El 1° de junio, el soldado Pablo Jesús Córdoba fue encontrado agonizando con dos tiros en la cabeza cuando estaba de guardia en la entrada del Grupo de Artillería 16 de Zapala, Neuquén. Murió unas horas después en el hospital. La familia descarta la hipótesis de que haya sido un suicidio o un accidente y pide que se investigue lo que pasó.
El joven estaba desde las 4:30 de la mañana y debía permanecer hasta el horario de salida de las 8:30. Su padre Juan José Córdoba, también militar, contó que un suboficial se comunicó con él entre 6 y 6:10 para decirle que su hijo se había pegado un tiro, pero que estaba vivo en el Hospital de Zapala, donde fueron con su madre Natalia. Pablo fue desconectado y falleció a las 8:55 en el hospital.
El soldado tenía 21 años y hace diez meses había decidido ingresar al ejército para seguir los pasos de su padre que es suboficial. Practicaba vóley y boxeo. Según el testimonio de sus padres era “un muchacho motivador, optimista, siempre pendiente del otro para levantarle el ánimo, colaborar”.
Los cuestionamientos
La familia no cree la hipótesis de un suicidio y pide que se esclarezca lo que sucedió. Desde su entorno empezaron a dudar cuando llegaron al hospital y les dijeron que la causa de muerte había sido dos disparos de arma de fuego, no uno. Elles no ven posible que Pablo se haya podido disparar con un Fusil Automático Liviano (FAL) en la cara dos veces, teniendo en cuenta que los impactos estaban bastante separados entre sí.
El informe de la autopsia que realizó Alberta Haydée Fariña, la jefa del Cuerpo Médico Forense del Poder Judicial de Neuquén, explica que fueron disparos a quemarropa. Uno ingresó por debajo del mentón, con una trayectoria de abajo hacia arriba y salió por la frente. El otro entró por la sien derecha y salió por la izquierda. Ambos causaron daño cerebral.
Para el padre esto fue una ejecución, no un suicidio. Según el peritaje balístico, la FAL no estaba en posición de “automático”, por lo que no había manera de que se hubiera disparado dos veces por accidente.
Además, hubo contradicciones entre les soldades que declararon sobre donde estaba el fusil. La persona que lo encontró dice que estaba a noventa centímetros de distancia del cuerpo. Mientras que dos de les soldades que estaban de guardia declararon que estaba arriba del cuerpo de Pablo. Si estaba encima, puede significar que el segundo disparo fue el del mentón.
Una de las hipótesis que sospecha la familia es que Pablo fue testigo de algo grave que no tenía que ver. Su padre cree que, en ese caso, lo pudieran haber matado porque “saben que era hijo mío y que Pablo era alguien que no se iba a callar”.
La lentitud del Poder Judicial en Neuquén
La familia también critica la tardanza con lo que se está llevando a cabo la investigación y reclamaron que no hubo interés real por parte de las autoridades militares en resolver lo que sucedió. Por esa razón, se constituyeron como querellantes. Entre otras cosas, tardaron 25 días en mandarle la autopsia. Y el ejército recién sacó un comunicado el 3 de julio, más de un mes después de la muerte.
Estas no son las únicas irregularidades de la investigación. No hubo criminalistas en la escena durante las primeras horas, que suelen ser las más decisivas. La policía guardó todo en bolsas como lo encontró sin clasificarlo ni preservar la cadena de custodia. No habrían podido encontrar las balas. Lo que sí pudieron encontrar fueron dos vainas servidas: una el mismo día y otra, diez días después con un detector de metales.
La causa la investiga la fiscalía de Zapala, a cargo de Karina Stagnaro y el juez Hugo Greca. El magistrado, quien recién el viernes iría desde Roca a hacer una inspección visual, caratuló el hecho como “muerte dudosa”.