viernes 26 de julio de 2024

Un lugar soleado para gente sombría, cuando el terror y lo fantástico irrumpe lo cotidiano

La escritora argentina Mariana Enríquez regresa al cuento con doce relatos atravesados por presencias fantasmales, la dictadura, la marginalidad, y los secretos. El miedo, el asco y la incomodidad se apoderan de quien se sumerge en este mundo perverso.
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Mariana Enríquez realizó una gira por España para presentar su nuevo libro. Crédito: Instagram Mariana Enríquez.

Tras publicar Porque demasiado no es suficiente, la obra autobiográfica que narra su historia de amor con la banda Suede, Mariana Enríquez regresa con Un lugar soleado para gente sombría. El libro, editado por Anagrama, reúne doce cuentos que llevan a cuestionarnos, provocan miedo, asco, incomodidad, pero jamás dejan indiferente a quien se sumerge en este universo retorcido.

El arte de tapa, “La cama inglesa” de Guillermo Lorca, nos adentra en él. Ese gran felino que lame la cabeza de una niña, mientras posa su mirada amenazante en uno, crea una atmósfera escalofriante que representa a la perfección la sensación de peligro que recorre varios de estos relatos.

Para construirlos, Enríquez vuelve a servirse de sus obsesiones e influencias. Sin embargo, evita caer en escenas obvias con destreza y solidez. Abraza los mitos populares del noreste argentino, se nutre de misterios, retoma viejos temas y sorprende con nuevos. Muertos que vuelven, el fantasma de la dictadura, el body horror, lo inhumano, el espiritismo, y el Mal, se apoderan de la cotidianeidad y en muchas ocasiones nada vuelve a ser igual.

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Enríquez contó en sus redes sociales que el nombre lo descubrió en una nota acerca de los Rolling Stones y la grabación de Exile on main St. Crédito: Instagram Mariana Enríquez.

Una de sus mayores influencias es el maestro contemporáneo del terror Stephen King, con quien comprendió que el género podía tomar componentes sociales para crear historias espeluznantes. Es así que la escritora suele abordar problemáticas como los Golpes de Estado, la miseria, la violencia machista y sexual, la violencia institucional, entre otras. Con su pluma afilada retuerce estos elementos hasta convertirlos en relatos aún más perturbadores.

Por esta razón no resulta novedoso que, al igual que su antecesor libro de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego, el relato inaugural tenga su dosis de crítica y realidad social. En “Mis muertos tristes” el escenario es un barrio de Buenos Aires donde el peligro crece de la mano de la pobreza, el paco, las balas, los robos y los secuestros exprés. En este contexto feroz y cruel, también surge una invasión de muertos que regresan. De todos ellos, será el fantasma de un adolescente quien trastorne el lugar y la conciencia de sus impiadosos habitantes.

“Bajo el odio en su mirada de fantasma, Matías tenía el miedo impregnado, la adrenalina de su última noche cuando, además de morir, supo que estaba solo, que nadie iba a ayudarlo ni siquiera marcando un número de teléfono, que estaba rodeado de verdugos sin capucha, escondidos tras máscaras de clase media y buena vecindad”.

Ojos negros” y “Un lugar soleado para gente sombría” también tienen como telón de fondo la marginalidad. En el primero, una mujer reparte alimentos a gente sin techo mientras narra la violencia y los riesgos latentes de la calle. Pero un día conoce la verdadera amenaza de la manera menos pensada. “Esa noche se había abierto el infierno y él, aunque con menos certeza que yo, se daba cuenta”

En el relato que da título al libro, una periodista se dispone a escribir sobre los rituales que se realizan frente al tanque de agua del famoso Hotel Cecil, donde Elisa Lam fue hallada sin vida en circunstancias que aún hoy, 11 años después, despiertan las más diversas teorías. En las afueras del complejo, los adictos transitan por la vía pública como espectros y remueven los traumas de la protagonista. “Elisa se pudrió flotando y los huéspedes la bebieron”.

Si hay algo que sabe hacer la reina del terror latinoamericano es penetrar la mente del lector para dibujar en ella imágenes inquietantes y macabras. En “Los pájaros de la noche” despliega su habilidad para revolver el estómago al presentar una narradora cuya piel se pudre lentamente mientras que las moscas hacen nidos en sus labios carentes de sensibilidad. Las leyendas del Paraná son el complemento ideal de esta historia que sigue a dos hermanas marcadas por la enfermedad. 

“Caminar por la orilla del Paraná y ver una bandada de pájaros es imaginarse rodeada de mujeres reprendidas, metamorfoseadas contra su voluntad, rogando volver a ser humanas. Escuchar los cantos de los pájaros, cuando el calor no deja dormir, es un concierto de llantos viudos y de injusticia.”

En el mundo de Mariana la cuestión de los cuerpos es recurrente; ellos hablan, son protagonistas. La enfermedad y el deterioro físico son miedos que le pertenecen y que acá explora como nunca antes. En “La desgracia en la cara” las facciones de una mujer comienzan a borrarse por una supuesta parálisis. “Contar la historia, pensó Diego. La tenía en la carta, pero era mejor si la ponía en palabras”.

En “Julie”, una joven tiene sexo con espiritús y se niega a tratarse porque son los únicos que no aborrecen su cuerpo obeso. Me convertí en un monstruo, pero igual me quieren

La protagonista de “Metamorfosis” atraviesa la premenopausia y toma una decisión extrema para volver a sentirse dueña de su cuerpo tras sufrir cambios incontrolables y ser sometida a una cirugía. “Habla de climaterio, palabra que me suena a flores preservadas en invernadero antes de la muerte”.

En “La mujer que sufre”, el personaje principal experimenta un cruce dimensional y es testigo del dolor de una desconocida que empieza a repercutir en su vida. “No me contagies, pensó. Mi vida es chiquita”.

: Un lugar soleado para gente sombría, cuando el terror y lo fantástico irrumpe lo cotidiano
La autora argentina se encuentra trabajando en su próxima novela. Crédito: Instagram Mariana Enríquez.

Hay relatos donde el presente se entrelaza con las atrocidades del pasado. Historias que tienen lugares con memoria y la sombra de la dictadura como columna vertebral. En “Cementerio de heladeras”, dos viejos conocidos deben enfrentarse a sus decisiones cuando un secreto oscuro amenaza con salir a la luz. “Es fácil llamar a lo que hicimos un accidente si olvidamos nuestra actuación posterior, las mentiras, el silencio”

En “Los himnos de las hienas”, una pareja hace turismo por el ex centro clandestino de detención de un pueblo y pronto descubren que el abandono es sólo apariencia.

“Se reían y aullaban, pero el coro tenía cierto sentido estético horrible, funerario, la anticipación de una jauría infernal que tiene la obligación de no dejarte escapar y que lo disfruta con locura”.

Completan la obra “Diferentes colores hechos de lágrimas” y “Un artista local”. En el primero, las dueñas de un local de ropa vintage son contactadas por un peculiar cliente dispuesto incluso a regalar verdaderas joyas de la moda, pero la belleza de las prendas oculta la cara de un mal social que crece cada vez más en la Argentina. “Dijo que yo había ido hasta la casa del viejo raro, me tocaba a mí el primer premio”.

El anteúltimo relato sigue a una pareja que alquila por un fin de semana una casa en un pueblo con habitantes que despiertan su desconfianza. A ello se suma la extraña adoración que estos tienen por el pintor del pueblo. “[…] vos decís que no me tratás de loco, pero lo estás haciendo, y nada de esto es neurosis”.

En sus cuentos, Enríquez borra las fronteras geográficas. Ya sea en el Conurbano bonaerense, Capital Federal o alguna ciudad estadounidense, existen cosas de las que nadie está a salvo. 

Hay quienes pueden criticar que la autora deja algunos cabos sueltos, pero  con esto logra lo que tal vez sea uno de los mejores efectos de su obra: dar rienda libre a la imaginación para completar aquellos huecos con temores propios y enfrentarnos al lado oscuro de nuestra naturaleza. 

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La autora durante una de las funciones de «No traigan flores», una experiencia performática en la que leyó textos inéditos. Crédito: Instagram Mariana Enríquez.

La chica gótica que se convirtió en una rockstar de la literatura

Mariana Enríquez nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1973, pero creció en Valentín Alsina, Lanús. A sus 9 años se mudó junto a su familia a La Plata, ciudad en la que estudió la carrera de Periodismo y Comunicación Social. En la actualidad, además de dedicarse a la escritura, ejerce como periodista y se desempeña como docente universitaria. 

A sus 17 años escribió Bajar es lo peor, su primera novela. En ella se sigue a una juventud atravesada por las adicciones, las carencias y los amores en una Buenos Aires cruda, fiel retrato de la agitada década de los 90. La ópera prima se publicó recién en 1995, y hoy se considera una obra de culto. 

En 2009 publicó su primer libro de cuentos, Los peligros de fumar en la cama, y en 2016 lanzó su segunda colección de relatos, Las cosas que perdimos en el fuego. Ésta fue éxito en ventas, se tradujo a más de quince idiomas y le concedió su primer premio.

En 2019, con la novela Nuestra parte de noche terminó consagrándose como una de las voces latinoamericanas más importantes del momento. Gracias a ella, The New York Times la catalogó como una “rockstar de la literatura”.

Elogiada por figuras como Leila Guerriero, Patti Smith, Alan Moore y el Premio Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro, Enríquez continúa cosechando seguidores en todas partes del mundo. Ahora, con el lanzamiento de “Un lugar soleado para gente sombría” demuestra por qué éste es el género literario que le valió su fama internacional. 

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