martes 23 de abril de 2024

Una caricia al alma, solo para quienes saben esperar

Luego de 36 años y en una final agónica, Argentina ganó la soñada y merecida tercera Copa del Mundo. Tras empatar 3-3 con Francia, el equipo de Scaloni se consagró campeón mundial por penales.
historia
El grito de todo un país! Montiel convierte su penal y desata la locura en los jugadores albicelestes. ARGENTINA ES CAMPEÓN DEL MUNDO EN QATAR.

29 de junio de 1986. Miles de gargantas en la Argentina y el mundo se quebraban en un grito desbordado. Jorge Burruchaga sentenciaba la historia ante Alemania Federal a los 39 minutos del segundo tiempo. La carrera del alemán Hans-Peter Briegel había sido inútil. Era el 3 a 2 definitivo. Y pese a los minutos restantes, esta historia no tenía más capítulos para contar. 

Lo sabían aquellos 30 millones de habitantes y más, que luego saldrían a las calles de todo el país, exultantes e incrédulos por el logro obtenido. Aquel gol dio paso a un instante mágico, que se congeló en la historia tras el pitazo final del árbitro brasileño Arpi Filho. A los 47:13 de la segunda mitad, el reloj del colegiado dijo basta. 

Argentina era Campeón de la Copa Mundial de México 1986, ahora lejos de estas tierras, pero más cerca de nuestros corazones. Y es que esta consagración significó para el combinado albiceleste su segunda estrella en la historia, tras la victoria como local en 1978 ante Países Bajos en el Estadio Monumental por 3 a 1.

Ya no existían dictaduras militares que pusieran un paño de duda sobre el resultado final. Ni guerras absurdas, que solo generaban un dolor incorruptible y empequeñecían el campo de juego. Eran tiempos de florecimiento de la aún prematura Democracia, recuperada en 1983, que acogía este éxito deportivo como suyo. Y realmente, fue una victoria de y para todos.

La Selección Argentina de fútbol saboreó una vez más las mieles del éxito, merecido tras cuatro años de arduo trabajo y preparación por parte de Carlos Salvador Bilardo. Y lejos quedaron las miradas críticas y los dedos acusadores, aplastados por la victoria, quizás el único resultado viable para acallar los ecos inútiles de los más importantes medios de comunicación y deportivos.

Nery Pumpido; José Cuciuffo, José Luis Brown, Oscar Ruggeri; Sergio Batista, Ricardo Giusti, Héctor Enrique, Julio Olarticochea; Jorge Valdano y Jorge Burruchaga, entre otros, fueron la amalgama necesaria para llevar a cabo semejante proeza deportiva. Y Diego Armando Maradona, figura indiscutida de la cita futbolística, la pieza clave para que el trofeo sea incuestionable.

Argentina supo darle rienda suelta al novedoso sistema 3-5-2 (siendo Maradona el guía del juego), instaurado por el “Narigón” Bilardo en las antípodas de la competencia. Y el brillo de su capitán terminó iluminando el destino de este equipo inolvidable, batallador y dúctil en las difíciles.

El Estadio Azteca de la Ciudad de México fue testigo privilegiado de las hazañas de este plantel, sobre todo del 10, y principalmente en las victorias ante Inglaterra y Bélgica. En los cuartos y semifinales respectivamente, “Pelusa” dejó su huella para la historia al anotarse cuatro goles en su repertorio, uno más bello que el otro, sobresaliendo la Mano de Dios y el Gol del Siglo (por no decir del milenio).

Y llegó el día que quedará en la historia

Recordando aquellos momentos, es lógico manifestar que el tiempo es cruel. 13.321 días han pasado desde esa última jornada histórica. Durante este tiempo, agotadoramente interminable, miles de gargantas se enmudecieron en el pasado, atesorando aquel instante mágico en el Estadio Azteca. Y como si de una revancha insensible se tratase, Alemania ha pateado nuestros sueños en dos oportunidades.

Las Notti Magiche en Italia 1990, con Maradona, Goycochea y el Narigón como testigos privilegiados, se vieron afectadas por las alimañas de Edgardo Codesal y compañía. Y el carnaval sin brillo de Brasil 2014, con Lionel Messi, Mascherano y el “Profe” Sabella como líderes, también supo vestirse de luto ante el desempeño cuestionable del colegiado Nicola Rizzoli en la final.

Sin embargo, a 36 años de aquel periplo, podemos decir, casi sin fuerzas por el momento vivido, que se acabó la espera. Desde el mundo árabe, desde Qatar, en tierras lejanas para nosotros, ese anhelo de gloria, ese pedacito de éxito que tanto reclamaba este país, con asuntos -seguramente- mucho más importantes a resolver, llegó con mucha fuerza, para terminar de romper nuestra estructura.

Y realmente, nos devolvió el alma al cuerpo. Porque cuando el árbitro polaco Szymon Marciniak decidió que esto ya no daba para más, volvimos a ver el tiempo correr. El reloj dejó de estar detenido. Y la verdad, no importó si te abrazaste con tu familia, con tus amigos, con el vecino del departamento de al lado o con quien te cruzaste en la calle, yendo a festejar al punto estratégico de tu barrio o ciudad.

Las imágenes que llegaron desde el Lusail Stadium de Doha, con los festejos de los jugadores enceguecidos, con Lionel Messi como bandera, terminaron de dar crédito a lo que estuviste viviendo en estos últimos minutos. Y  se podrá decir que estos 36 años de espera valieron la pena, pero que cruel es el tiempo para algunos. Porque este pueblo, castigado y abandonado a su suerte en muchas ocasiones, no se merecía esta angustia. 

Porque ahora somos más de 47 millones los que vibramos y palidecemos con el fútbol. Y ahora los golpes del bolsillo son más duros que en aquel lejano 1986. Nos hemos arrugado en penurias y vasos vacíos, esperando un manotazo que nos devuelva el espíritu que hemos perdido. Y tiene mayor sentido este grito, este sollozo, este éxtasis del deber cumplido. Porque esta victoria vuelve a ser de todos.

Emiliano Martínez; Marcos Acuña, Nicolás Otamendi, Cristian Romero, Nahuel Molina; Alexis Mac Allister, Enzo Fernández, Rodrigo De Paul; Ángel Di María y Julián Álvarez serán, en esta oportunidad, los apellidos que se recordarán para la historia. Muchos nombres faltan mencionar, pero ya los iremos destacando con el correr de los días, cuando la espuma baje un poco.

Finalmente, y para darle un cierre a estas palabras, vale la pena valorar que los goles, ya inolvidables con el pasar del minutero, deben ser eclipsados por la sonrisa, las lágrimas del deber cumplido y la desestructura de los capitanes de este sueño, Lionel Scaloni y Lionel Messi. Porque esta construcción deportiva, una vez más, estuvo sumida en críticas, crueles y punzantes, sin fundamentos más que la mirada de rechazo hacia lo nuevo, 

Porque siempre habrá “piedras” en el camino, más aún si la búsqueda de ese sueño, nos une a todos. Pero, en definitiva, no vale la pena seguir esquivándolas, cuando la moneda está de tu lado y ni la suerte puede cambiar tu destino. Y hoy el destino le sonríe a la Argentina, como tantas veces le dio la espalda. Y ahora no podemos dejar de saltar, gritar y enloquecer por el deber cumplido.

Me voy despidiendo, es hora de ir a celebrar, este humilde redactor también quiere escaparle a la realidad y ser un hincha más. A disfrutar.

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