El feriado del 25 de mayo tuvo como protagonista el discurso que encabezó Cristina Fernández con motivo del vigésimo aniversario de la asunción de Néstor Kirchner. Pero, mientras todos los ojos estaban puestos en la Plaza de Mayo, por lo bajo ocurriría otro suceso que daría que hablar: la llegada del nuevo avión presidencial a la Argentina.
La aeronave, un Boeing 757-256 del año 2000, fue comprada por el Estado argentino por un monto cercano a los 25 millones de dólares. Para aligerar los costos, se incluyó la entrega del viejo Tango 01 como parte de pago, tasado en casi 3 millones de dólares.
Después de varias demoras por las extensas reparaciones que se llevaron a cabo, el avión (ahora denominado Argentina 01 o ARG 01) partió de Miami, Estados Unidos, el jueves por la mañana. De esta manera, arribaría al país al mismo tiempo que, a tan solo unos kilómetros, la Vicepresidenta estaría encabezando el acto durante el aniversario de la Revolución de Mayo.
Pero la llegada no estaría indemne de polémicas ni riesgos. No solo que los pilotos presidenciales realizaron un vuelo rasante a alta velocidad sobre la pista del Aeroparque Jorge Newbery (también conocido como SABE), sino que de las comunicaciones por radio con la controladora de tráfico se puede distinguir la falta de profesionalismo de los comandantes y la innecesaria insistencia por realizar un show -¿para quién?- que puso en riesgo la integridad de otras personas y vuelos.
Los audios de la polémica
En las últimas horas se dieron a conocer las comunicaciones que la tripulación del ARG 01 mantuvo con la controladora de tráfico aéreo de SABE. Aunque Aeroparque cuenta con una sola pista, la misma puede ser utilizada en dos sentidos: de sur a norte (llamada 31) o de norte a sur (denominada 13). Qué pista se utiliza en cada momento se define en función de las condiciones meteorológicas, entre otros factores operativos.
En el primer contacto, la aeronave recibió vectores para hacer una aproximación desde el sur, precisamente desde Quilmes, por lo que utilizaría la pista 31 para hacer el vuelo rasante, una maniobra que se encontraba previamente aprobada. La tripulación del Argentina 01 se negó, alegando que estaba pactado que se haría por la pista 13.
Por esta razón, luego de un extenso tire y afloje, la controladora de Aeroparque aprobó el desvío y redirigió la aeronave hacia Campo de Mayo, por donde podría hacer la aproximación desde el norte. Fue en ese momento que la autoridad aeronáutica le dio una órden directa al ARG 01: “No descienda de 3.000 pies (alrededor de 1.000 metros de altura) para no penetrar el ATZ (Zona de Tráfico del Aeródromo) de Sanfer (el Aeropuerto de San Fernando)”.
Ante esta directiva, el comandante de vuelo retrucó: “¿Y (tengo autorizado) libre descenso?”. La respuesta de la controladora fue tajante: “Negativo. Mantenga 3.000 pies. En la final de 13 para pasaje va a tener libre descenso”.
Esto es necesario ya que la aproximación desde el norte hacia Aeroparque implica pasar cerca de San Fernando. Volar a una altitud menor a la indicada hubiese puesto en riesgo la integridad de otras aeronaves que no se encuentran en la misma frecuencia de comunicaciones, por lo que no están al tanto de los movimientos del avión presidencial.
Unos minutos después, se dio el siguiente altercado en la frecuencia:
– SABE: (Vire) por derecha a la final de 13. Mantenga 3.000. Deme dos minutitos que liberemos el ATZ de Sanfer y le doy libre descenso.
– ARG 01: Ah okey, entendí que era libre descenso. Estamos manteniendo 2.300 pies.
– SABE: Yo nunca le dí libre descenso.
– ARG 01: Perdón. Liberado 3.000 pies.
No solo que el avión presidencial invadió el espacio aéreo de otro aeropuerto, sino que desoyó y desobedeció una orden directa de la controladora de tráfico. Una investigación seria del incidente debería desembocar en una reprimenda o una suspensión temporaria de la licencia de los pilotos Leonardo Barone y Juan Pablo Pinto.
Veremos si tal indagación se lleva a cabo, ya que la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) no puede aplicar ninguna penalidad a los comandantes, al tratarse de un avión oficial y con matrículas militares por parte de los pilotos. La última decisión quedaría en manos del Poder Ejecutivo o el Ministerio de Defensa de la Nación.
Un show para la política
Luego de estos hechos, el vuelo realizó un paso a baja altitud y alta velocidad por el Aeroparque Jorge Newbery. La maniobra, que ya de por sí es peligrosa, tuvo como agravante las malas condiciones climáticas del momento, con intensas lluvias y baja visibilidad. Una ráfaga de viento inesperada podría haber puesto en duda todos los planes.
A su vez, una vez que tomó altitud viró hacia el Río de la Plata con un ángulo de inclinación bastante pronunciado, algo riesgoso para un avión comercial, y propio de los cazas de combate. Por último, todo el tiempo que perdió en realizar las maniobras obligó a otros tráficos a demorar su llegada a un Aeroparque de por sí congestionado por las dificultades climáticas.
No solo puede ponerse en tela de juicio el elevadísimo gasto en el que incurrió el Estado argentino en la compra del avión, en un contexto de crisis económica y preocupantes números inflacionarios. También cabe preguntarse qué tan necesaria era la ejecución de una temeraria maniobra sobrevolando un aeropuerto en uso y con condiciones adversas, sumado a la discutible experiencia de los pilotos en este modelo de aeronave.
La única respuesta es que sea producto de un pequeño show de la política argentina.