Este mes, Netflix retomará la emisión de la docuserie African Queens, producida por la actriz estadounidense Jada Pinkett Smith. Cleopatra, reina de Egipto (69-30 a.C.), estará interpretada por la actriz negra Adele James, una elección que desató controversias sobre la diversidad desde la difusión del primer avance.
En un comunicado lanzado por el Gobierno de Egipto se acusa a la dramatización de hacer uso de blackwashing, esto es, transformar una figura histórica supuestamente blanca en una mujer negra.
“La aparición de la protagonista con estos rasgos representa una falsificación de la historia egipcia y una flagrante falacia histórica, sobre todo porque la serie está clasificada como documental”, dijo en un comunicado el Ministerio de Antigüedades de Egipto. En este sentido, el secretario del Consejo Supremo de Antigüedades, Mustafa Waziri, sostuvo que “la reina Cleopatra tenía la piel clara y rasgos helenos”.
Para las comunidades afro en Estados Unidos, Cleopatra representa la lucha de África contra la esclavitud. Su acto de suicidio es interpretado como un rechazo a someterse al poder blanco. Esto implica una revisión crítica de la historia, una reconstrucción retrospectiva del pasado en la que, motivado por razones actuales, un grupo social busca una figura heroica para convertirla en su emblema. Cleopatra se transformó en un avatar de la reivindicación de los derechos civiles de les negres.
La discusión sobre el color de piel de Cleopatra no es algo nuevo. La historia ha sido testigo de un prolongado debate entre erudites que afirmaban que la reina, como descendiente de los Ptolomeos, tenía una tez blanca. Pero en realidad se desconoce cuál era su verdadero color de piel.
Sin embargo, en la actualidad, esta discusión se ve contaminada por los discursos de odio que plagan las redes sociales, donde detrás del anonimato se dan rienda suelta a las peores calificaciones.
El hate de las redes sociales
Cleopatra no es la única producción que ha sido centro del odio. Les detractores de la serie Los Anillos de Poder, que se estrenó en agosto pasado, afirman que elegir actores negres y asiátiques socava la fidelidad del programa al mundo de Tolkien. Mientras tanto, algunes fans aparentes de la película La Sirenita están rechazando la nueva versión live action porque será interpretada por la actriz negra Halle Bailey.
Los Anillos de Poder primero provocó la ira generalizada de les fans porque presenta a actores negres y asiátiques como personajes en todo el espectro de razas ficticias de la Tierra Media. La principal queja fue que la decisión de incluir personajes no blanques había arruinado la autenticidad del mundo de Tolkien, porque nunca había descrito a sus personajes como algo que no fuera blanco.
Cuando Disney lanzó el primer tráiler de La Sirenita, con Bailey cantando “Parte de tu mundo”, miles de usuaries de YouTube dejaron más de 2 millones de “no me gusta” e innumerables comentarios despectivos en la publicación. Crearon memes ridiculizando la película por elegir a Bailey y se burlaron de la actriz y sus seguidores.
Para cualquiera que haya prestado atención a la cultura pop durante la última década, estos argumentos probablemente parezcan interminables y agotadores. Después de todo, este es el mismo ciclo de reacciones violentas que se desarrolla cuando cualquier historia querida se reinicia o se adapta al cine por primera vez y se realizan cambios, grandes o pequeños.
Sin embargo, la ira se intensifica a un nuevo nivel cuando hay grandes cambios que sacuden los cimientos de una historia que originalmente estaba enmarcada dentro de una cosmovisión blanca y masculina. Para estas personas, ahora están enfrentando una batalla –imaginaria– contra estudios, directores y guionistas progresistas que insisten en elegir a mujeres para roles protagónicos y a actores negres para papeles que durante mucho tiempo estuvieron reservados para personas blancas.
Precisión histórica y diversidad forzada
A primera vista, las discusiones sobre Los Anillos de Poder y La Sirenita son absurdas. Para empezar, como han notado muches, hobbits, elfos y sirenas no son reales, por lo que no debería importar de qué color sean. Por otro lado, a pesar de que el escenario de Tolkien para la Tierra Media se basa en Europa, la gente negra vivió en toda la Europa medieval, por lo que la diversidad en la Tierra Media no contradice la inspiración del escritor.
En cuanto al cuento de hadas La Sirenita de Hans Christian Andersen, se considera que originalmente era una alegoría sublimada de un hombre queer y su escenario ubicaba la historia “lejos en el océano”. Intentar buscar precisión histórica en este tipo de cuentos parece, en el mejor de los casos, una postura forzada.
Todo esto es fantasía, así que, ¿a quién le importa si les actores que los interpretan son blanques o negres? La respuesta es triste: a mucha gente.
Una queja recurrente en los discursos de odio es que estas producciones poseen “diversidad forzada”. Estos afirman que el objetivo no es realmente inyectar de manera significativa una representación realista en el universo, sino promover una “agenda ideológica”.
Lo ideal para tales fans sería algo que tienden a describir como “diversidad orgánica” algo que surgiría naturalmente de las descripciones canónicas de les personajes. Louis Markos, un erudito de Tolkien, se quejó con CNN durante una entrevista de que, dado que Tolkien describe a les enanes como “de rostro claro”, cualquier cosa demasiado rojiza arruinaría la autenticidad del programa. “Esto no es algo orgánico que sale de la Tierra Media”, dijo, para terminar afirmando: “Esta es realmente una agenda que se le está imponiendo”.
La idea de que la existencia de personajes diversos en los medios como una postura política es en sí misma una agenda ideológica. Además, esto contradice el largo legado de adaptaciones de fantasía que no siguen las descripciones canónicas de los personajes, y a los fans generalmente no les importa, siempre y cuando se refuerce una visión del mundo blanca y masculina.
Esto deriva a la cuestión central de la discusión. No se trata solo de hobbits, elfos, enanos y sirenas pelirrojas, sino de la existencia de estas personas en nuestro mundo real.
La guerra cultural por la diversidad, otra vez
La interminable guerra cultural sobre la diversidad se cierne sobre todo: Star Wars, Captain Marvel, Black Panther, Black Adam y casi todas las franquicias conocidas se están adaptando o rehaciendo con protagonistas femeninas y/o negres.
Por lo general, la audiencia que se resiste al cambio denunciará todas las razones, excepto el racismo y la misoginia, por su odio a estos cambios. Argumentan que elegir a estes actores es un cambio estético que no profundiza la visión del mundo de una historia. O, si la elección da como resultado un cambio en la visión del mundo, sostienen que dicha visión del mundo no es fiel a la de su creador.
Esto generalmente deja en claro que nunca entendieron la visión original de le creadore, porque estas narraciones casi siempre tienen temas profundamente humanistas y optimistas que se alinean mucho más con una cosmovisión progresista que con los discursos de odio y racismo.
El casting diverso puede tener dificultades y, a veces, puede ser un atajo para parecer progresista sin serlo, como en el caso de Bridgerton y Hamilton. Los estudios están más interesados en reiniciar su historias existentes en lugar de arriesgarse con nuevas y emocionantes para las minorías. Les fans argumentan que este énfasis en rehacer una vieja historia con un lavado de cara ha llevado a reinicios sin sentido en lugar de algo diferente y expansivo.
Sin embargo, estos argumentos a menudo ahogan las voces de las minorías que se alegran cuando se ven reflejadas en los medios heredados que aman, como las madres y padres que celebraron el nuevo tráiler de La Sirenita compartiendo fotos y videos de sus hijas reaccionando con felicidad al verse representadas en pantalla.
Toda postura en contra de la diversidad es tan política, racista y sexista como suena. Con personajes históricos, se clama por la “precisión histórica”; con la fantasía y la ciencia ficción, se apela a la nostalgia infantil de haber crecido con otra versión del personaje.
Todos estos argumentos resultan endebles. Después de todo, las generaciones de fanátiques de Disney que crecieron con la versión de 1997 de Cenicienta no se quejaron por adaptaciones posteriores que presentaban como blanca. En cambio, la última adaptación fue protagonizada por una latina y vio al hada madrina de Billy Porter enfrentando una reacción violenta transfóbica, porque todes sabemos que si hay algo por lo que las hadas son famosas es por adherirse a una concepción binaria del género.
Los discursos de odio tienen un único objetivo: bloquear la representación diversa.