”¿Por qué están estos libros aquí?” pregunta Thelonious “Monk” Ellison (Jeffrey Wright), el protagonista escritor de la película “American Fiction”, mientras señala cuatro novelas apiladas en el estante de una librería de cadena. En sus lomos, destaca su apellido.
Monk cuestiona por qué sus novelas, inspiradas en tragedias griegas, no están en la sección de Mitología, sino en Estudios Afroamericanos. Un empleado de la librería ofrece la explicación obvia: “Supongo que este autor, Ellison, es… negro”. Aunque tartamudea al responder, esto no calma la furia del protagonista. “Ese soy yo, Ellison. Él soy yo, y él y yo somos negros”, exclama el escritor. “Estos libros no tienen nada que ver con estudios afroamericanos”. Toca uno de sus títulos con impaciencia y sentencia: “Son solo literatura”.
Este diálogo encapsula el tema central de American Fiction y su contraste con la novela que adapta, Erasure, escrita por Percival Everett y publicada en 2001. La película explora cómo el mundo ve a Monk como un escritor negro, mientras él mismo se identifica como parte de la comunidad negra.
Además, destaca la discrepancia entre su visión de su trabajo como “solo literatura” y la industria que lo percibe como una herramienta para la justicia social por ser escritor negro. Esta diferencia distingue a la película de la novela que adapta, la cual se centra en la corrección política. Mientras el Monk del libro desafiaba estereotipos raciales, su contraparte cinematográfica cuestiona cómo los escritores negros son presionados para abordar temas como el antirracismo y la política progresista, en lugar de simplemente escribir literatura.
La industria del tokenismo y su reflejo en American Fiction
American Fiction podría compararse con obras anteriores que abordan la tokenización de las personas negras en las artes, como “Hollywood Shuffle” (Robert Townsend,1987), que se burla de la industria cinematográfica; “CB4” (Tamra Davis, 1993), que satiriza la industria musical; y “Bamboozled” (Spike Lee, 2000), que critica la televisión. Las mismas pertenecen a un género difuso que podría llamarse “exposición del tokenismo”, que revela las presiones que enfrentan las minorías para representar estereotipos de sus grupos étnicos.
Sin embargo, American Fiction, dirigida por Cord Jefferson, un ex periodista que también escribió otro artículo viral sobre el “racismo en los medios de comunicación estadounidenses”, es claramente un producto de su tiempo. La película se suma a otras sátiras de 2023 en su enérgica crítica a la política de identidad progresista predominante en ese momento. Estas obras recientes en el género del tokenismo se destacan por el profundo pesimismo con el que abordan su tema, en contraste con sus predecesoras.
Jefferson arroja luz sobre la era posterior a George Floyd, al exponer cómo el año 2020 trajo consigo una reificación del racialismo en la industria editorial y académica. Pero en comparación con algunas exposiciones anteriores del tokenismo, como CB4, que concluye con su protagonista desechando estereotipos y encontrando el éxito en sus propios términos, su obra es más cínica sobre la posibilidad de escapar de la tokenización.
Aunque el film presenta un retrato despiadado de una cultura obsesionada con la raza, no logra escapar de la influencia de ese mundo. Estas obras son exitosas precisamente porque les autores no intentan liberarlas del entramado de la industria a la que critican de manera hábil.
La lucha de Monk y la representación en la literatura negra
Bajo la mirada inclemente de Jefferson, American Fiction ata y asa las plegarias de la industria editorial estadounidense contemporánea. Monk es el tipo equivocado de escritor negro: un esteta, inaccesible, desinteresado en la política e irritado por el progresismo que se siente bien.
Desde el punto de vista de les editores que rechazan sus avances, su gran pecado es que es un novelista negro de clase alta, educado en élite, que no escribe libros crudos y digeribles sobre la pobreza negra. Todos desearían que fuera más como su némesis literaria, Sintara Golden, una novelista negra de clase alta y educada en élite que sí escribe libros crudos y digeribles sobre la pobreza negra.
Desmoralizado por el deterioro de la literatura afroamericana, Monk crea una sátira racista titulada “My Pafology”, repleta de estereotipos groseros. Demandando que su agente la envíe a editores como una broma, esta obra busca llamar la atención de la industria sobre su propensión a la adulación.
Para sorpresa de Monk, un importante editor compra el manuscrito por casi siete cifras. Habiendo escrito My Pafology bajo el seudónimo de Stagg R. Leigh, el protagonista pasa gran parte de la película adoptando, con gran efecto cómico, un alter ego bañado en calle: Stagg es definitivamente un fugitivo, tal vez un asesino. Su alter ego es precisamente lo que él, un hombre de Harvard e hijo de un médico, no es: “crudo”, “urbano”, y “auténtico”. Es decir, lo que se considera el tipo correcto de negro.
En el centro de la relación hostil de Monk con la cultura literaria estadounidense está la cuestión de la representación; es decir, qué se considera como representación negra y quién cuenta como una “voz negra”. En Erasure, el novelista profesa “no creer en la raza”, pero reconoce que “la sociedad en la que vivo me dice que soy negro”. La imposición social de la raza es la principal crisis de la vida profesional de el personaje principal: les editores dicen que quieren publicar escritores negros, pero su visión de “la negritud” es de hecho bastante particular, respaldada por un rubro oculto que cura qué formas de experiencia negra son deseables y, lo que es decir lo mismo, comercializables.
La influencia de la Identidad en la literatura y su confrontación con las expectativas editoriales
En Erasure, Everett describe una industria editorial donde agentes, editores, libreros, críticos, académicos y escritores son cómplices en la confusión entre la ficción y la experiencia auténtica de la raza. El autor no rechaza tanto la comercialización de los libros como las “fantasías raciales restrictivas” prevalentes en la edición convencional. Esta industria promueve representaciones estereotipadas y limitadas de la vida negra, que refuerzan prejuicios en lugar de desafiarlos. En American Ficcion, Monk resume esta idea al observar críticamente lo que se publica y las expectativas impuestas sobre lo que los escritores negros deben escribir.
El problema va más allá de que las editoriales reduzcan las novelas negras a meras curiosidades categorizadas racialmente para satisfacer a audiencias blancas fascinadas. American Fiction sugiere que la creciente fragmentación de la literatura en subcategorías de identidad está estrechamente ligada al avance del narcisismo estadounidense. Tanto las audiencias minoritarias como las blancas tienen expectativas distintas: las primeras buscan relatos que reflejen sus vivencias, mientras que las segundas prefieren historias que refuercen sus prejuicios sobre esas mismas minorías.
Esta tendencia hacia la literatura identitaria alimenta la auto-obsesión, convirtiendo la lectura en un acto de imitación racial o voyeurismo. En una escena del film, Sintara, autora de una novela que Monk desprecia por su enfoque adulador de la experiencia negra, cuestiona a una audiencia mayormente blanca: “¿Dónde están nuestras historias? ¿Dónde está nuestra representación?”. Para sorpresa, no parece importarle que las historias que quiere contar sean las mismas que los liberales blancos desean que narre. Esto revela cómo la representación y fetichización de la experiencia negra son paradójicas.
Vale decir que American Fiction no se limita a ser una sátira; es un lamento que refleja la frustración ante la imposibilidad de crear, o al menos de obtener éxito financiero o reconocimiento por un arte negro apolítico. Monk se enfrenta al predominio de la política sobre la estética, pero su ética no encuentra cabida ni en el mundo de la película ni en la realidad más allá de ella. La noción misma de “arte negro por el arte” suena como una paradoja, dado que se acostumbra a asociar la negritud con la crítica social.
Para Monk, el arte trasciende la mera literatura. Esta obra de ficción resalta cómo el arte siempre está imbuido de lo político, cómo las decisiones estéticas están entrelazadas de forma inevitable con las políticas de identidad. Sin embargo, también enfatiza cómo el arte tiene la capacidad y la responsabilidad de resistirse a ser reducido a un objeto de políticas identitarias o un reflejo de las tendencias políticas del momento, por mandato del capitalismo.
American Fiction todavía no tiene fecha de estreno en Argentina.