
Investigadores del Centro de Investigaciones en Química Biológica de Córdoba (CIQUIBIC), dependiente del Centro Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), descubrieron que los tumores conservan la capacidad de seguir un ritmo circadiano. A partir de este hallazgo lograron afinar el uso de drogas en momentos específicos del día, lo que derivó en mejores resultados y menos efectos adversos.
La luz, la retina y el cerebro también cumplen un papel clave en la sincronización de los tiempos del cuerpo. En ese sentido, el reloj biológico funciona como un director de orquesta, es decir, desde una estructura diminuta en el cerebro coordina miles de procesos internos.
En esa línea, los investigadores argentinos comenzaron a cuestionar si ese sistema continúa funcionando en células enfermas como las tumorales. La respuesta, tras años de trabajo, fue afirmativa. Gracias a esta novedad la ciencia está ante una oportunidad importante para repensar los tratamientos más agresivos.
A través de un comunicado, el investigador del CONICET y director del CIQUIBIC, Mario E. Guido, explicó: “La luz detectada por la retina envía información lumínica, del día y la noche, al núcleo supraquiasmático, y desde allí, diversas señales sincronizan los relojes periféricos, ubicados en distintos órganos, tejidos y células del organismo”.
Teniendo en cuenta esto, el grupo que lidera el científico se centró en estudiar cómo el sistema circadiano modula el metabolismo celular y el curso de enfermedades como el cáncer.
El horario como herramienta terapéutica
En este sentido, la línea de investigación se centró en determinar si el momento de administración de un fármaco puede influir en su efectividad. En ensayos realizados con células tumorales cultivadas y en tumores de ratones, se observó que los efectos del tratamiento variaban según la hora del día.
En consonancia, el científico Mario E. Guido señaló: “Tener en cuenta el horario de administración de los fármacos puede ser una gran herramienta para optimizar la eficacia del tratamiento”.
Según detalló el experto, los resultados mostraron variaciones en la sobrevida de los animales y en la aparición de efectos secundarios, en función del momento del día en que se administraban los medicamentos.
En la misma línea, las drogas no siempre actuaban de igual manera: en ciertos momentos resultaban más efectivas, mientras que en otros generaban mayores efectos colaterales. Cabe destacar que este hallazgo fue publicado en la revista Cellular and Molecular Life Sciences, del grupo Nature.
Este campo de estudio forma parte de la cronobiología, una disciplina que investiga cómo los ritmos internos del cuerpo impactan en la fisiología y el comportamiento.
Para Guido, comprender el funcionamiento de los relojes celulares permitiría no solo aumentar la efectividad de la quimioterapia, sino también reducir las dosis necesarias y sus efectos adversos. “El reloj maestro se podría interpretar como un director de orquesta, en la cual los músicos representan los relojes periféricos”, comparó Guido.
En su trayectoria científica, Guido comenzó investigando el metabolismo de la retina frente a la luz. Luego, durante su posdoctorado, se dedicó al estudio de los núcleos supraquiasmáticos en animales nocturnos. Estos núcleos, ubicados en el cerebro justo por encima del quiasma óptico, son los encargados de coordinar la actividad diaria del organismo a partir de la información lumínica que llega desde la retina.
“La retina envía información visual al cerebro, que no solo procesa las imágenes, sino que también detecta la luz que ajusta el reloj biológico todos los días y controla otras funciones no asociadas directamente a la visión, como el reflejo pupilar y la inhibición de la hormona nocturna melatonina”, precisó Guido. La clave del ritmo diario reside en cómo el cerebro interpreta el ciclo luz-oscuridad y lo comunica al resto del cuerpo.
Guido destacó que “a través del núcleo supraquiasmático, el cerebro avisa a todo el cuerpo si es de día o de noche, si es hora de estar despiertos, de comer o incluso de regular la temperatura corporal”.
Con el tiempo se descubrió que no solo el cerebro posee este tipo de relojes: “Ahora se sabe que en órganos periféricos como el corazón, el hígado, los intestinos, los músculos y casi todas las células individuales existe la capacidad de medir el tiempo”, afirmó.