
La radio argentina nació oficialmente con la transmisión de Parsifal desde el Teatro Coliseo, llevada adelante por los llamados “Locos de la Azotea”. Aquel 27 de agosto de 1920, Enrique Susini, César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica encendieron desde una azotea porteña un sueño que parecía imposible hasta ese entonces.
Por primera vez se pudo escuchar una ópera que llegaba por el aire a cientos de receptores improvisados. Aquella noche, sin imaginarlo, dieron inicio a una historia que se fusionó con la identidad nacional. Desde entonces, se convirtió en un espacio de compañía, debate, música y noticias.
La radio se transformó en una extensión de la vida cotidiana. Llegó a los hogares modestos, a los bares de barrio, a los talleres y a los campos más alejados. Con una antena y un receptor, se multiplicaron las voces que informaban, entretenían y emocionaban a millones de oyentes. Fue el sonido de una Argentina en construcción, con un medio que democratizó la palabra mucho antes que la televisión.
La llamada “época dorada” de la radio, entre las décadas del 30 y el 50, marcó un antes y un después en la cultura popular. Los radioteatros reunieron a familias enteras alrededor de la mesa, con historias que mantenían en vilo a los oyentes.
Hoy, a más de un siglo de aquel hito revolucionario, continúa marcando la vida cotidiana en todas sus formas: desde el transistor a las apps móviles, de los programas históricos a los podcasts emergentes y al streaming que está en pleno auge. Sin embargo, pese el avance tecnológico, la radio en su formato tradicional aún es la opción más elegida.
El radioteatro y la política
Figuras como Niní Marshall, Tita Merello o Eva Franco hicieron vibrar el aire con personajes inolvidables. La música en vivo, los programas humorísticos y las transmisiones deportivas consolidaron un fenómeno sin comparación en el mundo.
A su vez, Eva Perón también formó parte de aquella etapa de esplendor. Primero lo hizo como Eva Duarte, actriz de radioteatro que cautivó a los oyentes con su voz cálida y sensible. En la década del 30 protagonizó ciclos que la acercaron al público popular y la convirtieron en un rostro reconocido del medio artístico.
En el terreno político también se convirtió en una de las herramientas principales, ya que comprendió la fuerza del aire como instrumento político y social. En ese sentido, sus discursos transmitidos por cadena nacional conmovieron a multitudes y convirtieron a la radio en el puente más directo entre Estado y pueblo.
Durante gobiernos democráticos y dictaduras, la radio argentina se convirtió en un espacio de resistencia, de propaganda y de información. La voz en el aire podía significar esperanza o control, pero siempre estaba ahí, atravesando la historia nacional con su inconfundible timbre.
Por otra parte, la radio comunitaria y barrial también tuvo un rol clave en la expansión del medio. En barrios populares, en pueblos alejados y en comunidades de pueblos originarios, se transformó en herramienta de identidad y organización. Allí, las voces cercanas fortalecieron el tejido social, transmitiendo no solo noticias locales, sino también saberes, tradiciones y música propia.
La convergencia digital trajo innovación, pero no reemplazó la esencia porque la radio es mucho más que tecnología. Para quienes crecieron con la radio, ésta actúa como motor fundamental para comenzar el día.
A modo de resumen se podría decir que la radio es el vínculo afectivo entre locutor y oyente, es la compañía en el insomnio, es la risa compartida en un viaje en colectivo, es la emoción de un gol narrado con pasión, los viajes en taxis. Es el claro ejemplo que la radio es y será irremplazable para la mayoría de las personas ya que en tiempos de hiperconectividad y pantallas saturadas, la radio ofrece algo distinto y vital: la posibilidad de imaginar.