sábado 27 de abril de 2024

El incierto paso de la resistencia a la alternativa

El gobierno de Javier Milei ya no muestra un solo flanco que pueda anticipar alguna corrección de rumbo en función de las urgencias e intereses de las mayorías. Solo anuncios de más ajuste, obligados por la propia dinámica de la situación.
Resistencia

En las últimas siete publicaciones de esta columna el concepto más repetido fue el del ajuste, una palabra que en la Argentina no precisa de subtitulado. El ajuste no le llega a la casta, ni a los ricos. 

No toca a las grandes empresas ni alcanza la especulación financiera, que genera un trabajo ínfimo, y aspira de manera adictiva el resultado del esfuerzo de los que producen.

La hecatombe desatada el 10 de diciembre, con la asunción de Javier Milei, no reconoce antecedentes en tiempos democráticos, en cuanto a la velocidad del intento de reconfigurar la sociedad, su matriz de distribución del ingreso y hasta las relaciones políticas, sociales y culturales.

Ciertamente había una base en la cuál asestar el golpe que pretenden sea definitivo para los intereses populares que, en esa línea, deben sacrificar sus ingresos en el altar del mercado. Porque no hay plata.

La base estaba, en la mirada retrospectiva corta, en los 8 años de pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y sectores medios, que no hicieron más que confirmar el proceso de concentración de los ingresos en cada vez menos manos. Mauricio Macri y Alberto Fernández, de alguna manera comparten el marco que le dio a Milei la posibilidad de enfrentar a “la casta”.

La autopercepción del Presidente, que lo ubica por fuera de esa definición, le duró menos que las lealtades al interior de La Libertad Avanza, pero es todavía el caballito argumental con el que atraviesa el campo árido de sus propias decisiones.

La mirada extendida hay que llevarla al menos medio siglo atrás, con el comienzo de la dictadura cívico-militar, tras el Golpe del 24 de marzo de 1976. El proceso de valorización financiera, con su eje de desindustrialización y apertura de la economía, su timba de endeudamiento y fuga, puso en marcha un proceso que de alguna manera continúa.

Los rebotes de las crisis de 1989-1990, con la hiperinflación del final del gobierno de Raúl Alfonsín y la llegada de Carlos Menem; el estallido del fin de la Convertibilidad y la salida anticipada de Fernando De la Rúa en medio de masacre de diciembre de 2001, marcaron el fin de una era.

Mauricio Macri, con la vuelta al Fondo Monetario Internacional (FMI), hace una combinación de las experiencias anteriores e introduce el esquema de apertura casi total, en un contexto en que el mundo ensayaba nuevos realineamientos.

Todas esas etapas dejaron un sedimento estructural que no se logró dar vuelta durante los gobiernos kirchneristas: la concentración de la riqueza, pese a los intentos de redistribución progresiva del ingreso; un esquema de extranjerización de la economía que condiciona y agrava, en tiempos de escasez de divisas, el límite que impone la llamada restricción externa.

Trabajar para que igual no alcance

La vinculación de los trabajadores con la dificultad para sostener una vida digna en términos de remuneración no es novedad exclusiva de Milei. En otros tiempos, que las nuevas generaciones ni conocieron, el tener trabajo en la Argentina implicaba estar por encima de la línea de la pobreza. 

El experimento libertario, con toda la explicación que se ensaya en estos días, exacerba esa realidad y la potencia como amenaza extra al fenómeno que vuelve a asolar el panorama: el desempleo.

La esfera de los simbolismos se completó en la semana con la novedad del cambio de nombre del Salón de las Mujeres al de Salón de los Próceres. En el acto, anunciado por el vocero Manuel Adorni y difundido a través de un video en redes sociales relatado por Karina Milei, se ve al único prócer del Siglo 20 elegido para decorar el espacio.

Es Carlos Menem, también mencionado por Milei en su discurso de la Asamblea Legislativa, el padre que ya no está de la criatura. Un Conan de la política, con quien el Presidente debe hablar acaso a través de Domingo Cavallo, que estos días hasta le advirtió al economista del peligro inflacionario.

La historia es circular.


35 años después y las noches de Olivos

Javier Milei debe extrañar su infancia. En el Colegio Cardenal Copello, ubicado en el barrio porteño de Villa Devoto, brindó el discurso más extenso de su breve carrera política. 

Ante alumnos de la institución donde hizo su escolaridad, dejó reflejadas las variables que transitan su febril actividad en la plataforma X. Son las alusiones pornográficas, con el disfraz del chiste de mal gusto, son las constantes menciones a los economistas marginales de la Escuela de Austria

Es el combate en todo terreno contra las ideas socialistas y la absoluta falta de empatía para con la condición humana y sus pesares, como la de los dos pibes desmayados a los que solo atendió con un comentario jocoso o la maestra a la que trató de farsante, porque osó denunciar que los maestros y jubilados ganan poco.

«Un médico allí, por favor», famosa frase de Raúl Alfonsín, hubiera alcanzado en estos días vacuos para nominarlo al Premio Nobel de la Paz.

Raúl Alfonsín cerraba sus discursos de campaña con el recitado del Preámbulo de la Constitución Nacional.

Al día siguiente del acto en el Copello, en otra entrevista grabada con el presentador televisivo que perdió el pelo pero no las mañas, el Presidente confesaría que no le gustan las reuniones sociales. Condición complicada, acaso desde lo más básico de lo emocional, para alguien que está al frente del gobierno de un país de 47 millones de habitantes.

En Olivos, donde pasa enorme cantidad de horas sin que la sociedad sepa en detalle cuál es su agenda, Milei recorre los rincones donde durante una década habitó Menem. 

Del jolgorio festivo de los noventa a la tuitera soledad del libertario, la parábola argentina fue anticipada por Carlos Marx en “El 18 de brumario de Luis Bonaparte” allá por 1851: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.

Es el hombre y sus circunstancias (y su resistencia)

La frase del español José Ortega y Gasset tiene una adaptación en tiempos de virtualidad: es el Presidente y sus likes, posteos y reposteos. Del tema se habla, escribe y analiza, tal vez demasiado. Pero algo virtuoso tiene ese modus operandi, por ahora. 

Es la instalación de la agenda, que está atravesada por la dialéctica confrontativa entre el vómito virtual de las políticas de ajuste y la pretendida racionalidad que se le opone como respuesta, como resistencia, como ese gesto de dignidad de marcar un límite aunque sea simbólico.

Pero falta la alternativa. Es cierto que apenas van noventa días, ni siquiera esos cien de cierto compás de expectativa que genera (en una teoría sin firma), cualquier cambio de gobierno.

Lo que se necesita, y por momentos da la sensación que no surge con nitidez, es saber por qué calle de la historia va a transitar el camino de salida de esta situación

No hay ajuste eterno, ni resistencia que la acompañe sin proponerse como variante y darse alguna forma de alternativa. Es la tarea del momento y la extrema gravedad de la situación, no da tiempo para postergarla.


PD: 

Mensaje al libertarambana que pudiera haber llegado a este punto. No se gasten en buscar los perfiles de Ortega y de Gasset, para bardearlos en posteos del estilo Milei.

-No tienen redes sociales.

-Eran una misma persona.

-Nació en Madrid en 1883 y falleció en esa misma ciudad de España en 1955.

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