
En una medida que ha encendido todas las alarmas entre organismos de derechos humanos y sobrevivientes del terrorismo de Estado, el Gobierno nacional decidió desplazar a Mayki Gorosito, directora del Museo Sitio de Memoria ESMA.
Esta decisión, que no fue consultada ni dialogada con quienes históricamente han sostenido este espacio, se inscribe en una política más amplia de negacionismo por parte del Ejecutivo, que avanza sobre los pilares construidos en las últimas cuatro décadas en torno a la Memoria, la Verdad y la Justicia.
La ESMA, un símbolo mundial de la Memoria
La ESMA —Escuela de Mecánica de la Armada— no es un sitio cualquiera. Es uno de los centros clandestinos de detención más emblemáticos del genocidio perpetrado por la última dictadura cívico-militar en Argentina. Más de 5.000 personas fueron secuestradas, torturadas y desaparecidas en ese lugar.
Convertido en museo y sitio de memoria, fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2023, un reconocimiento internacional que refuerza su carácter simbólico y su valor como herramienta educativa y de transmisión generacional.
La destitución de Gorosito, quien condujo el museo desde su creación y fue clave en su postulación ante la UNESCO, es leída por organismos y referentes como una maniobra política orientada al vaciamiento institucional y simbólico del espacio.
El Gobierno no solo prescindió de su trabajo sin explicaciones, sino que designó en su lugar a funcionarios sin trayectoria en derechos humanos ni vínculo con los organismos que históricamente acompañaron el proceso de resignificación del predio.
«Es un hecho gravísimo. No es solamente un desplazamiento administrativo, sino un gesto claro de intervención y banalización de un espacio que representa la memoria viva de nuestras luchas», expresó Graciela Lois, referente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas.
En sintonía, sobrevivientes de la ESMA y colectivos como H.I.J.O.S. denunciaron que esta decisión forma parte de una estrategia sistemática del oficialismo para desarticular políticas de memoria, borrar el carácter criminal del accionar estatal durante la dictadura y relativizar el genocidio.
Negacionismo, oportunismo y reacción social
En paralelo, diversas voces señalan que el Gobierno ha intentado utilizar el espacio con fines propagandísticos, aprovechando su valor institucional para “lavar” su imagen internacional.
Mientras en foros públicos y conferencias se jactan de la UNESCO como si fuera un logro propio, en la práctica ejecutan recortes presupuestarios, despiden trabajadores y ahora remueven a la dirección del sitio sin diálogo ni fundamentos.
En el fondo, la medida no es aislada. Forma parte de un clima político en el que se reinstalan discursos negacionistas desde los más altos cargos del poder, se relativiza la cifra de desaparecidos y se ataca sistemáticamente a los organismos de derechos humanos.
En este contexto, intervenir el Museo Sitio de Memoria ESMA es mucho más que una provocación: es una señal preocupante de retroceso democrático. La comunidad internacional, en especial aquellos organismos que avalaron su declaración como Patrimonio Mundial, no puede mirar para otro lado.
La preservación de la ESMA como espacio pedagógico y de memoria es una responsabilidad colectiva. El repudio de los sobrevivientes y organismos de derechos humanos debe ser escuchado antes de que se consuma un nuevo intento de silenciar el pasado.