fin de instalar misiles en dirección a Rusia.

Pensar la postguerra, el desafío que reconoce un tanque ideológico estadounidense
En 2007, en Múnich, Putin pronunció por primera vez un discurso crítico sobre la expansión de la OTAN sobre el espacio postsoviético. Crédito: France 24.

¿Seguridad regional o amplificación de la confrontación?

En cambio, cuando apenas se había cumplido un año del inicio de la SMO, los propios expertos enrolados en la Fundación Rand reconocían que la proyección del conflicto dependía, en mayor o menor medida, de la contribución militar de Estados Unidos. 

En ese marco, Bruce McClintock, líder de la Iniciativa Empresarial Espacial de Rand, señalaba “la necesidad de un mayor diálogo sobre la Rusia de posguerra y su relación con Occidente”. 

Stephen Flanagan, Investigador Principal Adjunto, planteaba la posibilidad de “una larga guerra”, mientras que David Shlapak, Investigador Senior Internacional de Defensa, indicaba que el apoyo continuo de Washington sería “más polémico con un nuevo Congreso”, y agregaba que Europa solo seguirá el rumbo marcado por Estados Unidos.

En cambio, en el segundo aniversario, Rand describió que “el conflicto en curso ha vuelto a poner de relieve la amenaza regional que plantea el revanchismo ruso”. En ese sentido, explicó que no solo suponía una amenaza para la seguridad y estabilidad regional, sino que tendría implicancias geopolíticas “inmensas”. 

De manera contundente, Raphael Cohen, Director del Programa de Estrategia y Doctrina del Proyecto RAND Air Force, planteó que la guerra “solo se puede ganar en Ucrania, pero se puede perder aquí en Washington”. 

Peter A. Wilson, Investigador Sénior Adjunto Internacional y de Defensa en RAND, argumentó que la estrategia de Putin consiste en profundizar la guerra “de desgaste”, asumiendo que Estados Unidos y Europa pueden desestabilizarse políticamente, lo cual podría paralizar el apoyo militar a Ucrania.

Por su parte, James Black, Director Adjunto del Grupo de Investigación de Defensa y Seguridad de RAND Europe, indicó que la implicaría la victoria militar rusa y un estímulo geopolítico para China

Sin embargo, hizo énfasis en el impacto que tendría sobre la legitimidad y cohesión de la alianza de la OTAN, además de debilitar el precario liderazgo norteamericano a nivel internacional, acelerando el declive unipolar.

Pensar la postguerra, el desafío que reconoce un tanque ideológico estadounidense
La OTAN y la Unión Europea saben que la derrota en Ucrania es irreversible, pero el triunfo militar ruso representa un quiebre en la correlación de fuerzas inaceptable. Crédito: Prio BLOGS.

Múnich 2007, un antecedente ignorado

Hace 17 años, el por entonces joven presidente ruso Vladimir Putin planteó en la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC) una crítica histórica sobre el “acercamiento” de la OTAN “sobre las fronteras” de Rusia. Para el Kremlin, la expansión de la alianza militar en el espacio postsoviético representaba el quiebre del acuerdo entre Washington y Moscú tras la disolución de la URSS

No obstante, desde aquel discurso de Putin en 2007, se sucedieron diferentes conflictos como la Guerra de Georgia en 2008, la invasión en Siria y el Euromaidan de 2014, con un detonante que derivó en la guerra entre Rusia y Ucrania el 24 de febrero de 2022, un proceso aún en curso.

El conflicto en Ucrania no paró de escalar, y la convocatoria del presidente de Francia, Emmanuel Macron, da cuenta de ello. Invocando la seguridad regional europea, el mandatario galo encabeza una revuelta continental para contener a Rusia en Ucrania. 

Si el escenario militar se prolonga, Rusia tomará el control al este del Dniéper y también el acceso del Mar Negro a través de Odessa, imponiendo una Ucrania oriental desmilitarizada, neutral y un gobierno prorruso. 

Francia considera que la victoria militar rusa aumentará su influencia geopolítica sobre el bloque soberanista al interior de la Unión Europea, consolidando la fractura continental y el declive de Bruselas como eje político globalista.

A su vez, se suma el factor Trump. Un eventual gobierno suyo podría ensayar un acercamiento con Moscú con tal de contener la influencia de Pekín. En efecto, el desenlace del conflicto en Ucrania supone un asunto existencial para Europa, y Francia parece liderar la situación. 

Por más que no tenga ni capacidades ni incentivos para expandirse militarmente sobre territorio europeo, el propio secretario de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell, dijo que es necesario detener a Rusia para revertir una virtual expansión. 

La promoción de una economía de guerra al anunciar la Estrategia Industrial de Seguridad y Defensa Europea pone de manifiesto la demanda de una nueva arquitectura de defensa continental.

De la Operación Militar Especial hacia la guerra proxy contra la OTAN

El informe de la Fundación Rand deja en evidencia el cambio de perspectiva de la élite unipolar. Por ende, la necesidad de que el estado de guerra en Ucrania avance a una nueva fase. Rusia restringe sus planes militares a generar un sistema de seguridad que le sea conveniente para resguardar su propio territorio, y su proyección fuera de sus fronteras está focalizada tanto en Siria como en el Sahel africano

Aún así, los últimos acontecimientos le imprimen cierto caos al Kremlin, apremiado para tomar rápidas, contundentes y delicadas definiciones políticas. El ataque terrorista en Moscú sobre civiles perpetrado por un pequeño grupo proveniente de Tayikistán encendió las alarmas en el gobierno ruso. 

Si bien el Estado Islámico (ISIS) se atribuyó su autoría, la portavoz presidencial, María Zakharova, dejó entrever que analizan vasos comunicantes de los autores materiales con el gobierno ucraniano. 

A propósito, el propio secretario presidencial Dimitri Peskov declaró que “Rusia está en guerra”, desplazando de este modo el concepto de “Operación Militar Especial” que Moscú sostuvo hasta esta semana. 

A horas de haber sucedido el atentado criminal en la capital rusa, unidades francesas, alemanas y polacas de la OTAN desembarcaron en territorio ucraniano. Luego de ataques aéreos por medio de misiles a la región de Crimea, las Fuerzas Armadas de Rusia han desplegado 13 aviones con capacidad de lanzar bombas nucleares tácticas en Ucrania. 

El riesgo de escalada es más inminente que nunca y el conflicto comienza a involucrar con otro formato a diferentes actores que habían mantenido un perfil bajo desde el inicio de la SMO en febrero de 2022.

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