jueves 2 de mayo de 2024

Una motosierra que pone en peligro los Derechos Humanos

Mientras la candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, y compañía reivindican la dictadura e incrementan los discursos negacionistas, Ana Fernández, hija y nieta de víctimas del terrorismo de Estado, salió a recorrer los subtes para contar en primera persona la historia de su familia.
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Villarruel se negó a responder acerca de la libertad de los genocidas y sostuvo su postura negacionista. Crédito: A24.

En el último debate vicepresidencial llevado a cabo el miércoles, la candidata por La Libertad Avanza (LLA), Victoria Villarruel, volvió a cuestionar la cifra de detenides-desaparecides en la última dictadura. Sin embargo, frente a este tipo de discursos, las micro militancias comienzan a ganar terreno en el espacio público.

A medida que la desinformación y las fake news se vuelven una moneda corriente en los espacios libertarios, aquelles que están preocupados por el futuro del país intentan otros modos de contraatacar. 

Ese es el caso de las movidas culturales, como el empapelado de calles con consignas anti-Milei, artistas y víctimas de violencia de género, entre otros, quienes buscan generar conciencia sobre el impacto negativo de las políticas libertarias.

En las últimas horas se sumó el caso de Ana Fernández Careaga, quien decidió contar su historia en un vagón del subte. Es hija de Ana, sobreviviente del centro clandestino de detención Club Atlético durante la última dictadura cívico-militar, y nieta de Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo e integrante del grupo «Los 12 de la Santa Cruz«.

El conmovedor testimonio de Ana Careaga

Durante los últimos días, «Anita», como la llaman, decidió subirse a un subte para contar en voz alta a les pasajeres sobre el trágico destino de su familia en manos de los responsables de la dictadura cívico-militar en Argentina, que tuvo lugar entre 1976 y 1983. 

«Estoy un poco nerviosa. Nunca en mi vida hice esto y lo hago porque estoy muy preocupada. Yo nací en Suecia, cuando acá en Argentina había una dictadura. Mi mamá tenía 16 años cuando la secuestraron embarazada de mí. Fue a un campo de concentración donde la despojaron de todo, incluso de su nombre», dijo Ana a les pasajeres. 

«Amo este país, quiero vivir acá, quiero que todos podamos vivir teniendo diferencias, diciendo nuestras diferencias, pero sin miedo a que nos secuestren, a que nos torturen y a que nos arrojen con vida al mar», prosiguió y concluyó: «Por favor, por la Democracia, no voten a Milei».

La familia Careaga y los 12 de la Santa Cruz

Anita cumple 46 años en poco tiempo y tomó la decisión de compartir su historia porque está completamente atravesada por el terrorismo de Estado. Su madre, Ana María, fue secuestrada el 13 de junio de 1977, cuando tenía 16 años y estaba embarazada de tres meses. Su cautiverio duró otro trimestre en el que fue brutalmente torturada. 

Al salir, pidió refugio en Naciones Unidas y logró exiliarse con su compañero y su hermana Mabel a Suecia, pasando antes por Brasil, donde se encontraría con su madre, Esther Ballestrino de Careaga, quien haría la entrega del bebé de pocos meses, hijo de Mabel. 

No hubo manera de convencer a Esther para que viajara con sus hijas. Durante el secuestro de Ana María, su madre había participado activamente en la fundación de Madres de Plaza de Mayo y sostenía que no dejaría de participar «hasta que aparezcan todos, porque todos los desaparecidos son mis hijos».

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Ana María Careaga y su hija militan incansablemente por los derechos humanos de los que su familia fue despojada. Crédito: Aire de Santa Fe.

Ya en Suecia, el 11 de diciembre nació Ana y sus padres utilizaron una de las llamadas gratis que tenían para comunicar la feliz noticia. «En ese momento nos enteramos que mi mamá había sido secuestrada por la Armada tres días antes», contaba Ana María en una entrevista organizada por la Biblioteca Nacional y que puede verse en YouTube.

Esther Ballestrino fue una maestra y doctora en bioquímica que llegó desde Paraguay protegiéndose de la dictadura militar de ese país. Sin embargo, en Argentina, en donde se casó y formó una familia, fue secuestrada en diciembre de 1977, en el marco de cinco operativos que se realizaron entre el 8 y el 10 de ese mes, para las mismas fechas en que fueron secuestradas Azucena Villaflor y María Ponce, madres fundadoras. 

Además, los grupos de tareas se llevaron a los familiares de Angela Aguad, Remo Berardo, Julio Fondevila y Patricia Oviedo, como así también a les militantes Horacio Elbert, Raquel Bulit y Daniel Horane, y a las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domin

Todos fueron llevados a la entonces Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y permanecieron encerrados allí entre cuatro y seis días, según testigos que los vieron con vida y que contaron que se habían autodenominado «Los 12 de la Santa Cruz». Todos ellos fueron arrojados al mar en los llamados «vuelos de la muerte», alrededor del 14 de diciembre de 1977. 

Una mirada anti-derechos y negacionista, que reinvindica lo peor del pasado

En el debate vicepresidencial del pasado miércoles se abordaron distintos tópicos sobre los que les postulantes discutieron públicamente y, aunque ambos dejaron frases polémicas y memorables, el candidato por Unidos por la Patria (UxP), Agustín Rossi, cruzó a su contrincante con una pregunta sencilla: «Victoria, ¿estás de acuerdo con liberar a los genocidas?» Villarruel evitó responder.

Es que no es casualidad que la postura negacionista de la candidata a vicepresidenta haya cobrado fuerza al punto de gritar en televisión abierta que «hubo excesos», que «fue una guerra» o que «no fueron 30.000». Sucede que la avanzada de la ultraderecha en Argentina tiene actores que ejercen desde las sombras o, para decirlo exactamente, desde las cárceles. 

Distintos represores y genocidas condenados por delitos de lesa humanidad manifestaron su apoyo a Milei y a la LLA. A través de cartas se mostraron entusiasmados por la posibilidad de vencer en las elecciones. Pero, ¿quiénes son?

Cecilia Pando, activista negacionista y apologista del terrorismo de Estado, subió a su cuenta de TikTok un video en el que asegura que el futuro presidente tendrá la tarea de «devolver el Estado de derecho» y generar una respuesta «para todos los militares que están injustamente presos por los mal llamados delitos de lesa humanidad, donde se violan constantemente sus garantías constitucionales». 

«El país que se viene va a tener que tomar medidas no gratas que traerán aparejado un incremento de conflictividad social que tal vez requieran de las fuerzas armadas para restablecer el orden», anunció Pando.

Dime a quién defiendes y te diré quién eres

Otra controversial decisión de Villarruel en el debate del pasado miércoles fue la de mencionar a un represor como víctima del terrorismo. «Hubo víctimas que no tienen derechos humanos. Muchas de esas personas están detenidas. Por ejemplo, (Juan Daniel) Amelong es una persona cuyo padre fue asesinado por Montoneros en democracia», aseguró la candidata. 

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Esther Ballestrino fue fundadora de Madres de Plaza de Mayo cuando buscaba a su hija. Fue secuestrada y arrojada al mar en los “vuelos de la muerte”. Crédito: Wikipedia.

Sin embargo, olvidó mencionar que Amelong suma tres condenas perpetuas por crímenes de lesa humanidad; que integró la “patota” Destacamento 121 de Inteligencia de Rosario; que se encargaba de los centros clandestinos La Calamita (en Granadero Baigorria), Quinta de Funes, La Intermedia, Escuela Magnasco, Ceferino Namuncurá y la Fábrica Militar Domingo Matheu de Rosario

Otra de sus condenas se relaciona con el robo de los hijos que Raquel Negro, hoy desaparecida, dio a luz en el Hospital Militar de Paraná. Tampoco mencionó que el represor es actualmente juzgado por la muerte de Miguel Membrive, obrero y agricultor mendocino e integrante de Acción Católica Argentina.

Amelong nunca mostró señales de arrepentimiento. Por el contrario, en 1987 escribió: «He participado consciente de la guerra contra la subversión y puedo hoy sostener, con absoluta convicción, que me siento tranquilo y honrado por haber cumplido con mi deber».

Otro que se mostró a favor de las políticas mileilistas es Jorge Eduardo Acosta, conocido como «el Tigre». Durante la última dictadura, le gustaba llamarse a sí mismo como “el dedo de Dios”, sobre todo cuando decidía sobre la vida y la muerte de sus prisioneros. 

Confesó una vez que él no resistiría la tortura que aplicaba a les detenides. Hace poco hizo pública una carta desde la cárcel, sosteniendo su rol en la dictadura y apoyando al partido de Milei. 

Acosta fue declarado culpable de crímenes tales como torturas, abusos sexuales, robo de bebés, secuestros, homicidios y desapariciones y cumple su condena en la Unidad 34 de Campo de Mayo.

A sabiendas de que cuenta con el apoyo de los personajes más sanguinarios de la historia argentina, la candidata a vicepresidenta insistió: «No fueron 30.000 los desaparecidos». 

En tanto, Rossi fue firme: «La Argentina tenía un pacto democrático alrededor de lo que significa la política de derechos humanos. La única dirigente que trajo al pasado rompiendo el pacto democrático que teníamos todas las fuerzas políticas fuiste vos, que empezaste a reivindicar la dictadura. Tendríamos que estar mirando hacia adelante».

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