martes 30 de abril de 2024

All of Us Strangers, un viaje fantasmagórico a través del duelo y lo no revelado

La película de Andrew Haigh es una experiencia mágica que explora los miedos universales al dolor, aislamiento, soledad y el temor a no ser amado, mientras crea una historia personal increíblemente conmovedora sobre el trauma queer.
All of Us Strangers
En «All of Us Strangers», el director Andrew Haigh aborda con sensibilidad el trauma queer, explorando cómo el dolor del pasado puede influir en las relaciones actuales. Créditos: Searchlight Pictures

Hay una media sonrisa que asoma en el rostro de Andrew Scott, una mueca involuntaria, con labios apretados y ojos oscuros en los que brillan lágrimas no derramadas. Solo es una sonrisa, pero en ella habita la tristeza. El actor tiene el raro don de revelar la profundidad de un personaje con una simple mirada, sumergiendo a la audiencia en décadas de dolor y pérdida. Un don que rara vez se aprovechó mejor que en el enorme, conmovedor y profundamente personal quinto largometraje de Andrew Haigh, All of Us Strangers.

Reconocido por su capacidad para sondear las profundidades de las relaciones humanas,  Haigh regresa a la silla de director con una película íntima y evocadora donde explora los matices de la intimidad a través del prisma de un encuentro casual y un pasado que se niega a morir. Con un reparto estelar compuesto por Paul Mescal, Claire Foy y Jamie Bell, la película cuestiona nuestra relación con el dolor colectivo y la redención personal.

Scott interpreta a Adam, un guionista que parece flotar en una vida desprovista de puntos de referencia tangibles. Su encuentro con Harry, interpretado brillantemente por Mescal, desencadena una danza vacilante entre dos almas en busca de conexión. Es el nacimiento de un hilo tenue que evolucionará con el tiempo y las circunstancias. Pero es en el regreso a sus padres, interpretados por Foy y Bell, donde Adam se enfrenta a la verdadera complejidad de la existencia, a través de encuentros marcados por la nostalgia y las cosas no dichas.

All of Us Strangers nos lleva de viaje hacia una catarsis inesperada

Un plano estático abre la película, que adapta la obra Strangers de Taichi Yamada. Un horizonte lejano donde podemos ver las siluetas de un paisaje urbano, en una paleta fría, azulada, ligeramente inquietante. El plano se alarga y ya no estamos del todo seguros de lo que estamos mirando, sobre todo cuando empieza a aparecer un rostro superpuesto a una superficie traslúcida, luego empieza a aparecer una luz, cuyo origen también es dudoso. 

Adam lucha con un guion extraído de su pasado. No va bien. Su primera incursión en la película es su rostro, reflejado en las ventanas de su departamento mientras mira sin entusiasmo el atardecer de Londres, un cielo abierto cubierto de nubes tan profundas y oscuras como el dolor mismo. Se sumerge en la música de su infancia –clásicos del pop queer de los 80 de los Communards, Pet Shop Boys y Frankie Goes to Hollywood–, y busca una caja de tesoros familiares que lo conecta con su pasado lejano. Pero parece desconectado del resto del mundo, algo que su impersonal espacio en un edificio casi vacío sólo acentúa.

Extrañeza, carácter fantasmal, superposición de capas: un régimen de lectura se establece desde el principio. Aquí estamos envueltos en un espacio sensorial que no es ni agradable ni desagradable. La extrañeza se confirma con la siguiente secuencia: Adam es expulsado de su departamento por una estridente alarma, pero nadie más que él sale a la calle. Una vez afuera, mira hacia arriba; sólo otro apartamento está iluminado y una figura llama. Esta silueta es la de su único vecino, Harry, quien pronto toca el timbre y busca invitarse a entrar con la intención declarada de acostarse con él. 

Entonces ocurren dos cosas. Por un lado, una relación incipiente comienza a desarrollarse entre Adam y su vecino. Por otro lado, durante una visita de investigación a la casa de su infancia en Dorking, Adam se encuentra con sus difuntos padres, quienes no han cambiado, no han envejecido y siguen viviendo exactamente como lo hacían justo antes de fallecer, hace 30 años, cuando él era solo un niño.

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A través de «All of Us Strangers», Andrew Haigh sublima su propia vida en una obra íntima y emocional, utilizando la narrativa cinematográfica para explorar temas universales de amor, pérdida y redención desde una perspectiva profundamente personal. Créditos: Searchlight Pictures.

A medida que el vínculo entre Adam y Harry se fortalece con la posibilidad de un futuro juntos, Adam se ve constantemente atraído hacia el pasado, al trauma no resuelto de su infancia, porque el tiempo no cura todas las heridas. Más bien, las profundiza y las vuelve más debilitantes. Pero si Adam no puede reescribir el momento en que sus padres murieron en un accidente automovilístico, puede, a través de una peculiaridad metafísica, llegar a conocerlos como un hombre gay adulto en lugar del niño herido y acosado que recuerdan.

De lo extraño pasamos a lo fantástico, pero de una manera pacífica y sin miedo, anclada en la vida cotidiana. Esta fantasía nos recuerda a la novela gráfica Far Neighborhood de Jirō Taniguchi. Además, al igual que en la obra del dibujante japonés, el paso a la fantasía se produce a través de un viaje en tren, que resulta propicio para conciliar el sueño.  “¿Es real?” pregunta Adam, y nosotres nos unimos a su interrogante.

La vacilación característica de lo fantástico adquiere la forma de una proyección mental, estrechamente ligada a la escritura de un guion por parte de Adam. Este texto describe una alucinación inducida por drogas, seguida por el más convencional sueño del que uno despierta. La música envolvente de Émilie Levienaise-Farrouch mantiene la sensación de flotación, mientras que la dirección fotográfica de Jamie Ramsay resalta la separación entre las dos esferas: la del presente y el pasado, la de la vida íntima conyugal, y la familiar.

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La película profundiza en el duelo de su protagonista, quien se enfrenta al dolor no resuelto de la pérdida de sus padres en un accidente automovilístico. Créditos: Searchlight Pictures.

Una inmersión emocional en la intimidad de los lazos rotos

En definitiva, lo esencial no está en la naturaleza, real o fantasiosa, de estas visiones, sino en la experiencia del duelo que nos obligan a vivir. En paralelo a esta experiencia, cuyas etapas seguimos a través de los encuentros cada vez más frecuentes entre Adam y sus padres, se desarrolla una relación carnal y luego emocional entre Adam y Harry.

Cada escena de All of Us Strangers se siente como un paso más en un proceso catártico, sin respiro para el espectador. El dolor es palpable y, sin embargo, el enfoque de Haigh en su producción es sutil, despojado de cualquier artificio superfluo que pueda distraer la atención de la autenticidad de las interacciones. 

La película nos lleva a través de las épocas mezclando el trágico pasado de Adam con su incierto presente. Ante las reacciones de sus padres, ante el amor y la incomprensión, tendrá que aprender a lidiar con la imagen que el mundo tiene de él, así como la más íntima que mantiene con su propio reflejo.

En la actuación, el talento de Haigh como director radica en su capacidad para darles el espacio para hacer suyos sus personajes. La interpretación de Jamie Bell, un actor con mil facetas, es especialmente conmovedora. Interpreta a un padre desgarrado, cuya reacción ante la orientación sexual de su hijo oscila entre la consternación y la compasión, poniendo así de relieve las contradicciones de una generación anclada en sus tradiciones.

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El reencuentro con los fantasmas del pasado se convierte en un viaje emocional para el protagonista, quien debe enfrentarse a las emociones enterradas y los recuerdos dolorosos de su infancia. Créditos: Searchlight Pictures

Abiertamente gay, Haigh filma el encuentro entre estos dos hombres con una sensibilidad y una sensualidad a flor de piel, ayudado por la obvia química que emana de sus dos intérpretes. Sobre todo, trasciende, gracias a su premisa fantástica, los clichés asociados a veces a las películas queer. 

La clásica escena de la salida del closet se renueva con el intervalo temporal que inunda la conversación entre Adam y su madre. Ante las preocupaciones de ella, el hijo responde con un simple “las cosas han cambiado”. Sorprendentemente, es el padre quien, con comentarios y actitudes de género, acepta con más serenidad la homosexualidad de su hijo, ahora mayor que él. 

La confesión mutua es sincera y el abrazo que sigue, conmovedor, pero no exento de dificultades, al ser el de dos hombres, así como el de un padre con su hijo. Haigh se aventura incluso en situaciones que podrían parecer ridículas, como cuando Adam, vestido con un pijama de diseños infantiles, pregunta a sus padres si puede ir a dormir a su cama. 

La potencial ridiculez de la situación se desvanece gradualmente a medida que una larga conversación con la madre, en primer plano, despierta emociones. Luego, una mano masculina se posa en el hombro de Adam, que creemos que es la del padre, antes de que el rostro de Harry aparezca cerca del de su pareja.

Esta es la primera ocasión en la que las esferas del amor conyugal y el amor familiar verdaderamente se entrelazan, y esta unión estará cargada de dramatismo. Aunque el último acto de la historia podría parecer excesivamente melodramático, en realidad contribuye a la profunda cohesión de la película, donde la experiencia del duelo se fusiona con otra experiencia ontológica vivida por estos dos hombres homosexuales: la sensación de desplazamiento y soledad.

La película, protagonizada por Andrew Scott, se estrena en la cartelera nacional el 7 de marzo.

El edificio casi desierto, donde solo se iluminan dos ventanas, se convierte en la metáfora de la soledad en la que habitan estas mónadas melancólicas, quizás destinadas a encontrarse. Pocas películas abordan con tanta sinceridad el temor al destino solitario del hombre gay, un miedo que Adam finalmente logra articular: “estar solo para siempre”. Sin padres, sin hijos y posiblemente sin amante en un futuro cercano, se aferra al pasado porque considera que “el futuro no importa”. Harry, por su parte, admite haberse sentido siempre diferente, haber vivido en los márgenes del círculo, lejos del núcleo familiar. 

All of Us Strangers hace eco de una vida de pérdida y reconstrucción, donde los fantasmas del pasado inevitablemente se mezclan con la urgencia del presente. Nos invita a contemplar nuestras propias soledades, nuestras aspiraciones de amor y aceptación, al tiempo que elabora la observación agridulce de una humanidad en perpetua búsqueda de sus orígenes y de su futuro. Por lo tanto, se destaca como una obra importante en la filmografía de Haigh y deja una impresión duradera por su capacidad para transcribir la complejidad de las emociones humanas.

En un epílogo donde el melodrama alcanza su punto máximo, las palabras de El poder del amor, adquieren una resonancia conmovedora. La experiencia de lo extraño se transforma en una experiencia de lo extranjero. Afortunadamente, la luz que dominaba el primer plano de la película, una presencia inquietante, regresa como un eco en la última imagen, adquiriendo esta vez una dimensión cósmica. Siempre extraños el uno al otro, también es posible que podamos convertirnos en guías el uno para el otro…

La película se estrena el 7 de marzo en Argentina.

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