
Desde mayo se puede disfrutar en la cartelera porteña de la nueva creación de Eugenio Soto, “¡Ay Patria mía!”. Se trata de un díptico teatral, compuesto por las obras “Madre Patria” y “El desierto de los Bárbaros”, que invita al espectador a una profunda reflexión sobre el mito fundacional de la nación argentina. Las funciones son los domingos a las 17, en el Centro Cultural Thames, Thames 1426, CABA.
Esta genial propuesta se estructura en dos piezas que, aunque con estilos distintos, se entrelazan por su indagación sobre la identidad nacional. “Madre Patria” nos presenta a una mujer que se autopercibe como la encarnación de la Patria, poseedora del vientre que dio origen a nuestra mitología regional. A su encuentro llega Hipólito, un empleado municipal con la tarea de restaurar un proyecto antiguo: “El mural de La Patria y El laberinto de mitos y leyendas”. Entre ellos se desarrolla un diálogo, donde esta mujer busca que Hipólito siembre en ella un nuevo linaje argentino, una refundación del futuro. Esta obra transita un plano mitológico, en el que íconos nacionales como Carlos Gardel, Juan Calfucurá y Evita se convierten en vestigios de un relato atrapante.
La segunda pieza, “El desierto de los Bárbaros”, nos transporta a la época de la Conquista del Desierto, un momento crucial para el proyecto de nación de la Generación del 80. Miranda, un rastreador y baqueano, junto al Bufón Savino, es enviado a la Laguna del Indio Muerto para desentrañar un enigma. La supuesta presencia de osamentas de indígenas que reclaman justicia, llevando a la locura a quienes las descubren. Su viaje, marcado por la huida de sus caballos, los enfrenta a sus propios fantasmas y a los espectros de los muertos. Esta obra, desde una perspectiva histórica, aborda el mito de una nación que se constituye a partir de la conquista de un territorio, con sangre y violencia, y el reclamo nunca saldado de aquellos despojados.
Dirección y actuaciones en equilibrio funcional
La dirección de Eugenio Soto es precisa. Si bien las obras ofrecen estilos de actuación diferentes, ambas proponen al espectador una experiencia inmersiva. La escenografía, obra de Félix Padrón, es un relato en sí misma, donde se representa la precariedad y soledad, hasta la inmensidad de la pampa. Aquiles Gotelli a cargo de la iluminación, sumerge las escenas en la penumbra y la neblina, un reflejo de la ausencia de claridad en un presente que nos oculta nuestra propia historia. La música original, compuesta por Pedro León Alonso, acompaña y realza el clima de cada segmento. El vestuario, a cargo de Juana Carranza y María Silvia Pérez Luzurriaga, también aporta al simbolismo representado en la trama.
Las actuaciones son claves para este acierto escénico. Bianca Vilouta Rando ofrece una interpretación notable como una mujer en situación de calle que se asume como tal. Su personaje es deslenguado, escatológico, cargado de mordacidad e ironía, pero también de verdades que duelen, que exigen un despertar. Su actuación, precisa y apremiante, clama por una revolución y una liberación que no llegó. Pedro León Alonso, en sólido contraste, interpreta un personaje que representa la visión práctica y a veces desoladora de la realidad. Por su parte, Luciano Medina y Javier Omezzoli, encarnan a los personajes de la segunda pieza. El primero, como Miranda, asume la línea y la identidad del ejército al que pertenece, mientras que el segundo, como Savino, se opone a los mandatos militares, con una postura de rechazo a la violencia.
El valor de los símbolos
“¡Ay Patria mía!” llega en un momento de nuestro país donde los símbolos, los relatos y los íconos parecen perder valor. En un contexto de un gobierno que no rinde honores ni reconocimiento a estas figuras fundacionales, esta propuesta se erige como un recordatorio urgente. Nos invita a un examen de nuestra identidad, y nos empuja a mirar ese pasado constitutivo. Es una propuesta teatral muy buena, que desde el juego escénico y la división en dos tiempos definidos, nos convoca a una reflexión necesaria sobre lo que significa ser argentino hoy.