Durante años los economistas mediáticos de derecha descalificaron los procesos políticos que no eran de su agrado con la frase «falta un plan económico». De ese modo, pretendían erigirse como autoridades en la materia, expertos en soluciones transmitidas con voz seria por la televisión.
Sin embargo la historia demuestra que cada vez que hubo un plan con nombre propio terminó mal para el pueblo en Argentina.
El Rodrigazo en 1975, durante el gobierno de Isabel Perón; el Plan Austral en 1985, con Raúl Alfonsín y el Plan de Convertibilidad en 1991, con Carlos Menem, son ejemplos de la creatividad al servicio del ajuste eterno.
Acaso esas experiencias hayan llevado a que no haya habido más nombres propios en los planes, lo que no implica que no hayan tenido progenitores. Pero nadie ha querido patentar algo que tiene muy altas chances de terminar en fracaso.
La misma esquema sentencia puede aplicarse a este momento: es un Gobierno sin plan político y con serias inconsistencias en su plan económico. Esto en la idea de aceptar que hay algo como tal, que a pocos meses de andar hay tenido retrocesos en sus enunciados, con la única consecuencia conocida de los planes de ajuste: caída de la actividad (recesión), con una veloz y salvaje transferencia de ingresos hacia los cada vez más pequeños y poderosos sectores concentrados de la economía.
¿Cómo va a recordar la historia el Plan Milei?
El Presidente dijo en una de las entrevistas que concede a su círculo de periodistas de confianza que la Ley Bases, saliera aprobada o no, era un «hito» de su Gobierno. La referencia era a que se trata de una etapa, el cierre de un «proyecto», como si se tratara de un objetivo a cumplirse y sin que se sepa exactamente cómo se sigue después de eso. Un gobierno si plan para el día después.
En ese contexto, había dicho que todo su gabinete estaba en «revisión», a tono con la mirada empresarial de trabajar por objetivos.
Finalmente lo que puso en acción la revisión/despido de su funcionario más importante fue una serie de hechos que transitan entre el ostracismo, los rumores y la falta de transparencia informativa.
¿Cuál fue el detonante de la salida de Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete?
Una de las hipótesis que circulan es la de un proceso desbocado de espionaje interno, claramente prohibido por ley, que habría escalado a niveles intolerables para el Presidente.
Lo que no puede dejar de advertirse en ese supuesto, es que la responsabilidad final de la producción y gestión de la Inteligencia es exclusiva del Presidente de la Nación, a quien reporta la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Pero sucede que Javier Milei no delega temas, lo que resultara lógico, toda vez que una persona no puede encargarse de todos los asuntos del Estado.
Milei se desentiende, que no es lo mismo que delegar.
Aunque en el caso del supuesto espionaje que se le atribuye a Posse, que en su despido arrastró a Silvestre Sívori, titular de la AFI, caben dos posibilidades.
Una es que el exjefe de Gabinete haya emprendido acciones por su cuenta, lo que implica de mínima un grado de incumplimiento de los deberes de funcionario público por parte del propio Milei, que no puede escudarse en el desconocimiento.
La otra opción es que el espionaje, de haber existido, haya sido ordenado o al menos permitido por Milei y que todo se fue de cauce, ya que en la interna aparecen involucrados Karina Milei y Santiago Caputo.
La hermana del mandatario ocupa la Secretaría General de la Presidencia y Caputo es asesor, sin que se conozca exactamente el alcance de sus funciones.
Los movimientos en el Gabinete de Javier Milei
La salida de Posse y su reemplazo por Guillermo Francos (que conserva el área de Interior, pero con rango de Secretaría), es el pico más alto en menos de seis meses de gestión de crisis institucional.
Es el ejemplo más acabado de las enormes dificultades para transitar el Gobierno que ha tenido Milei, en un organigrama que nunca se llegó a completar y que ya tiene una treintena de funcionarios que no continúan en sus cargos.
Muchos de ellos del ministerio de Capital Humano, que conduce Sandra Pettovello. Otro de los nombres cuya renuncia se agita por estos días, envuelta en la trama de ocultamiento y negación de los alimentos que se guardaron sin repartir, al borde del vencimiento.
Los próximos días tendrán además, ya con Milei de vuelta en el país luego de su gira privada y el paso por El Salvador, para la reasunción de Nayib Bukele, la continuidad de la política en las sedes tribunalicias.
El supuesto esquema de espionaje y el tema de los alimentos guardados, al igual que posibles sobresueldos en el ministerio de Pettovello, son también desafíos de la gestión de Milei.
El Congreso también será eje, con sesiones especiales pedidas por la oposición en Diputados para tratar movilidad jubilatoria, presupuesto universitario y restablecimiento del Fondo de Incentivo Docente (Fonid).
En el Senado continuará el derrotero de la Ley Bases, en el juego de la negociación por el cual el Gobierno concedió algo para no perder todo, pero logró mantener el cuerpo que le interesaba de un proyecto de carácter colonial, con consecuencias dramáticas para la sociedad.
La calle, siempre la calle, con su péndulo permanente entre la resistencia popular y la necesidad de la construcción de una alternativa política, oscila entre los focos organizados y las respuestas «espontáneas» de una moneda que está en el aire.