A cinco años de su emocionante drama diplomático La Cordillera (2017), los íconos del cine argentino, el cineasta Santiago Mitre y el actor Ricardo Darín, se unieron una vez más para dar forma a Argentina, 1985. Esta vez, sin embargo, su colaboración es mucho más real que ficción, ya que la película lleva a la pantalla grande uno de los juicios históricos más relevantes a nivel mundial, el de las Juntas Militares argentinas.
Argentina, 1985 fue elegida por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina para que forme parte de la preselección para competir como Mejor Película Extranjera en los Premios Oscar 2023. La película se estrena en cines el 29 de septiembre; mientras que su estreno en Amazon Prime Video será el 21 de octubre.
La película es una dramatización del Juicio a las Juntas de 1985. En él, los fiscales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo llevaron ante la justicia civil al gobierno militar de facto (1976-1983); que ordenó el secuestro, interrogatorio y asesinato de 30.000 personas. Con más de 800 testimonios, el proceso judicial fue el mayor juicio por crímenes de guerra desde los de Nuremberg en 1946.
Este drama histórico procede del mismo período retratado en dos grandes exponentes del cine nacional: La Historia Oficial (Luis Puenzo, 1985), ganadora del Premio de la Academia en 1985; y Azor (Andreas Fontana, 2021).
El elenco encabezado por Darín y Peter Lanzani se complementa con las performances de: Alejandra Flechner; Laura Paredes; Norman Briski y Héctor Díaz en roles secundarios. Axel Kuschevatzky; Federico Posternak; Agustina Llambi-Campbell; Ricardo Darín; Santiago Mitre; Santiago Carabante; Chino Darín y Victoria Alonso operaron como productores ejecutivos. La cinta se convierte en la primera película Amazon Original producida en Argentina.
Con la vuelta a la democracia, una decisión histórica
En la elegante cinematografía de roble de Javier Juliá, tan evocadora de la época, observando el escenario se puede oler el pulido de madera y Brylcreem en la sala del tribunal. La película de Mitre se desarrolla con un implacable ritmo de cuenta regresiva hasta el veredicto.
Dado que el resultado es un asunto de dominio público, depende de Mitre crear una especie de tensión interna. Trabaja a partir de un guion económico pero lleno de carácter que coescribió con su colaborador habitual, el guionista Mariano Llinás, y con la complicidad del hábil montaje del editor Andrés Pepe Estrada. Presenta la historia como una lucha épica de David y Goliat; con un cincuentón elegante, fumador empedernido; con anteojos y blandiendo un fajo de archivos mecanografiados, como arma para derribar a un gigante.
Al principio, Strassera (Darín) parece poco heroico. Está espiando a su hija porque sospecha que su nuevo novio la usa para llegar a él; e intenta de todo para evitar una reunión con su jefe en la oficina. Pero el fiscal tiene algunos motivos para la cautela: el poder judicial está decidiendo si la absolución de la corte militar de los antiguos líderes de la dictadura debe mantenerse; o si deben ser juzgados en una corte civil que no estará tan repleta de partidarios del régimen.
Si es así, su trabajo será enjuiciarlos; una tarea ingrata y posiblemente infructuosa que pintará un objetivo bastante grande en su espalda. Aunque parezca paranoico, a medida que se multiplican las llamadas telefónicas anónimas y las amenazas sin sutileza contra su familia, sus temores se sienten justificados.
Señores Jueces, Nunca Más
Los jueces deciden juzgar a los acusados en un tribunal civil, y Strassera se pone a trabajar de mala gana. Se hace más difícil por el hecho de que la mayoría de los abogados establecidos no trabajarán con él en este caso debido al miedo o la política: cuando Strassera repasa una lista de posibles miembros para su equipo, divide los nombres que surgen en “fachos”; “recontrafachos” y “muertos”.
Pero luego, pone los ojos en su novato co-asesor Luis Moreno Ocampo (Lanzani) y se le ocurre la idea de contratar ayuda más joven e idealista. Por la cámara de Mitre y las imágenes de archivo utilizadas pasan testigos; víctimas; Abuelas de Plaza de Mayo; o nombres como Jorge Rafael Videla y Emilio Eduardo Massera. Esta es la historia de cómo ambos fiscales recopilaron las pruebas para encarcelar a los miembros de la Junta Militar; pese al poco tiempo y las amenazas en una nación aún influenciada por sectores afines a la dictadura.
Y a través de un elegante montaje para reunir al equipo, acompañado por la sólida partitura de Pedro Osuna, por momentos demasiado alegre para el tema, reúnen a los investigadores que, en cuestión de meses, recopilarán los 709 testimonios individuales de testigos presenciales. Esto conformará la base del caso de la fiscalía.
Estos desgarradores y conmovedores relatos de tortura, secuestro y asesinato ocupan un lugar central en el último tercio de la película. Incluso después de los interludios humorísticos, sobre todo en la relación de Strassera con su esposa (Flechner) y sus hijos, la película ha ganado peso y gravedad: en el momento de su conmovedor resumen final, pronunciado con una subestimación contradictoriamente carismática por parte de Darín; sin exageraciones, solo elocuencia.
La excelente narración de Mitre puede apegarse demasiado a las convenciones para ser considerada innovadora; pero pone en relieve cómo la decencia, la solidez y la dedicación a veces pueden valer más que las virtudes más vistosas. “La historia no la hacen hombres como yo”, le dice Strassera irónicamente a un amigo, antes de alejarse, dejando una estela de humo de cigarrillo; para hacer historia.
Las voces que se alzan desde el cine contando la tensa historia política de América Latina
Entre los años 1964 y 1984, casi todos los países latinoamericanos estuvieron bajo el yugo de las dictaduras militares. Argentina; Chile; Colombia; Paraguay; Bolivia y Nicaragua, fueron escenario de muchísimos crímenes de lesa humanidad: persiguieron, encarcelaron, mataron, desterraron y desaparecieron a miles de ciudadanes.
El cine nunca fue ajeno a esa realidad política y ha retratado cómo estos pueblos fueron prisioneros del militarismo y la autocracia. Este año, junto a Argentina, 1985, varias películas nuevas elevaron sus poderosas voces para narrar la tensa historia política de América Latina.
Entre esas producciones se encuentran:
- Chile 1976 (Manuela Martelli), ambientada durante los primeros días de la brutal dictadura de Augusto Pinochet;
- La Mirada de Lucía (Imanol Uribe), protagonizada por Juana Acosta como la única testigo del infame asesinato de seis sacerdotes jesuitas en 1989 durante la guerra civil salvadoreña;
- Parsley (José María Cabral), un drama ambientado en medio de la masacre de haitianos en suelo dominicano en 1937 ordenada por el dictador Rafael Trujillo;
- El thriller Fogaréu (Flávia Neves), protagonizada por Bárbara Colen como una mujer que regresa a su ciudad natal rural para lidiar con el pasado colonial de Brasil;
- El documental Mi País Imaginario (Patrizio Guzmán), que narra el estallido social 2019-2021 en Chile, un movimiento que culminó con la elección del presidente más joven de la nación en 2021 y el referéndum sobre la promulgación de una nueva constitución realizado los primeros días de septiembre.