La ceremonia de asunción de León XIV estuvo cargada de simbolismo y tradición. En su misa de inicio de pontificado, celebrada ante más de 150.000 fieles y unas 150 delegaciones internacionales, el sumo pontífice pronunció un contundente mensaje político y espiritual: pidió unidad en la Iglesia, paz en el mundo y denunció los efectos del sistema económico global sobre los más pobres y sobre el planeta.
Desde muy temprano, miles de personas se congregaron en la Plaza de San Pedro para participar del evento que marcó oficialmente el inicio del pontificado del cardenal argentino que sucedió a Francisco. La misa de entronización tuvo una duración aproximada de dos horas y estuvo atravesada por rituales milenarios, un impresionante operativo de seguridad y una clara impronta latinoamericana.
En su primera homilía oficial, León XIV expresó: “La muerte del papa Francisco llenó de tristeza nuestros corazones”. Luego, cuestionó el “paradigma económico que margina a los más pobres y explota la Tierra”, en una línea de pensamiento que continúa el legado de su antecesor. Sobre el final, llamó a construir “un mundo donde reine la paz”, en un mensaje que resonó tanto dentro como fuera del ámbito religioso.
Además de los fieles, asistieron presidentes, reyes, líderes religiosos y delegaciones de distintos países del mundo. Como es tradición, León XIV recibió los símbolos de su nueva función: el palio y el anillo del pescador, que lo consagran como obispo de Roma y líder de la Iglesia católica. El gesto central de la ceremonia fue cuando se acercaron seis cardenales en representación del Colegio Cardenalicio, quienes le juraron obediencia.
Líderes del mundo en el corazón del catolicismo
La ceremonia reunió a figuras clave del tablero político global. Entre las autoridades destacadas se encontraban el vicepresidente estadounidense JD Vance y el secretario de Estado Marco Rubio, en representación del país natal del nuevo pontífice. También asistió la presidenta peruana Dina Boluarte, en honor a la trayectoria misionera y episcopal de Prevost en Perú, país del que también posee la ciudadanía.
La representación latinoamericana incluyó a los presidentes Gustavo Petro (Colombia), Daniel Noboa (Ecuador) y Santiago Peña (Paraguay), subrayando la fuerte conexión del nuevo pontífice con América Latina. Europa, por su parte, respondió con una delegación de alto nivel: desde el presidente de Ucrania Volodimir Zelensky hasta la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pasando por jefes de Estado de Portugal, Polonia, Hungría y Eslovaquia.
La realeza no se quedó atrás: los reyes de España, Bélgica y Países Bajos, así como el príncipe Alberto II de Mónaco y la princesa heredera Victoria de Suecia, entre otros, acompañaron la investidura. También participaron representantes de países con relaciones delicadas con el Vaticano, como Rusia, China y Palestina.
Una liturgia cargada de símbolos
La ceremonia comenzó en la Basílica de San Pedro, con un momento de oración del nuevo papa ante la tumba del apóstol Pedro. Luego, los símbolos más antiguos del episcopado fueron entregados a León XIV: el palio —una banda de lana que representa al Buen Pastor— y el anillo del Pescador, que simboliza su misión de guiar a la Iglesia y confirmar a sus hermanos en la fe.
En el altar mayor, la imagen de la Virgen del Buen Consejo acompañó el rito. Las lecturas bíblicas se proclamaron en distintos idiomas, reflejando la universalidad de la Iglesia. El Evangelio fue leído en latín y griego, evocando la tradición y la raíz apostólica del ministerio petrino.
El rito de la obediencia —uno de los más emocionantes— reunió a 12 personas de distintos continentes que representaron a pueblos y culturas diversas, incluyendo a personas con discapacidad, en un gesto claro de inclusión y fraternidad. La liturgia finalizó con la bendición solemne y el canto del Regina caeli.
Discapacidad, inclusión y apertura: los nuevos gestos del pontificado
La entronización del Papa León XIV no fue solo una cita diplomática o una manifestación de poder religioso, sino un evento que puso en el centro valores como la inclusión y la escucha de las periferias. En los detalles del protocolo y la selección de representantes hubo señales claras de un pontificado que busca abrir puertas y puentes, incluso hacia aquellos sectores históricamente marginados por la propia institución.
En palabras del propio papa en su primera alocución, “la Iglesia debe tener el oído en el Evangelio y el corazón en el pueblo, sobre todo en aquellos que han sido invisibilizados”. El mensaje resuena con fuerza en tiempos donde las demandas por equidad, accesibilidad y justicia no son ajenas a los templos.
Un pontificado que comienza con altos desafíos y esperanzas
El desafío ahora será doble: revitalizar la fe en una Iglesia en transformación y actuar como mediador ante un mundo fragmentado. Con un liderazgo que combina la experiencia misionera, la apertura cultural y la sensibilidad por los pueblos del sur global, León XIV abre un nuevo capítulo que promete ser intenso, global y profundamente humano.
Desde el centro espiritual de la cristiandad, se inauguró una etapa que ya deja entrever un sello distintivo: fe, diálogo e inclusión. Un camino que recién comienza, pero que ya está lleno de símbolos.