miércoles 16 de octubre de 2024

Los culpables son los EEUU y la OTAN, no Rusia

El presidente de Libres del Sur, Humberto Tumini, analiza el conflicto entre Rusia y Ucrania.
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Humberto Tumini, presidente de Libres del Sur. Crédito: Universidad Calf.

En una muestra de enorme cobardía política el gobierno argentino, incluida la vicepresidenta Cristina Kirchner (leer su engañoso twit), han condenado la intervención rusa en Ucrania. Contribuyendo de esta manera a avalar a los EEUU y los países de la OTAN que, encubriendo su responsabilidad en lo que sucede, acusan a Rusia y Putín de ser los responsables de que haya en aquel país acciones de guerra.

¿Es cierto esto? Veamos: Los EEUU y los países europeos que componen aquella alianza militar, frente al derrumbe de la Unión Soviética allá por principios de la década del noventa, comenzaron a desplegar una estrategia que, en esencia, apuntaba a desmembrar mas aún lo que quedaba de la antigua URSS; impidiendo así toda recuperación de Rusia, aún cuando ya no era ni sería comunista.

Lo explica de esta manera, en una conferencia de prensa del 2016, el ex ministro de Defensa de Bill Clinton, Bill Perry: “En los primeros años EEUU merece gran parte de la culpa. Nuestra primera acción que realmente nos puso en una mala dirección fue cuando la OTAN comenzó a expandirse, incorporando naciones de Europa del Este, algunas de ellas fronterizas con Rusia. En ese momento, trabajábamos de cerca con Rusia y se estaban empezando a acostumbrar a la idea de que la OTAN podía ser un amigo en lugar de un enemigo. Pero se sentían muy incómodos con tener a la OTAN justo en su frontera e hicieron un fuerte pedido de que no sigamos adelante con eso”.

Agrega al respecto George Kennan, ex embajador de Estados Unidos en Moscú y uno de los mayores expertos estadounidense en Rusia, el 2 de mayo de 1998 (observen la fecha) luego de que el Senado norteamericano ratificara su apoyo la expansión de la OTAN: “Creo que es el comienzo de una nueva guerra fría. Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de manera bastante adversa y eso afectará sus políticas. Creo que es un error trágico. No había ninguna razón para esto en absoluto. Por supuesto que va a haber una mala reacción de Rusia, y luego los ‘expansores’ de la OTAN dirán ‘siempre les dijimos que así son los rusos’, pero esto está mal”.

Rusia luego de la caída de la URSS había quedado muy debilitada económica, política y militarmente. Por tanto, se veía imposibilitada de impedir este avance de los EEUU y los países europeos sobre su territorio y seguridad. De todos modos, desde que llegó Putín al gobierno en el año 2000 en reemplazo de Yeltsin, presidente que había aceptado calladamente la subordinación a las potencias occidentales de su país, empezó a reclamar cada vez mas fuerte que Rusia, una nación que a través de su historia fue invadida sangrientamente en varias oportunidades (por los mongoles, los suecos, Napoleón y Hitler), no aceptaría ser rodeada militarmente por otras potencias. 

Los EEUU y la OTAN hicieron caso omiso de dichas advertencias y continuaron sostenidamente en su estrategia de tender un cerco armado alrededor de Rusia. Incorporaron así a la OTAN, con la oposición de aquel país, a Polonia, Hungría y la República Checa. Mas tarde siguieron con Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia y Albania. Acompañaron eso con una sostenida política de desprestigio del gobierno ruso. Como dijo Henry Kissinger: “Para Occidente, la satanización de Vladimir Putin no es una política; es una estrategia y coartada para conseguir aislarlo y desacreditarlo ante el mundo”.

Pero Rusia, en el transcurso de esos años, logró irse recuperando en todos los terrenos. Así fue como ya en el 2008, sintiéndose mas fuerte y luego de hacer advertencias varias, su ejército invadió Georgia, de mucha frontera con aquel país. Lo hizo para evitar que el presidente pro occidental Mikheil Saakashvili reconquistara por las armas el territorio separatista georgiano de Osetia del Sur, un protectorado ruso. Si Saakashvili hubiera tenido éxito en la reunificación de su país fracturado, podría haberse acercado mucho más a su objetivo declarado de hacer de Georgia un candidato viable para unirse a la OTAN. 

Pese a esa señal muy clara respecto de que Rusia no iba a aceptar que la OTAN la rodeara, esta, capitaneada por los EEUU, siguió adelante buscando tener a dicha nación cercada con ejércitos. Apuntaron entonces a Ucrania como el próximo objetivo. Algo de mucho mayor riesgo para los rusos por la cantidad de población, por la extensa frontera con su país y por ser, junto con Polonia, el principal corredor militar terrestre desde Alemania. 

El 22 de febrero del 2014 las potencias occidentales promovieron un golpe de estado en Ucrania y reemplazaron al gobierno favorable a las relaciones con Rusia por uno amigo de aquellas; que de inmediato pidió sumarse a la OTAN y lanzó la represión con milicias filo nazis a los que apoyaban al gobierno depuesto. 

La respuesta del gobierno de Putín no se hizo esperar. Su ejército tomó la península de Crimea, donde está Sebastopol, la principal base naval rusa que opera en el mar Negro y el Mediterráneo desde 1783. Territorio aquel, que recién fue incorporado a Ucrania en 1954 por decisión del entonces presidente de la URSS Nikita Kruschev, donde el 60 % de la población sigue siendo rusa. 

Paralelamente, también en respuesta al golpe de estado promovido por los EEUU y la OTAN, apoyó el gobierno ruso a los opositores de Kiev en la región del Donbass, de las provincias de Donetsk y Lugansk. Y amenazó intervenir militarmente en Ucrania por primera vez.

Eso obligó al nuevo gobierno de este país a sentarse y negociar un acuerdo con Rusia. El mismo se firmó en la ciudad de Minsk, e incluía entre otras cuestiones un alto el fuego inmediato, el cese del hostigamiento del gobierno de Ucrania sobre las regiones pro rusas del país y sobre Crimea, la retirada de las milicias paramilitares y de los mercenarios amparados por aquel gobierno, como también ayuda económica para la reconstrucción de la región del Donbass. 

No obstante, a poco de andar el gobierno de Ucrania violó abiertamente este acuerdo y comenzó en forma sostenida a hostigar con militares y paramilitares (muchos de estos de clara filiación nazi, como se puede observar por sus proclamas y el uso en sus banderas de la cruz esvástica) a sus opositores prorusos. En el transcurso de estos ocho años hubo 14.000 muertos en la región independientista del Donbass.

Pero las cosas no quedan allí, en abril del 2021 el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, pide directamente y en abierta provocación a Rusia el ingreso a la OTAN. “Es hora de dejar de hablar y de tomar decisiones, porque no podemos seguir indefinidamente en la sala de espera”, les dice a los gobernantes de la alianza atlántica. Estos no le dicen que sí, pero tampoco que no.

A partir de ese momento la situación en la región se va tensando. El gobierno de Putín exige el respeto a los acuerdos de Minsk de parte de Ucrania, lo que no sucede. Como así también una declaración de los EEUU y la OTAN de que no sumaran a aquel país a dicha alianza militar, a lo que tampoco acceden. 

Producto de todo ello es que Rusia, primero reconoce la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk y luego, el pasado 14 de febrero, invade militarmente Ucrania. Con las siguientes exigencias expresadas por el presidente Putín: la “desmilitarización” y “desnazificación” del Estado ucraniano, la promesa de mantener su “estatuto neutro” en lugar de unirse a la OTAN y el reconocimiento de la independencia de Crimea expresada en el referéndum del 2014.

Agregando que la resolución del conflicto “solo era posible si los intereses de seguridad legítimos de Rusia eran tomados en cuenta sin condición”. Es decir, en concreto, si la OTAN abandonaba de una vez por todas la estrategia de rodearlos militarmente.

En resumidas cuentas, esas son las razones de la invasión actual de Rusia a Ucrania. Una medida claramente defensiva de su parte frente a una estrategia ofensiva y agresiva de las potencias de la OTAN con los yanquis al frente, de hace 30 años a esta parte. Que buscan encubrir, como es habitual, poniéndose de víctimas

Es por ello una vergüenza que el gobierno argentino acepte formar parte del coro de la comparsa acompañante de los EEUU y la OTAN (la alianza militar que en defensa de los intereses de las potencias que la integran participó de las guerras de agresión en Yugoeslavia, Irak, Afganistán y Libia), en común con la derecha vernácula. 

De la misma manera que debería caérseles la cara de vergüenza a aquellas fuerzas y dirigentes progresistas, de acá y otros lugares del mundo, que condenan a Rusia por defenderse de la agresión imperial, sin explicar qué debería haber hecho. ¿Acaso ponerse de rodillas y aceptar lo que le dicten para su futuro nacional los dueños de poder mundial?

Nosotros repudiamos, como lo hemos hecho siempre, la política imperial de los EEUU, sus aliados europeos y su brazo armado, la OTAN. Y reivindicamos el derecho de las naciones agredidas a defenderse. En este caso el de Rusia.

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