lunes 29 de abril de 2024

Chaco: la agroecología que asoma entre la sojización, la ganadería y los desmontes

La radiografía agropecuaria de Chaco muestra tres décadas de agronegocio como política de Estado, con desmontes, desalojos e impactos sanitarios por los agrotóxicos. Las experiencias agroecológicas muestran un paradigma diferente, de producción de alimentos sanos y con protagonismo de comunidades campesinas e indígenas.
1 DESTACADA Ilustracion Sebastian Damen
Crédito: Ilustración Sebastián Damen, Agencia Tierra Viva.

“La tierra del Chaco, quebrachera y montaraz” a la que le cantó Ramón Ayala, en su inmortal El cosechero, ya no existe. El quebracho colorado, emblema identitario de los bosques chaqueños, quedó reducido a su mínima expresión, tras sucumbir bajo el hacha implacable de la explotación forestal, ya durante las primeras décadas del siglo XX. Y el monte, herido por topadoras, cede al avance voraz de un modelo productivo basado principalmente en la exportación de soja y la ganadería.

En esta dinámica, el cultivo tradicional de algodón, que hasta principios de la década del noventa representó el principal motor de la actividad económica en la provincia, fue quedando relegado dentro de un esquema agrario atravesado por la fuerte predominancia de cultivos oleaginosos (fundamentalmente soja, girasol, trigo y maíz) hacia el centro occidental; un desarrollo pecuario que se afianza especialmente en el este provincial; y la expansión de la producción arrocera (que pasó de 174 mil a 217 mil hectáreas en los últimos tres años), junto a la cría de pacú como actividad combinada en el noreste chaqueño.

El entramado actual, con el continuo avance de las fronteras agrícolas, encuentra a las poblaciones indígenas, a los pequeños productores y al campesinado en una encrucijada contra el modelo de economía capitalista neoliberal, mientras las experiencias agroecológicas intentan ganar terreno y afianzar sus redes de organización y comercialización.

El gobierno de Chaco informa la existencia aproximada de 1,8 millón de hectáreas sembradas, que generan 4,5 millones de toneladas de once cultivos diferentes: soja, maíz, algodón, sorgo, trigo, girasol, cártamo, tártago, garbanzo, arroz y centeno.

En el mapa productivo irrumpe además la ganadería, con 1.870.000 de cabezas distribuidas en 9.254 explotaciones, de acuerdo a datos del último Censo Nacional Agropecuario realizado por el Indec.

En su más reciente actualización, el informe estadístico elaborado por la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, presentado bajo el título “Estimaciones agrícolas, da cuenta de un total de 646.350 hectáreas sembradas de soja durante el período 2021/2022, lo que implica un cuatro por ciento del área sembrada de soja en todo el país. La cosecha se vio reflejada, en la producción de 1.649.432 toneladas de soja. Siempre en el mismo periodo, Chaco alcanzó las 306.400 hectáreas sembradas de maíz. En cuanto al algodón, con 200.270 hectáreas sembradas, la provincia se sitúa cómo la productora del 40 por ciento del total del cultivo de esta fibra vegetal en Argentina.

Tres década de sojización

La eclosión de la soja en la provincia se vincula directamente al fenómeno tecnológico basado en el uso de semillas transgénicas y agroquímicos. Su desarrollo se tornó relevante en Chaco a partir del periodo 1996/97, en el seno de un proceso que llevó a la provincia a transformarse en la de mayor superficie cultivada con cereales y oleaginosas fuera del área pampeana.

Alejandra Torre Geraldi es doctora en geografía de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y docente en el Profesorado en Geografía en la Cátedra Geografía Urbana y Agraria. Además, integra equipos de Investigación de Conicet. Su área de interés involucra a la Geografía Agraria y Rural, a partir del estudio de la expansión territorial de oleaginosas y su impacto socioeconómico y ambiental en el sector agrario de Chaco.

“Desde fines del siglo XX, ante la crisis del textil, se ha expandido territorialmente el cultivo de soja acompañando al proceso de ampliación de la frontera agraria que se había iniciado en el centro del país y que luego se replicó en nuestro espacio geográfico con aporte de capital extrarregional. Esta oleaginosa inicialmente ocupó los ambientes algodoneros abandonados por los pequeños productores locales, luego reemplazó a la actividad ganadera y, posteriormente, su desarrollo territorial se fue dando a partir del proceso de desmonte del bosque y monte nativo, situación que aún se sigue produciendo”, explica Torre Geraldi a Agencia Tierra Viva.

El cultivo de soja, desde hace más de 30 años, evidencia un crecimiento que paulatinamente fue transformando a Chaco en una especie de satélite proveedor de materia prima al área pampeana, aprovechando los puntos de inflexión críticos manifestados por el algodón, y alcanzando en sus campañas más fructíferas las 800.000 hectáreas implantadas.

“Las consecuencias que trae aparejado este proceso se dividen en dos perspectivas, la social y ambiental. Dentro del contexto social, se produjo la desaparición del estrato productivo más pequeño (especialmente algodonero) que no se ha podido insertar en el mercado sojero por los costos elevados para el acceso a semillas genéticamente modificadas y a tecnologías mecánicas y aditivas que acompañan al manejo del cultivo; esto derivó en un incremento marcado de la pobreza rural, a lo que se suma el desplazamiento de los pueblos originarios que van perdiendo sus tierras”, aporta Torre Geraldi.

Dentro la problemática ambiental se contabiliza la degradación y contaminación de los suelos, el deterioro de las aguas subterráneas y superficiales, la deforestación y la desaparición de especies vegetales y animales autóctonas, siempre según Torre Geraldi.

El quebracho, especie que actualmente posee una baja importancia comercial en la provincia, se sigue utilizando como materia prima principal de las dos empresas tanineras chaqueñas. Una se encuentra en la localidad de La Escondida y la otra en Puerto Tirol. En cualquiera de su variedades, concluye Geraldi, el quebracho —como el algarrobo, urunday, espina corona y palo borracho, entre otras— se ven seriamente afectadas por el mismo proceso de expansión de la frontera agraria o cambios de uso de suelo para el cultivo de soja.

Foto Observatorio de conflictos sociales del NEA
Crédito: Observatorio de conflictos sociales del NEA.

Desmontes como política de Estado

Datos de la Dirección de Bosques dependiente del Ministerio de Producción de la Provincia sostienen que entre enero y diciembre de 2022 se registraron 28.297 hectáreas de “bosques afectados por el cambio de uso de suelo sin la autorización” (léase desmontes), lo que corresponde al 0,61 por ciento del total de la superficie de bosques que la provincia ostenta actualmente.

Mirando hacia atrás, según el informe Monitoreo de la superficie de bosque nativo de la República Argentina (Ministerio de Ambiente de la Nación), entre 2006 y 2015 en la provincia de Chaco se deforestaron 323.976 hectáreas. Y en el periodo 2015-2019, esta vez de acuerdo al relevamiento Deforestación en el norte de Argentina/ Informe Anual 2019 de la organización Greenpeace, en Chaco se desmontaron 130.177 hectáreas de bosque.

En este contexto, ante una presentación judicial de la organización Conciencia Solidaria, el Poder Judicial emitió en noviembre de 2021 un fallo, que luego confirmó el Superior Tribunal de Justicia, prohibiendo el otorgamiento de permisos de cambio de uso de suelo en todo el territorio chaqueño hasta tanto el Gobierno procediera a la actualización del Ordenamiento Territorial de Bosques establecido por ley.

Con la sanción del decreto 2157/22 firmado por el gobernador Jorge Capitanich, la Sala I de la Cámara Contencioso Administrativa dio por cumplida la sentencia y cerró la causa.

“Más allá del pulido discurso ambientalista, los datos oficiales no dejan lugar a duda: estos últimos tres años de gestión Capitanich han sido la peor gestión de la historia del Chaco en materia de bosques. Los desmontes ilegales se duplicaron en 2021 y se cuadruplicaron en 2022”, denunció en marzo de este año, el colectivo Somos Monte Chaco, a través de un documento coincidente con el Día Mundial del Agua y convocando a una marcha hacia la Casa de Gobierno, que se realizó el 22 de marzo.

“El Gobierno ha ignorado hasta la sentencia del Superior Tribunal que exigía poner un freno a los desmontes, llegando a autorizar la extracción de madera de los desmontes ilegales. Este desprecio por nuestro hermoso monte ha quedado plasmado de puño y letra del Gobernador, quien firmó el vergonzoso decreto 2157/22, que pretende legalizar desmontes efectuados ilegalmente y entregar áreas del Impenetrable que hoy se encuentran protegidas”, añade el documento de Somos Monte.

Riccardo Dardo Tiddi es físico y técnico en imágenes satelitales e integra el colectivo Somos Monte Chaco. Desde sus redes sociales, Tiddi explica que tras cada desmonte se instaura la producción de soja o el ganado industrial, en el marco de un círculo que tiene su razón de ser en el negocio inmobiliario. “El desmonte se realiza con dos topadoras similares a las que se utilizan para demoler edificios, enormes máquinas a las que se les ata una cadena con eslabones como las de los barcos de carga, eslabones grandes como la cara de una persona, las cuales vienen siendo arrastradas por el piso por estas dos topadoras, que arrasan con todo lo que se encuentran. Y hablamos de miles de hectáreas. No se utilizan las motosierras o cosas parecidas. Con esta técnica son capaces de destruir un bosque grande como la Ciudad de Buenos Aires en apenas días o semanas. Y esto es lo que está permitido por la Ley de Bosques en la categoría verde”, indica el activista.

Actualmente, de acuerdo a información oficial de la Dirección de Bosques de la provincia, la producción forestal primaria de Chaco en 2022 fue de 1.046.654 toneladas, destinadas en un 58,7 por ciento a leña, en un 31 por ciento a rollos y el restante porcentaje a rollizos y en menor medida postes.

Chaco
Crédito: Greenpeace.

Agroecología: en busca de un nuevo horizonte

El último Censo Nacional Agropecuario, cuyos resultados definitivos se difundieron en abril de 2021, determinó la presencia de 49 explotaciones agropecuarias “con prácticas de agricultura orgánica, biodinámica y agroecológica” en Chaco.

Jorge Frías, propietario de la granja “La tierra sin mal”, ubicada en la localidad de Puerto Tirol, y coordinador de Proyecto Cultiva, una red que nuclea las experiencias agroecológicas en diferentes pueblos de la zona, asevera que “la principal característica del modelo productivo que está vigente acá en Chaco, tiene que ver con la extracción, es un modelo productivo extractivo y esto es histórico”.

El Proyecto Cultiva se esparce territorialmente en pequeñas parcelas, produciendo principalmente “hojas verdes” (rúcula, lechuga, acelga), mandioca, zapallo, batata, tomate de invernadero, ganadería a baja escala y en menor medida otros cultivos que, en sumatoria, contabilizan cerca de sesenta hectáreas.

“Esta producción se comercializa en verdulerías al por mayor, pero también estamos llevando a cabo la experiencia de bolsones populares en Resistencia. La idea es avanzar hacia el valor agregado. Y en Resistencia estamos planeando la apertura de una boca de venta fija”, cuenta Frías.

“El agronegocio tiene un impacto directo en el mundo campesino e indígena, en términos de acceso a la tierra, porque para la implantación de soja y maíz se va metiendo mucha presión a las comunidades campesinas e indígenas para que abandonen sus territorios. Otra consecuencia directa tiene que ver con las contaminaciones y los envenenamientos, sobre todo en lo que es producción primaria de vegetales y en los cultivos industriales extensivos”, aclara.

A pesar de la predominancia del extractivismo y sus dañinas formas, emergen en la provincia experiencias de producción agroecológica que pugna por afianzarse comercialmente y abrirse camino hacia nuevos mercados. Frías observa que, si bien están creciendo, aún no tienen peso en lo que hace a la economía de la provincia ni ni siquiera en las economías regionales. “Son experiencias agroecológicas pequeñas y que no tienen apoyo real del Estado. Hay todo un discurso y todo un planteo estatal respecto de la agroecología, pero en la práctica todo eso no se ve, no se visualiza ni en políticas públicas que faciliten la producción agroecológica, ni el recurso para desarrollar esa producción agroecológica”, afirma.

La Huerta Comunitaria del Frente Darío Santillán (FPDS) es un proyecto que se gestó hace tres años en la localidad de Presidencia Roque Sáenz Peña, a partir de una articulación entre el municipio y la organización social, con la premisa de generar producción de hortalizas para el autoconsumo de las familias involucradas, con excedentes para la venta. Hoy, a partir de la asistencia de la Agencia de Extensión Rural del INTA Sáenz Peña, este espacio se vuelca íntegramente a la producción agroecológica.

Marisa Varela, integrante del Frente Darío Santillán, cuenta que “hace tres años esto era una pequeña huerta, y hoy trabajamos y nos abastecemos 120 familias. El trabajo principalmente lo realizamos mujeres. Fuimos aprendiendo, mejorando el sistema de riego, y así logramos ampliarnos hasta lo que hoy son dos hectáreas de cultivo agroecológico. Sostenemos la huerta con las ventas que hacemos directamente a los vecinos y verdulerías de la zona”.

En el idioma qom, el término No’Oxonec significa “tejido”. Así se denomina también, el proyecto que desde 2017 sostienen familias productoras y originarias de las localidades de Pampa del Indio, Castelli, Campo Medina, La Sirena y Presidencia Roca que consiste en la producción de algodón agroecológico. La experiencia es apoyada por la Red de Salud Popular Ramón Carrillo, y por la Asociación de Pequeños Productores del Chaco (Appch).

En abril de este año, No’Oxonec presentó la primera edición de una colección textil basada en tres tipos de telas obtenidas de algodón agroecológico, con un rendimiento de 4,5 metros de tela por cada kilo de algodón. La meta para 2023 es superar las tres toneladas de algodón en bruto.

“Es una esperanza, es mostrar que se puede producir sin venenos, junto a otros, de forma cooperativa y sin dejar de luchar por la tierra y por una vida digna”, explica Reina Gómez, productora de Las Palmas.

Regino Altamirano, también productor agroecológico, enfatiza que “el algodón es una producción familiar, poder incorporarlo es una alegría, es volver a reivindicar la tradición, es muy importante, es poder transmitir a las futuras generaciones cuáles fueron las bases y cuál fue nuestro sistema mucho tiempo atrás. El algodón era la base principal de nuestra producción y de nuestro sustento hace 20 o 25 años atrás y hoy vuelve a serlo, de manera agroecológica”.

Abogada especializada en derecho ambiental y presidenta de la Fundación Ramón Carrillo de Chaco, Alejandra Gómez señala que la iniciativa construye una cadena desde la producción del algodón sin agrotóxicos hasta la confección y el diseño de prendas con un sistema que no solo no contamina, sino que posibilita el trabajo de las familias campesinas e indígenas garantizando su arraigo al territorio y conformando una cadena de valor agregado para este “sistema agroecológico 100 por ciento local”.

Venenos en el aire

La consolidación del modelo del agronegocio en Chaco trajo consigo no solo mayores niveles de concentración de la tierra, sino que profundizó la problemática sanitaria ocasionada por el uso intensivo de agrotóxicos. La Red de Salud Popular Ramón Carrillo trabaja desde 1989 junto con las poblaciones afectadas por la fumigación con agrotóxicos en distintas localidades. “Lamentablemente las empresas priorizan las ganancias por sobre la salud de las personas. Es muy triste e indignante saber cómo este problema histórico no se resuelve. Cómo la vida y territorios de los habitantes parece no valerles nada. El sistema de los agronegocios y su paquete tecnológico avanza sin medir consecuencias en los territorios y la vida humana. Hace años los pobladores de Chaco vienen denunciando esto, pero los acuerdos y normativas vigentes son incumplidos sistemáticamente”, denuncian desde la Red.

Uno de los episodios de mayor trascendencia en cuanto a las fumigaciones con agrotóxicos en la provincia tuvo lugar en 2021, cuando casi setecientas personas sufrieron la intoxicación por los agrotóxicos usados en campos pertenecientes al Grupo Eurnekian en Presidencia Roca, situación que motivó la intervención judicial y suspendió las fumigaciones en esos campos.Por Sergio Alvez, nota publicada originalmente en Agencia Tierra Viva.

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