Este martes, la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de los Estados Unidos, Victoria Nuland, dimitió de su cargo. “Toria”, como la reconocían al interior de la diplomacia, tuvo una extensa carrera en el Departamento de Estado, caracterizada por una impronta agresiva que influyó en diversos conflictos en los que su país estuvo involucrado en las últimas tres décadas, sobre todo en Ucrania.
Nota al Pie analiza el perfil de Nuland en relación con la crisis internacional de poder, la posibilidad de una nueva relación entre Washington y Moscú, y las disputas internas dentro de la élite estadounidense.
“Toria” y una renuncia inducida
En un contexto internacional en el que las fuerzas ucranianas están en retirada, lo que pone en peligro las perspectivas de la OTAN; el paquete financiero demócrata para Kiev está estancado y las posibilidades electorales de Joe Biden son cada vez más limitadas, Victoria Nuland anunció su renuncia.
En ese contexto, su reemplazo temporal tras su jubilación será John Bass, ex embajador en Afganistán, quien actualmente ocupa el cargo de subsecretario de Estado de Gestión. En una declaración con cierta ironía, su superior, Antony Blinken, afirmó que “es el liderazgo de Toria en Ucrania lo que los diplomáticos y estudiantes de política exterior estudiarán en los próximos años”.
Además, el propio Blinken le reconoció su capacidad para contrarrestar a Vladímir Putin en Ucrania al “organizar una coalición global para garantizar su fracaso estratégico”, una calificación cuestionable si se considera el repliegue de la OTAN y sus aliados en Europa del Este.
Nuland, la tercera diplomática estadounidense de mayor rango, fue el blanco de numerosas críticas por su visión agresiva y destemplada en derredor de Europa. Responsable de dirigir la política exterior en el continente europeo en los años de Barack Obama, “Toria” promovió una estrategia profundamente injerencista que bloqueó cualquier intento de diálogo por parte de funcionarios europeos con Moscú.
Diversos medios de comunicación norteamericanos aprovecharon la ocasión para debilitar su figura. The Guardian expresó que, a diferencia de lo que promovió Washington y la OTAN, Europa Occidental no está interesada en escalar la guerra en Ucrania sino, por el contrario, buscar una solución pacífica que garantice la reconstrucción ucraniana.
En ese sentido, se desestimaron las declaraciones de Nuland a la CNN de hace unas semanas, donde deslizó la intención de “apretar la soga” contra Putin. Un escenario que, según el periódico estadounidense, no tendría la oportunidad de construirlo en tanto se desempeñe en el Departamento de Estado.
En tanto, The Washington Post rememoró el momento en que el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergey Lavrov, felicitó al por entonces secretario de Estado de EE.UU, John Kerry, por “deshacerse de esa mujer”.
Nuland, un kamikaze del Deep State
En su reciente entrevista con Tucker Carlson, Putin atribuyó la obsesión de la élite estadounidense por el dominio internacional al diseño estratégico de la CIA. En coordinación con altos funcionarios del Departamento de Estado y de la OTAN, la decisión de política exterior de propinarle una “derrota estratégica” a Rusia quebró cualquier posibilidad de acuerdo entre la diplomacia de Moscú y las potencias de la Unión Europea.
Después de los Acuerdos de Minsk, celebrados entre Francia, Alemania, Polonia y Rusia tras el Euromaidan, fue este conglomerado el que ejecutó el golpe armado contra Víktor Yanukóvich y entrenó al batallón Azov en la región rusófona del Donbáss.
De hecho, Victoria Nuland fue involucrada como artífice de la instalación de laboratorios para desarrollar capacidades de guerra biológica, bacteriológica y nuclear en localidades como Mariupol. En esa misma línea, se encuentra la advertencia que “Toria” realizó el 27 de enero de 2022, un mes antes del inicio de la Operación Militar Especial, en el marco de una sesión informativa del Departamento de Estado de EE.UU.
En aquel momento, Nuland admitió que sabotearían el gasoducto Nord Stream II en caso de que Rusia defina invadir Ucrania. María Zakharova, su homóloga en Moscú, ratificó la intención conjunta de Washington y la OTAN de desconectar a Rusia de la Unión Europea en materia energética.
Por otro lado, la trayectoria de “Toria” en la política exterior demócrata tiene diversos antecedentes de esta índole en el espacio postsoviético, Medio Oriente y el Magreb africano. En 2014, generó una gran polémica que involucró a la Casa Blanca cuando se filtró una llamada telefónica en la que le dijo al embajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey Pyat, “Que se joda la UE” mientras el Euromaidan estaba en curso.
Además, la ex subsecretaria de Asuntos Políticos desempeñó un papel decisivo durante la intervención de Obama en Libia y en Siria, así como en la gestión de las tropas estadounidenses en Afganistán. Sus desacuerdos con Donald Trump por su intento de suavizar la relación con Putin también fueron públicos.
El fracaso de la estrategia globalista en el espacio post soviético
Diplomática de carrera desde los tiempos del republicano George W. Bush, Victoria Nuland representó el ala más radical del globalismo financiero, que confronta con la fracción continentalista al interior de Estados Unidos. La Invasión de Yugoslavia en 1999; la guerra en Irak y Siria; la Guerra de los Cinco Días en Georgia en 2008; la Intervención militar en Libia en 2011; y el Euromaidán en 2014, así como la confrontación a partir de 2022, son algunos hitos militares que se definieron bajo su influencia.
En ese contexto, el declive del liderazgo estadounidense como hegemonía global quedó en evidencia a partir de su lento retiro en Oriente Medio y, sobre todo, su fantasía política por derrotar a Rusia en Ucrania.
La derrota en Bakhmut, como punto de quiebre de la fracasada contraofensiva ucraniana, representa el desplome de la triada conformada por el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, Blinken y Nuland. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta finales de la década de los 90, la élite estadounidense solía superar cualquier contradicción interna cuando se trataba de conflictos en ámbito exterior.
Sin embargo, hoy en día, la confrontación entre continentalistas y globalistas escaló a tal punto que Estados Unidos no solo enfrenta reveses militares en varios frentes, sino que tampoco logra alcanzar acuerdos políticos para financiar a la OTAN.
En ese marco, el precandidato por el Partido Republicano, Donald Trump, se ofreció como mediador para resolver la cuestión ucraniana, al mismo tiempo que se distanció del grupo belicista Tea Party, que todavía influye sobre los republicanos en el Congreso.
A propósito, el propio director de la CIA, William Burns, planteó el pasado 7 de febrero que Estados Unidos “ya no disfruta de una primacía indiscutida”, expresando que el Estado Profundo estadounidense diagnostica el declive unipolar en los asuntos internacionales.
A una semana del discurso de Putin en la Asamblea Legislativa, en la que expresó su interés en dialogar con Washington para alcanzar la “estabilidad estratégica”, el Departamento de Estado norteamericano está acelerando cambios a nivel institucional.