Alejandra Parotta y María Luján Lloves se animan a escribir sobre algo que la mayoría evita: el dolor. Sin embargo, sintieron la necesidad de abordarlo desde la ausencia de despedidas provocada por el aislamiento por COVID-19. De esta manera se preguntan: ¿Cómo impactó la falta de adiós a les seres querides?
Para responder a dicho interrogante, escribieron un artículo acerca de la importancia del ritual colectivo en el duelo y reflexionaron sobre la importancia del personal de salud que puso el cuerpo durante esos momentos. Además, proponen crear un espacio de contención, donde se compartan experiencias y testimonios para transformar este dolor individual en un abrazo colectivo.
Esta iniciativa da lugar para hablar del duelo como ritual social, el cual nace en el hecho de encontrarse para compartir el dolor que significa despedir a un ser queride. En este contexto, fue el personal de salud quienes acompañaron a les pacientes en sus últimos momentos de vida.
“Lejos de cuestionar lo ocurrido a nivel de medidas y disposiciones, nos proponemos reflexionar sobre lo sucedido a nivel sociocultural y subjetivo; en tanto la pandemia por Covid 19 que atravesamos mundialmente a partir del mes de marzo del año 2020, modificó profundamente la vida en su conjunto, los hábitos, las costumbres, la economía, los lazos sociales, la existencia”, escribieron.
Entre todo aquello que se vio modificado durante el confinamiento, estuvo la muerte. Estuvieron prohibidas las ceremonias, pero peor aún muchos no tuvieron la posibilidad de ver por última vez a un ser querida.
Sobre este punto, las autoras se detienen: “Podríamos plantear la hipótesis del trauma para definir la circunstancia de las muertes en periodo de pandemia. En tanto la ausencia de tramitación de dicha despedida y de los rituales que permiten simbolizar algo de lo real, poner palabras, entender y compartir en comunidad ese adiós; podría haber dejado un agujero, un vacío, algo sin cerrar”.
En ese sentido, Parotta y Lloves sostuvieron que “los rituales fueron los grandes ausentes». “Las flores, los abrazos, los besos, los cuerpos enlazados para inscribir ese hecho en nuestra subjetividad , en nuestra memoria y en nuestra historia. El duelo, definitivamente, es social y siempre es colectivo”, afirmaron.
Esa ausencia de despedida y el duelo en soledad, lleva a preguntarse, ¿cómo hacer de ese dolor individual un punto de encuentro colectivo?
En diálogo con Nota al Pie, Alejandra planteó la necesidad de expresarlo en palabras.
“La escritura es parte de salir de ese anonimato”, explicó. A eso agregó que es necesario “poner nombre y apellido a esas vidas que ya no están, enlazarlas a su linaje, registrar, inscribir y nombrar una y otra vez hasta cerrar la herida abierta”.
“De esta forma podríamos comenzar el camino de elaboración y sanación a nivel social de lo ocurrido”, afirmó.
Parotta aclara que la falta de despedida no es una crítica a las autoridades. “Se entiende que tomar decisiones en un contexto tan extremo fue difícil, esta iniciativa es para poder pensar cómo hacer ahora para sanar aquello que ocurrió”, señaló.
Otra de las grandes deudas, para las autoras de la iniciativa, es el reconocimiento al personal de salud. “No hubo, en ningún sentido, un reconocimiento a las personas que pusieron el cuerpo. Ni siquiera salarial, ni de ningún otro tipo”, sostuvieron.
En esa línea, la entrevista resaltó que no debe perderse de vista que fueron quienes dieron la mano, secaron lágrimas y vieron de cerca las consecuencias reales de la pandemia.
Aunque la muerte es la única certeza que tenemos como seres humanos en un mundo de infinitas posibilidades, cuando ocurre en el seno familiar no sabemos cómo lidiar con ella.
En este sentido, las autoras señalan: “Nadie sabe qué decirle a ese niñe que vuelve a la escuela luego de la muerte de su madre, o quien regresa a su lugar de trabajo, tras la muerte de su hije o pareja”. “Nos hacemos eco de un silencio complotado socialmente, que cala hondo en el sentir más íntimo y profundo de quienes lo atraviesan”, expresaron.
Por esta razón, decidieron crear un espacio que permita convertir el dolor individual en algo colectivo. Se trata de un canal para abrazarse como comunidad.