Cada servicio de transmisión cuenta con una franquicia de fantasía de gran éxito que ordeña hasta el cansancio. HBO tiene a “Westeros”, mientras que Amazon gobierna sobre la “Tierra Media”. En tanto, Netflix se ha dedicado a explotar “El Continente”, el terreno que sirve de escenario para la saga literaria The Witcher, del escritor Andrzej Sapkowski.
Así, después de un año en el que los dragones y los anillos mágicos dominaron la televisión, el lore de El Brujo regresó esta Navidad con una precuela. Ambientada un milenio antes de que el Geralt de Rivia de Henry Cavill caminara por esas tierras, la miniserie The Witcher: Blood Origin narra el evento catastrófico conocido como la “Conjunción de las Esferas” y la creación del primer prototipo de un brujo.
Sin embargo, el antihéroe de Sapkowski, cuya obra adaptada a los videojuegos de CD Projekt Red es un éxito, es la mayor atracción de “El Continente”. Geralt es el brujo, un cazador de monstruos mutante con ojos y reflejos felinos, que cuenta con una variedad de implementos asesinos de plata y acero. De una constitución resistente y actitud melancólica, no hay una bestia que no pueda matar o una mujer que no ceda a sus encantos. Se cantan canciones sobre sus hazañas, y no tiene uno sino dos apodos que resuenan: el Lobo Blanco y el Carnicero de Blaviken.
Pero si Geralt es el protagonista de esta fantasía, ¿cómo sería el escenario de Sapkowski sin él? El Continente es una tierra en expansión con guerra, magia, intriga política, lucha de clases, elfos, enanos y monstruos, como también lo es cualquier otro ambiente de fantasía. The Witcher: Blood Origin no puede evitar sufrir como resultado de una historia de El Brujo sin El Brujo (o al menos sin Geralt).
Blood Origin se desconecta de figura de Geralt
Blood Origin no es el primer spin-off de la franquicia de Netflix. En 2021, “el gigante de la transmisión” lanzó The Witcher: Nightmare of the Wolf, una precuela animada que narraba el origen del mentor de Geralt, Vesemir. Eso, sin embargo, estaba lo suficientemente relacionado con Geralt y presentaba personajes y lugares familiares como para que se sintiera parte de su historia. Blood Origin no.
El programa estaba destinado a durar seis episodios, pero finalmente obtuvo cuatro. Se puede sentir que fue acortado en su caracterización acelerada de los personajes y de los ritmos argumentales. En el transcurso de sus cuatro horas lidia con siete protagonistas. Cada une con su propia historia de fondo, motivaciones y dinámicas de relación, además de incluir la historia de “El Continente”.
El ritmo apresurado de la trama es un desperdicio, ya que esta era del mundo de The Witcher está definida por la supremacía élfica. En el pasado, les humanes y les monstruos no existían en esta tierra. En cambio, les elfes, que en la mayoría de las historias de esta franquicia son una subclase brutalmente perseguida, manejan todo en un sistema de castas estricto.
No se trata de una utopía idílica, sino de una compleja jerarquía de riques y pobres. En ella la gente común y corriente se esfuerza por salir adelante. En tanto, la realeza conspira y se traiciona mientras oprime al pueblo.
A través de las temporadas de la serie principal, les elfes, oprimides por les humanes, recordaban con melancolía esta llamada Edad de Oro de la Razas Mayores. Sin embargo, Blood Origin muestra que les elfes de la nobleza destrataban a sus hermanes de ‘baja cuna’.
Blood Origin y la importancia de las historias
Blood Origin está enmarcada por el bardo Jaskier (Joey Batey), el mejor amigo de Geralt, a quien un seanchí, interpretado por Minnie Driver, le cuenta la historia de Blood Origin.
El punto es claro: las historias importan. A través de ellas, se moldea la visión del mundo, se conocen los orígenes y se puede imaginar el camino a seguir. Se repite una y otra vez la misma idea, la importancia de controlar la narrativa, y la realidad junto con ella. La historia, después de todo, la escriben les vencedores.
Entonces, no es coincidencia que la aparente protagonista de Blood Origin sea, como Jaskier, otra narradora. Pero Éile (Sophia Brown) no es solo una barda. Ella también es una exmiembro del Raven Clan, una secta de elfos rudos encargada de proteger a la familia real de Pryshia.
El reino de Xin’trea tiene una camarilla similar de guerreres protectores, Dog Clan. Cuando su mejor luchador, Fjall (Laurence O’Fuarain), es exiliado por dormir con la princesa, Merwyn (Mirren Mack), se une a Eile en una lucha contra un imperio que les ha traicionado a ambes.
El dúo encuentra varies personajes aliades. En Scian (Michelle Yeoh), una maestra de la espada del Ghost Clan convertida en mercenaria, y en les gemeles celestiales Syndril (Zach Wyatt) y Zacare (Lizzie Annis). A su vez, se suman Callan (Huw Novelli), que empuña una cuchilla, apodado Hermano Muerte, y un enana llamada Meldof (Francesca Mills). Su martillo, Gwen, fue forjado con las cenizas de su amante muerta.
Problemas de ritmo y desarrollo
El grupo formado, al estilo La Comunidad del Anillo (Peter Jackson, 2001), tiene mucho potencial. Sin embargo, la miniserie explora las expectativas de cada personaje de forma poco satisfactoria. Podría decirse que se pone más atención en los villanos después de que un golpe de Estado, bastante inesperado en sus detalles, comienza a amenazar al mundo entero gracias a la magia de los ahora familiares monolitos.
Un mago de orígenes humildes que se siente despreciado, Balor (Lenny Henry), es el villano más obvio, pero hay muchas agendas en conflicto dentro de la corte real. Les fans notarán el nombre de Eredin (Jacob Collins-Levy), dado que el personaje algún día se convertirá en el comandante de la Wild Hunt y el principal antagonista de toda la franquicia.
Si bien todo esto es interesante, los detalles se ven socavados por el ritmo y lo que parece ser una cuota mínima de acción. Blood Origin hace todo lo posible para acomodar tantas peleas de espadas sangrientas y de ritmo rápido como sea posible, incluso cuando ese tiempo hubiera servido para profundizar en la caracterización de sus protagonistas.
Hay al menos dos romances que se sienten desatendidos, y uno de ellos es muy importante para la trama. Hay historias completas de personajes que apenas se abordan, tramas secundarias que se anticipan y luego se abandonan. Además, temas con los que se juega pero nunca se profundiza. Los detalles que conducen al cataclismo multiversal del que trata la serie son frustrantemente vagos.
La pregunta de si vale la pena ver The Witcher: Blood Origin será difícil de responder. Para les fans del universo es una visita obligatoria, en especial por la cantidad de easter eggs y guiños que posee. Pero, incluso desde la perspectiva de une fan, la serie se siente como impulso de marketing multimedia de un gigante de transmisión, en lugar de una historia que vale la pena contar en sus propios términos.
Para una serie tan obsesionada con el poder y la importancia de contar historias, es impactante cuánto malinterpreta estos conceptos básicos.