En 2014, Cristina Peri Rossi publicó “Julio Cortázar y Cris”, un homenaje a su íntimo amigo en el centenario de su nacimiento. A fines de 2023, la reedición del primer trabajo autobiográfico de la autora llegó a las librerías de la mano de la editorial Menoscuarto.
En las primeras páginas la poeta uruguaya recuerda que “el amor es asunto de palabras”, frase que escribió en su exilio y que sirve para representar la esencia de este libro. Con fragmentos de cartas, recuerdos y anécdotas, revela la intimidad de una amistad intensa marcada por el cariño, el humor, la admiración mutua y la complicidad.
Aquel vínculo comenzó en 1972 con una carta con destino a Marcha, semanario de Montevideo, Uruguay, en el que Peri Rossi se desempeñó como colaboradora. Tras leer “El libro de mis primos”, Cortázar decidió escribirle a una autora que hasta entonces desconocía, pero cuya obra tenía extrañas similitudes con una novela en la que trabajaba. Sin embargo, empujada por el contexto político, ella había huido de su país hacía un año.
El escritor y periodista Hugo Alfaro, redactor del semanario y único conocedor del refugio semiclandestino de la activista, fue quien le hizo llegar la carta a Barcelona. Emocionada por recibir correspondencia de Julio, a quien admiraba, la novelista le respondió de inmediato, contándole sobre el recorrido de la epístola y la suerte de que la recibiera su confidente.
“El azar no existe, es una de las formas que tenemos de encontrarnos o separarnos. […] le voy a dar las gracias a Hugo Alfaro o como se llame la forma que tiene el azar de tejer los hilos”, contestó Cortázar. Ese fue el inicio de una serie de intercambios escritos que luego de dos meses dieron paso a su primer encuentro en París.
Entre París y Barcelona
La cita fue en la Gare de Austerlitz, una estación de ferrocarril. Al llegar, Cristina se encontró con Cortázar, a quien describió como “altísimo, flaco, desgarbado” y después apodó “piernaslargas”. Décadas más tarde reafirmaría lo que alguna vez dijo Juan Rulfo sobre el autor de “Rayuela”: “Tiene un corazón tan grande que Dios necesitó fabricar un cuerpo también grande para acomodar ese corazón suyo”.
A partir de 1975, la mayoría de sus encuentros sucedieron en Barcelona. Entre conversaciones, narraciones de sueños y deseos, paseos, viajes por placer, y exilios, fue consolidándose una amistad que duró poco más de una década.
Compartían intereses como la literatura, la música, el cine, pero sobre todo eran apasionados por los dinosaurios y los caleidoscopios. Tal es así que muchos de los obsequios que se hacían al viajar se relacionaban con estos dos últimos.
Y, como se mencionó, también los unía la admiración que sentían uno por el otro. Sin embargo, la amistad no escapó de los sentimientos amorosos y el interés romántico. Julio se sentía atraído por Cristina, pero no fue correspondido ya que tenían algo más en común: el amor por las mujeres. Producto de aquel deseo que jamás pudo satisfacer, le escribió y dedicó sus mejores poemas.
Acostumbrada a ser la poeta y no la musa, la autora se sumergió en emociones contradictorias. “Maldito Julio, ¿por qué me habías elegido precisamente a mí, una sentimental, una romántica, como el objeto de tu dolor?”, le reprochó. Tiempo después le dio su permiso para publicarlos. Los poemas terminaron incluyéndose en “Salvo el crepúsculo”, obra póstuma del escritor.
“Creo que no te quiero,
que solamente quiero la imposibilidad
tan obvia de quererte
como la mano izquierda
enamorada de ese guante
que vive en la derecha”.
–Julio Cortázar
Julio Cortázar, el inmortal
Cuando Cortázar enfermó, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) aún no tenía diagnóstico. Peri Rossi cuenta que, antes de enfermar, Julio recibió una gran transfusión sanguínea en un hospital francés, como consecuencia de una hemorragia estomacal. Ya después de su muerte, se reveló que por años se utilizaron partidas de sangre contaminada en el país. La autora explica que el escándalo derivó en la renuncia del entonces ministro de Sanidad de Francia, Laurent Fabius.
Como narra la poeta premiada, con frecuencia rememoraban juntos los versos de César Vallejos: “Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo”. Y así fue, el escritor falleció durante la lluviosa mañana del 12 de febrero de 1984 en la emblemática ciudad francesa.
Pero también recuerda las numerosas ocasiones en las que él le decía ser inmortal. El cuentista creía que la muerte era otro estadio, teoría que abrazaría después su íntima amiga. La conexión que los unió fue tan profunda que a décadas de su fallecimiento, Cristina aún lo recuerda y le escribe como si pudiese leerla. “Julio está más vivo para mí que la mayoría de las personas que conozco”, confiesa la autora de “La insumisa”.
A lo largo de 130 páginas, Peri Rossi describe con su pluma exquisita a un Julio Cortázar amigo, romántico, seductor, optimista, divertido, y cercano a sus lectores. Del mismo modo deja ver su lado melancólico, políticamente comprometido, exiliado, y ajeno a una masculinidad incapaz de expresar sentimientos y mostrarse vulnerable.
Él se sabía eterno, inmortal. A casi 40 años de su muerte, la trascendencia de su obra, el amor y la fidelidad de sus lectores, demuestran que el gran cronopio -como lo llama su amada amiga- no se equivocaba.