En los últimos días, Colombia fue el centro del análisis político internacional debido a la militarización de las ciudades y la represión hacia personas que se manifestaban contra el gobierno de Iván Duque.
En este contexto de conflictos internos, los enfrentamientos en la frontera con Venezuela continúan. Esto a pesar del Acuerdo Humanitario firmado en 2016 por los gobiernos para terminar con la violencia y el desplazamiento causados por grupos armados ilegales.
El Acuerdo de Paz fue el resultado de una serie de diálogos comenzados en el año 2012. El objetivo de la negociación entre el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) era desmantelar el fenómeno paramilitar. Así, se buscaba emplear el instrumento militar para defensa nacional y no para seguridad interior.
Notal al Pie se contactó con el sociólogo Javier Calderón Castillo, miembro del Grupo de Pensamiento Crítico Colombiano del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELaG). El pensador habló sobre la demanda del cumplimiento del Acuerdo y el rol de los movimientos sociales actuales en la promoción de la paz.
Sobre el Acuerdo de Paz
- ¿Cuál es la postura del presidente Iván Duque respecto del Acuerdo de Paz?
El presidente Duque pertenece a un bloque de partidos políticos liderado por el ex presidente Álvaro Uribe; que ha estado opuesto desde el inicio del proceso de paz en Colombia. Han planteado que la salida del conflicto interno de nuestro país pasa por una victoria militar. Buena parte de la sociedad no cree en esto. Posterior a votar el Acuerdo de Paz, habiendo ganado las elecciones en el 2018, el presidente se ha dedicado a incumplir los Acuerdos de Paz. Especialmente los procesos de incorporación social, política y económica de las comunidades marginadas de todo el país.
- ¿Cuál es la intencionalidad detrás de garantizar (o no) su cumplimiento?
Detrás del incumplimiento de los Acuerdos de Paz hay varios factores. Principalmente que en Colombia el neoliberalismo se ha sostenido a través de la coacción de las fuerzas militares; y este escenario de guerra les ha garantizado un enorme despliegue de las fuerzas armadas. El gobierno de Duque fue el que más recursos destinó a Seguridad y Defensa en medio de la pandemia de los países de Latinoamérica; y eso da cuenta del enorme poder que tienen los militares.
En segundo lugar, existe un pensamiento antidemocrático de un sector de las élites políticas que no está dispuesto a permitir la voz de los trabajadores, los campesinos. Que no se sienten representados en el Congreso. La no implementación de los Acuerdos de Paz facilita esa barrera para que sectores excluidos participen políticamente. En tercer lugar, en algunas regiones del país hay una alianza entre los poderes locales de las derechas, narcotráfico y paramilitarismo que posee el control político regional y se oponen a los Acuerdos de Paz.
Militarización y demandas populares
- En el contexto actual de movilización y Paro Nacional, ¿puede haber un cambio respecto a la militarización de Colombia y los conflictos armados?
Estamos frente a una democracia militarizada que pretende implementar un modelo neoliberal a través de la coacción. Hoy hay una respuesta social muy grande que exige que se respeten los derechos a la protesta y a los pensamientos diversos. El debate actual implica una reforma profunda de la Policía y una reducción del Ejército colombiano; para así entrar en un proceso de paz en el país.
- Actualmente, ¿cuáles son las demandas populares en torno a la resolución de los conflictos armados?
Dentro de las demandas sociales, hay un consenso nacional de las organizaciones sociales, sindicales y populares que están liderando el Paro Nacional. Uno de sus ejes transversales consiste en la defensa de los Acuerdos de Paz y la apertura democrática que ese proceso implica.
Los Acuerdos tienen una trascendencia enorme, porque hicieron que estas demandas comenzaran a surgir. Han contribuido a que una generación haya dejado el miedo y haya salido a la calle a defender las demandas sociales pacíficamente. Definitivamente vivimos en un momento de inflexión política.