
El caso de la filtración de los audios de Diego Spagnuolo implicó un daño en el relato del Gobierno. Si las coimas existieron ó si la responsabilidad de Karina Milei es real son elementos que deberán determinarse en el ámbito del Poder Judicial.
Pero el daño está hecho y solo el tiempo dirá si la gestión de Javier Milei tiene los recursos para salir de este trance.
Son días de especulaciones, con los típicos análisis sobre el rol de los “fusibles”. Eduardo Lule Menem, el segundo de Karina en la Secretaría General de la Presidencia y Martín, su primo presidente de la Cámara de Diputados son los apuntados. Pero tal vez no alcance y deba ser la propia Karina la que deba dejar el cargo.
Ahí aparece el escenario más complejo: Karina es Javier.
En el territorio de las redes y su memes tan característicos, el Presidente viene perdiendo la batalla y ni siquiera los guapos de Las Fuerzas del Cielo salen por estas horas de abajo de las sábanas.
Con el “alta coimera, Karina es alta coimera”, como bandera acompañada de los audios con voces oficiales que salen y prometen seguir apareciendo, son la playlist del fin del invierno y el jingle que describe a la herman presidencial apunta ser el hit del año.
«Alta coimera, Karina es alta coimera», saltó del canal Gelatina a las calles.
Para describir el estado de situación del tema de las supuestas coimas en torno a la operatoria droguerías-Estado a través de la sensible Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), con el eyectado Diego Spagnuolo, se pueden hacer varias preguntas a modo de pingpong, sin que las respuestas sean excluyentes entre sí.
¿Hay un circuito que facilita mediante el pago de sobornos la concreción de negocios donde el Estado paga mucho, inflando los precios y haciendo que algunos vivos se queden con la diferencia?
Sí.
¿Existe una interna entre sectores del Gobieno que desnudaron el tema con la filtración de los audios?
Sí.
¿El verdadero poder está analizando recambios en las más altas esferas, incluyendo a la propia cabeza del Poder Ejecutivo, como modo de recomponer la gobernabilidad que puede ponerse en riesgo con la combinación de negociados y miseria creciente de sectores populares y medios?
Sí.
¿Hay un entramado de intereses cruzados entre laboratorios extranjeros y nacionales que pudieron haber dejado “heridos” que solo necesitan apalancar maniobras que muestren hechos reales?
Sí.
De la combinación de esas respuestas, más la propia dinámica social cada vez más compleja pueden surgir novedades en el escenario próximo, que incluyen las elecciones legislativas. Tanto las provinciales bonaerenses que se hacen dentro de una semana, que a esta altura funcionan como la primera vuelta de las legislativas nacionales del 26 de octubre.
La configuración de la política en tiempos de coimas
A principios de este mes trascendió la reunión que encabezaron en un restaurante de Lomas de Zamora el expresidente provisional Eduardo Duhalde y el dirigente radical Enrique Coti Nosiglia.
Según le dijo a Nota al Pie uno de los participantes de ese almuerzo, se trató de un encuentro “sin ninguna implicancia política”. Es probable que sea así en el plano de lo formal y en un muy corto plazo.
Pero hay que recordar que Duhalde fue, junto a Raúl Alfonsín, quienes diseñaron el camino de salida de la crisis de diciembre de 2001. Los senadores nacionales por la provincia de Buenos Aires, habían sido electos en octubre de ese año, fueron los garantes del salvataje a la institucionalidad.
¿Habrá un intento análogo con el “armado federal” de los gobernadores que, después de garantizar la gobernabilidad del saqueo, descubrieron el camino de la autonomía?
La política tradicional no iba a soportar muchos días un estado asambleario que cantaba “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.
Recuerdo de 2001
El gobierno de la Alianza, encabezado por Fernando De la Rúa, venía de una combinación que había puesto sobre la mesa los escándalos de coimas; la crisis política interna de la gestión; el descenso vertiginoso del consumo popular en el marco de un ajuste brutal, y el estangulamiento financiero con el Fondo Monetario Internacional dirigiendo la política económica, con la soga al cuello de la deuda.
Para el juego de los parecidos alcanza con decir que en esa administración revistaban Patricia Bullrich y Federico Sturzenegger.
Hablame de casta, con nombres y prácticas repetidas en papel carbónico.
Hoy, 24 años después están quienes ponen en las mesas de arena la salida “federal”. Los que plantean un eventual juicio político al Presidente (razones no faltan), no dejan de recordar que debajo de Milei está en la línea sucesoria Victoria Villarruel.
El Plan V del poder.
La vicepresidenta es una apuesta que en principio no se puede mirar de manera lineal. Hay quienes dicen que no tiene armado propio, aunque la historia demuestra que eso aparece rápidamente a la hora necesaria. Así lo demuestra el caso Sturzenegger que tenía preparado su plan de desguace del Estado para Bullrich y terminó dándoselo llave en mano a Milei.
Ese no es el problema, evidentemente. Además, la propia Villarruel no dejó de tender puentes con sectores varios desde la misma llegada a la vicepresidencia. Con perfil bajo y agenda propia, la titular del Senado hizo los deberes en la Cámara para garantizar el ajuste, pero no dejó de sembar para una eventual cosecha.
Todo en el marco de una apatía creciente, como se manifestó en los procesos electorales de algunas provincias y de la Ciudad de Buenos Aires, con niveles de participación en sus pisos históricos.
En octubre de 2001, apenas dos meses antes del estallido, la bronca era irse a más de 500 kilómetros para no votar, poner una feta de salame, una foto de Osama Bin Laden o una imagen de Clemente, porque como “no tienen manos no puede robar”.
Hoy, después de 11 elecciones nacionales y de 10 presidentes en 24 años, el desinterés por la participación se sublima con la frenética actividad en las redes, donde todo termina en un meme.
Hasta que las pantallas ya no alcancen para dar respuestas. Hasta que la realidad, tozudamente, se imponga y active esa reserva de bronca que, organizada y con cauce, supere los aislamientos de los reclamos sectoriales y le de carnadura a la verdadera columna vertebral de la historia, que cuando conjuga minorías intensas con mayoría que acompañen, le pasa por encima a los palacios y relatos edulcorados del “no hay correlación de fuerzas”.