Ludmila Sosa, una emprendedora de 25 años, logró un récord de ventas en el año 2021 con su versión de pan dulce salado. Este año, organizó una cruzada solidaria con el objetivo de cumplir un sueño: proporcionar una cena de Año Nuevo a personas sin hogar de su localidad, Florencio Varela.
A pesar de que este año la venta de sus pan dulces se vio afectada por el contexto económico, la joven realizó una rifa en redes sociales para recaudar fondos con un propósito muy especial. Su meta es preparar, junto a su madre Cecilia, 200 viandas para entregar en la noche del 31 de diciembre.
En diálogo con Nota al Pie, la varelense del barrio Santa Rosa compartió: “Durante muchos años tuve la idea en mente, desde chiquita mi idea era tener mucha plata para ayudar a todas las personas necesitadas. Sin embargo, siempre estuvieron presentes los temores de no lograrlo”.
Una comunidad con los mismos propósitos
Cuando la creadora de Dulce Olivia anunció la recaudación, la solidaridad se extendió y empezaron a recibir colaboraciones. La rifa organizada cuenta con 7 premios que varían desde un alisado y nutrición capilar hasta una lectura de tarot y budines. Todo esto se consiguió gracias a la solidaridad de vecinas emprendedoras y a la difusión de toda la comunidad.
Sin embargo, aún queda mucho trabajo después de recaudar todo el dinero de las rifas: comprar los alimentos, cocinar junto a su mamá y preparar las viandas para 200 personas. El menú que planearon fue salpicón de ave, ensalada rusa y pollo a la parrilla.
“Vamos a distribuir en el Hospital de Varela, luego iremos al centro y si aún nos queda tiempo, la idea es viajar a Plaza Constitución, donde también hay mucha gente en la calle”, explicó Sosa.
Además de comprar un número, o contribuir con los ingredientes necesarios para preparar la cena, se necesitan manos que ayuden. “Si alguien desea unirse para repartir, ya que hasta ahora estaría sola y tampoco disponemos de un automóvil, por ejemplo”, añadió.
La historia de Ludmila
Desde los 15 años, la emprendedora participó como voluntaria en comedores de su barrio, aunque su labor social se vio interrumpida en 2018 por problemas económicos. Además, desde que es madre, se dedicó a emprender para poder trabajar desde su casa y cuidar a su hija.
En octubre de este año, estuvo internada por una intoxicación, y una experiencia la motivó a concretar esta cena solidaria. Después de pasar cuatro días sin poder comer, la noche en que recibió el alta, “dos jóvenes de una iglesia me dejaron un plato con dulces y ahí fue que me terminó la idea”, comentó.
“Si yo, desde mi lugar de privilegio, puedo comprar mis alimentos y elegir qué comer, tengo que hacer lo mismo por los demás”, continuó. Además, aseguró: “Siempre somos los que menos tenemos los que estamos más dispuestos a ayudar”.
Sobre sus deseos para un nuevo comienzo de año, expresó que, en principio, anhela lograr repartir todas las viandas la noche del 31, para lo cual empezó a cocinar desde las 6 de la mañana. Pero sobre todo, la joven deseó “poder tener la oportunidad de trabajar”.