
En una de las reconfiguraciones estratégicas más profundas de las últimas décadas, Estados Unidos activó un nuevo comando militar orientado al Hemisferio Occidental apenas días después de la publicación de su Estrategia de Seguridad Nacional (NSS, por sus siglas en inglés), un documento que marca el rumbo doctrinario del segundo mandato de Donald Trump y que redefine, en clave realista, los intereses esenciales del país.
El movimiento anunciado por la Secretaría de Guerra, conocido como Pentágono, consolida en un único cuartel general la planificación y proyección militar estadounidense hacia las Américas, en línea directa con la nueva prioridad geopolítica establecida por la Casa Blanca: el hemisferio como primera frontera estratégica.
Un comando de cuatro estrellas para un nuevo ciclo hemisférico
El 5 de diciembre, durante una ceremonia en Fort Bragg, el Departamento de Defensa formalizó la activación del Comando del Hemisferio Occidental del Ejército de Estados Unidos (West-Hemcom). La estructura unifica al Comando de las Fuerzas del Ejército, el Comando Norte y el Comando Sur del Ejército bajo un mando único, que estará a cargo del general Joseph A. Ryan, exjefe adjunto del Estado Mayor para Operaciones, Aviones y Entrenamiento.
El West-Hemcom operará como un “cuartel general de teatro de guerra”, con responsabilidad sobre planificación, posturas, operaciones y proyección de poder en apoyo a los Comandos Norte y Sur. La transición será escalonada: se prevé una capacidad operativa inicial en febrero de 2026 y plena para el verano del norte del mundo de ese mismo año. Una vez completado el proceso, los comandos Norte y Sur del Ejército quedarán inactivos.

El cambio no es técnico: es estratégico. Refleja un giro doctrinario contenido de manera explícita en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional, publicada a fines de noviembre.
Una doctrina revisionista: soberanía, autosuficiencia y fin del multilateralismo expansivo
La NSS 2025 supone una ruptura abierta con el enfoque que dominó la política exterior estadounidense desde el fin de la Guerra Fría. El documento critica más de tres décadas de lo que denomina una “lista de deseos estratégica”, sobrecargada de compromisos globales, intervenciones costosas y una fe excesiva en el liderazgo liberal internacional.
A partir de ese diagnóstico, propone un retorno a un realismo nacional centrado en la soberanía como principio rector, por encima de instituciones multilaterales que, según el texto, avanzaron sobre la autonomía estadounidense.
Además, la seguridad territorial y migratoria, definida como prioridad número uno.
En un tema que toca directamente a la Argentina, la autosuficiencia industrial y energética, rechazando metas climáticas globales consideradas “riesgosas”.
El documento refuerza la idea de poder militar para disuasión, no para nation-building, con modernización nuclear y sistemas de defensa de alto alcance.
Por último, entre los elementos centrales, establece la competencia estratégica económica, incluyendo control de cadenas de suministro, proteccionismo selectivo y repatriación de manufactura.
La estrategia reemplaza de manera explícita la noción de “liderazgo global benévolo” por un enfoque de “America First” institucionalizado, sin abandonar el sistema de alianzas, pero exigiendo cargas mucho más altas a sus socios: el nuevo estándar planteado es un gasto del 5% del PBI en defensa, muy por encima del tradicional 2% de la OTAN.
El hemisferio como prioridad: un “corolario Trump” a la Doctrina Monroe
En lo regional, la NSS 2025 coloca por primera vez en décadas al Hemisferio Occidental en el centro de la política exterior estadounidense. El documento afirma que EE.UU. “debe ser preeminente en el Hemisferio” para garantizar su seguridad y prosperidad, un mensaje que se alinea directamente con la creación del West-Hemcom.

El enfoque combina seguridad fronteriza, lucha contra el crimen organizado, disuasión de potencias externas, en una clara alusión a China y Rusia, y cooperación económica que reemplace los marcos multilaterales por acuerdos selectivos y bilaterales.
En ese contexto, el nuevo comando militar aparece como instrumento operativo de esta doctrina, especialmente orientado a las dinámicas migratorias, el narcotráfico, la presencia extrarregional en América Latina y el control del espacio marítimo.
Redefinición global: China como desafío central, Europa bajo presión y menor foco en Medio Oriente
La Estrategia de Seguridad Nacional también introduce cambios sustantivos en otras regiones:
Para el sector Indo-Pacífico, China es definida como la principal amenaza sistémica, no sólo militar sino económica. Se prioriza evitar su dominación regional.
Europa, según define el documento, atraviesa una “erosión civilizacional”, reclama más gasto en defensa y reduce la centralidad de la OTAN.
De acuerdo a la NSS, Medio Oriente pierde protagonismo estratégico; se buscan acuerdos puntuales y evitar compromisos militares prolongados.
En términos de la relación con África, se pasa del asistencialismo a la competencia por minería crítica y energía. Un continenente donde China desplegó una política de inversiones en prácticamente todos los países.
Estos cambios profundizan la idea de que Estados Unidos está reorientando sus recursos hacia una estructura global de competencia geoeconómica, con menos intervenciones militares y más presión sobre aliados para sostener su propia seguridad.
Un nuevo ciclo de «seguridad nacional» para Estados Unidos
La articulación entre la doctrina y su instrumento militar es evidente: mientras el documento fija lineamientos como los descriptos líneas arribas, soberanía, disuasión, autosuficiencia, prioridades hemisféricas, la creación del West-Hemcom los traduce en capacidad operativa.
Para el Pentágono, el comando permitirá “alinear recursos, planificación y proyección de poder con las prioridades nacionales”. Para la Casa Blanca, es el primer movimiento concreto de una estrategia que busca limitar compromisos globales y reforzar el perímetro de seguridad más cercano: el propio continente americano.
La NSS 2025 no es sólo un documento: es el inicio de una nueva etapa en la política exterior estadounidense. Y el West-Hemcom es su primera pieza en movimiento.

