
“Pepito”, es el bodegón y parrilla a las brasas más antiguo de la Ciudad de Buenos Aires, nació en 1950 y posee una ubicación privilegiada, en la calle Montevideo a metros de la concurrida Avenida Corrientes. El nombre proviene del origen asturiano (Norte de España) del dueño original, Don Manuel Cardín. Fraternalmente lo llamaban “Pepito” o “Pepín”, un apodo muy común en la zona de Asturias.
El bodegón con historia, se caracteriza por servir porciones abundantes, se destacan las milanesas con distintos tamaños y para compartir. Su menú incluye, pastas, carnes a las brasas, empanadas, buñuelos de acelga, tortillas, rabas, puchero y otros platos típicos con sabor a casero, que definen la identidad de “Pepito”. Además, no cobran cubierto y cuenta con un menú sin TACC (libre de gluten). Por otro lado, todos los mediodías, ofrece un suculento menú ejecutivo con entradas principales a elección, bebida, postre o café.
El bodegón de gustos exquisitos
Un poco antes de la pandemia la familia Luque, tomó la batuta del tesoro gastronómico, y se encargaron de renovar y rescatar los orígenes de “Pepito”. Es importante destacar que el bodegón vio pasar a centenares de artistas, políticos, deportistas y personajes de la farándula de Argentina, entre lo que se destacan: Julio Chávez, Manuel García Ferré ( Creador de Hijitus y Anteojitos), Norma Aleandro, Leonardo Favio, Robert Duvall, Gerardo Sofovich, Carmen Barbieri, Los Nocheros, Alfredo Alcón, Osvaldo Laport, Luis Brandoni, Solita Silveyra, el cantante Rodrigo Bueno, y boxeadores como, Jorge “Roña” Castro, Oscar, “Ringo” Bonavena.
Además ex presidentes como Ricardo Alfonsín, Carlos Menem y Néstor Kirchner fueron asiduos clientes.
En “Pepito” uno de los platos más solicitados por los turistas locales e internacionales es el clásico, “Bife Malevo”, es un bife de chorizo con morrón a la parrilla, huevo, papas fritas y provoleta bien dorada.
Hernando Ochoa, la voz de los mozos históricos
Es uno de los grandes referentes de “Pepito” y desde 1990 forma parte del staff del personal. Ochoa lleva años dando su mejor sonrisa a los clientes y disfruta de ser testigo de lo que sucedió en el pasado en el bodegón, que cumplió 75 años de fundación en enero pasado.
–¿Cómo te sientes con el hecho de que el sitio es un clásico de la gastronomía porteña?
“Pepito” es mucho más que un bodegón, es como mi segunda casa. Después de tantos años, verlo cumplir 75 años y seguir siendo un clásico porteño me llena de orgullo. Es lindo sentir que uno forma parte de esta historia, de una familia que se fue armando con cada cliente, cada comida servida y cada momento compartido.
–¿Cuál es tu opinión respecto al auge de los bodegones?
Lo veo como una reivindicación de lo auténtico. La gente está volviendo a buscar ese sabor casero, los platos generosos, bien servidos, que transmiten calidez y tradición. Y en “Pepito” eso siempre estuvo presente, la abundancia, calidad y esa impronta porteña que nunca pasa de moda. Es un esfuerzo grande, pero es lo que nos identifica. Acá no se negocia con la calidad ni con la abundancia. Preferimos seguir usando ingredientes frescos y mantener ese sabor casero que nos caracteriza. La gente lo valora, porque sabe que siempre cumplimos.
–Una de las especialidades del sitio es el “Bife Malevo” muy solicitado por los visitantes. ¿Por qué es un ícono?
Esa es nuestra insignia porque reúne en un solo plato todo lo que representa la identidad del bodegón argentino. Se trata de un corte de 600 gramos de bife de chorizo, jugoso y bien porteño, acompañado de una provoleta, que para nosotros es casi un ritual: queso fundido y dorado, con ese sabor intenso, es un clásico que no puede faltar en una buena mesa argentina. Además, lo servimos con papas fritas a caballo, que tienen huevo frito arriba, tal como se comió toda la vida en las casas y bares porteños. Además se completa con morrón asado y cebolla asada, aportando ese toque de sabor ahumado, casero y un Timbal de arroz,que le da el equilibrio
perfecto. Lo más lindo es que es un plato pensado para compartir, como nos gusta a los argentinos, alrededor de la mesa, con amigos o en familia. Se volvió el ícono de Pepito porque quien lo pruebe, sentirá que está comiendo un plato hecho con pasión, con ingredientes de calidad y con ese espíritu bien de bodegón.
–Por el lugar han pasado muchos famosos. Durante tus 35 años de labor, ¿cómo ha sido la experiencia de ver pasar a tantas personas conocidas?
El ambiente que se vive en el bodegón es tan familiar que acá pueden venir personalidades muy conocidas y sentirse como en su casa. Por ejemplo, Onofre Paz, cantante de Los Manseros Santiagueños, se sentó a comer un arroz con pollo como si estuviera en la mesa de su hogar. Disfrutó de un plato clásico, casero y popular. También nos pasa con actores que, después de terminar una obra de teatro, caen en Pepito y entre risas y comentarios de lo que fue la función, se piden unas milanesas XL, y tienen una noche relajada, sin protocolos. No solo artistas, también políticos, deportistas y personalidades de todo tipo. Lo lindo es que todos se mezclan con la gente común y disfrutan igual, porque el bodegón tiene esa magia: “En la mesa somos todos iguales”.
–¿El cantante Rodrigo fue uno de los artistas que más anécdotas le dejó a Pepito?
Sí, fue muy querido y cada vez que venía, el restaurante explotaba. Las fans se agolpaban, los mozos corrían de un lado al otro… Fueron momentos únicos que hoy recordamos con mucha nostalgia y cariño.
–Pepito también tiene la opción de pescados. ¿Cómo percibes que han cambiado los gustos y los porteños se animan a incorporar estos platillos?
Antes el bodegón ofrecía pura carne, pero hoy la gente se abrió más y busca variedad. Por eso incorporamos pescados frescos, siempre con la misma filosofía de dar buena materia prima y sabor casero y tuvo una gran aceptación.
–En cuanto a tu forma de trabajar, se conoce que eres muy conocido además porque ofreces una sonrisa desde que empieza tu jornada hasta que concluye. ¿Cuál es el secreto?
El secreto es simple es que me gusta lo que hago y me siento parte de una familia. Cuando uno trabaja en un lugar así, donde la gente viene contenta a disfrutar, la sonrisa sale sola.
–Otra de tus virtudes, es que no utilizas bandejas para servir. Lo llevas todo en tus manos y antebrazos, tal cual fueses malabarista.
Es verdad. Con los años uno va agarrando maña y para mí es parte de dar un servicio cercano, más humano. Es un detalle, pero me gusta que la gente lo note.
–¿Es cierto que nunca cuentas la propina hasta terminar tu turno?
Sí, porque para mí primero está el trabajo, el servicio y al final del día uno recién se ocupa de eso. Lo importante es que la gente se vaya contenta.
–En cuanto a los turistas, ¿qué percibes de ellos?
Ellos se sorprenden mucho, porque no esperan encontrar un lugar tan auténtico en pleno centro. Se maravillan con las porciones, con la calidad y sobre todo con el ambiente familiar. Muchos vuelven cada vez que pasan por Buenos Aires.
–¿Cuál es la satisfacción más grande que has tenido de trabajar en Pepito?
La satisfacción más grande es ver a generaciones enteras venir al restaurante, abuelos que traen a sus hijos y esos hijos que después traen a los nietos. Eso te dice que algo se está haciendo bien. Ese orgullo, de ser parte de la vida de tanta gente, es lo que más me llena.