La infiltración de Américo Balbuena en la agencia Rodolfo Walsh y el reciente juicio en su contra es sólo la punta del iceberg. Argentina está atravesada por una larga y oscura historia de espionaje. El desarrollo de los Servicios de Inteligencia (SI) fue una clara muestra de esta realidad. Por esta razón, en Nota al Pie repasamos algunos de los casos más importantes.
El origen de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y la creación de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) marcaron el rumbo del país. Esta última se instaló en 2015 con el objetivo de reemplazar a la SIDE. Ciro James, José Pérez, “Jaime” Stiuso, Mónica Amoroso y Leandro Araque son los ejemplos más resonantes.
Ciro James, clave en espionaje macrista
El ex agente de la Policía Federal formó parte del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) durante la gestión de Mauricio Macri. Se desempeñó como asesor del Ministerio de Educación de CABA. Sin embargo, su verdadero trabajo era espiar a personas específicas en connivencia con Jorge Palacios, el entonces jefe de la Policía Metropolitana.
Sergio Burstein, familiar de las víctimas del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y Carlos Ávila, empresario televisivo, fueron las principales víctimas. Les ejecutives de la cadena de supermercados Coto e importantes abogades también estuvieron en el centro de la escena.
La investigación iniciada por el entonces juez federal, Norberto Oyarbide, en 2009 destapó un caso muy extraño. Daniel Leonardo, cuñado de Macri, sufrió este sistema de escuchas ilegales. A través de una empresa de seguridad de Estados Unidos, Akerman, subcontrataron a James.
Sin embargo, el gobierno de CABA negó esta acusación y Macri argumentó que existió “complot” para “boicotear” a la Metropolitana. Asimismo, Palacios, Guillermo Montenegro, entonces ministro de Justicia y Seguridad porteño, y Mariano Narodowski, titular de Educación rechazaron su participación.
José Alberto Pérez, el espía arrepentido
El oficial de inteligencia de la Policía Federal declaró el 4 de julio de 2014 por su trabajo realizado como espía durante 14 años. Según certificó, se desempeñó como parte del servicio de espionaje nacional desde 1986 hasta el 2000 dentro de la comunidad judía y grupos universitarios sionistas.
Para alcanzar el título de arrepentido y recibir protección de testigos, “Iosi”, como se lo conocía dentro de la comunidad, decidió aportar su testimonio. Él vivió desde adentro el atentado a la AMIA y, tras salirse en 2000, pasó largos años oculto de sus superiores.
De este modo, decidió hablar sobre su labor en 1994 y mencionó a muchos de les miembres del equipo a los que reportaba. Su declaración ante el abogado Alberto Nisman le permitió ingresar al Programa Nacional de Protección de Testigos e Imputados.
La causa jamás prosperó. El fiscal Jorge Di Lello solicitó ampliación testimonial, pero el juez federal, Sebastián Ramos, rechazó el pedido. Luego, la AMIA fue querellante y solicitó su ingreso a la “Causa AMIA”. Aún así, la UFI AMIA y el ex juez federal, Rodolfo Canicoba Corral, se opusieron y se archivó la causa.
Antonio “Jaime” Stiuso, parte de un espionaje superpoderoso
Stiuso se desempeñó como director de Operaciones de la SI hasta 2015 cuando se restructuró este sistema. Luego, comenzó a funcionar la AFI. Sin embargo, su trabajo dentro de estos servicios implicó causas en su poder porque ingresó en 1972, durante el gobierno de facto de Alejandro Lanusse.
Cristina Fernández de Kirchner ordenó su salida de la cúpula de la organización y la desarticulación de la SI. Stiuso atravesó investigación por seis causas penales, tales como contrabando, lavado de dinero y escuchas ilegales. No obstante, su principal acusación se vincula con la AMIA.
Su supuesto encubrimiento al atentado que dejó 85 muertes en 1994 deparó en investigaciones aún inconclusas. De hecho, no hubo un avance rotundo en la causa y, tras largos meses fuera de Argentina, retornó en 2022. Él regresó como testigo en la investigación por el presunto suicidio de Nisman, fiscal de las causas asociadas a la AMIA.
En su estadía en el extranjero, creó Security and Health Company, una empresa dedicada a trabajar en crisis internas y externas de las compañías. Además, participó en la serie Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía, de Netflix.
Mónica Amoroso, una infiltrada muy cercana
Gustavo Béliz, ex ministro de Justicia, denunció públicamente al espía Stiuso cuando mostró su cara en televisión. El 25 de julio de 2004 expuso el rostro del infiltrado en el programa de Mariano Grondona, Hora Clave. Sin embargo, no fue su única denuncia por espionaje ilegal.
En el 2000, apuntó contra Mónica Amoroso, pareja del entonces legislador porteño, Miguel Doy. Ella trabajó en su despacho pero encubierta desde el servicio de inteligencia de la Policía Federal, sitio al que había ingresado en 1983.
De este modo, Béliz y Doy realizaron la denuncia ante el juez federal, Jorge Urso. Tras un procedimiento en el Departamento Central de Policía, el letrado junto a los fiscales Oscar Amirante y Guillermo Marijuán lo confirmaron.
Leandro Araque, otro miembro del espionaje de Macri
El ex espía de la AFI formó parte del grupo de espías conocidos como “Súper Mario Bross”, creado por Jorge Sáenz. Este último fue un policía de la Ciudad que conformó la AFI con la llegada de Macri. Bajo la gestión de Gustavo Arribas, los servicios de inteligencia desplegaron acciones de espionaje.
Junto con Facundo Melo, desarrolló tareas para Diego Dalmau Pereyra, director de Contrainteligencia de la Agencia. La supervisión del líder sindical, Juan Pablo “Pata” Medina y espionaje en el Hospital Posadas, en la denominada “Operación Maestranza”.
Esto ocurrió durante la administración de Pablo Bertoldi Hepburn, cercano a Silvia Majdalani, vicedirectora de AFI. Por último, hubo encuentros con el exjuez Luis Carzoglio, a quien también espiaron. Todo se produjo en el marco de la “Gestapo Sindical”, que implicó la persecución de sindicalistas durante el Gobierno de Macri.