Lorena Ballestrero es la valiente directora que se apodera del crudo texto de 1879, del escritor noruego Henrik Ibsen. Y lo lleva a escena en una flamante adaptación bastante fiel, bajo el título “Una casa de muñecas”. En ella el personaje principal es Nora, una mujer que sufrió maltrato psicológico y violencia, primero de parte de su padre y luego de su marido. La misma simula vivir feliz, pero en verdad está sumergida a las reglas de buena ética reinantes de ese siglo.
Sobre la obra “Una casa de muñecas”
La obra invita a reflexionar sobre la igualdad de género, la lucha a sobrepasar los límites sociales y propios. Alejarse así de las relaciones tóxicas y afrontar las verdades, sin importar la mirada del otro. Las funciones son cada martes a las 20, en la bella sala principal del Centro Cultural 25 de Mayo, ubicada en Triunvirato 4444, CABA.
La nueva adaptación conserva el papel de esa madre de época que su única preocupación es estar perfecta para agraciar a su marido y las visitas a su casa. Pero quien se distancia bastante de la creación de la controversial obra original es el marido, que aquí pierde algo de autoridad.
Su carácter no es tan dominante sino que se lo nota más ingenuo y hasta congraciante de su esposa en casi los dos tercios iniciales a la pieza. Si se mantiene este principio de demostrar que la mujer tiene un único destino, el de criar a sus hijos y soportar las injusticias de una sociedad comandada por hombres. Algo muy visible cuando se dan los choques de opinión en la obra, esas contadas oportunidades donde Nora enfrenta a su marido, que la posición de este último es como un semi Dios que tiene derecho a todo y bastante partidario del yoísmo.
Como resultado, Una casa de muñecas sigue siendo una de las mejores representaciones teatrales de emancipación del género femenino de todos los tiempos. Una pieza que rescata hacia el final la fuerza que tiene toda mujer a] superarse, encontrar su lugar y derechos, sobre todo a valorarse. Y además es un texto que no solo muestra que las mujeres eran víctimas sino también los hombres que crecían creyendo que solo debían formar una familia, usar a su mujer de ama de casa y crianzas de sus hijos. Y así perderse la oportunidad no solo de solidarizarse con el otro género sino con todo su entorno.
Un elenco sólido que sortea un íntimo drama
El grupo actoral se maneja con soltura bajo la dirección de la propia Ballestrero. Quien ha sabido mantener la dinámica de principio a fin, con ciertos desajustes en las transiciones. El personaje de Nora muestra un universo de complejidad, y Malena Figó lo lleva correctamente durante toda la trama donde se luce más es hacia el final. Al alejarse de un inicio tan ingenuo y representar por fin a esa mujer fuerte que simboliza el personaje.
El momento justo para abandonar el rol de la muñeca de carne y hueso, afrontar la verdad y sobrepasar su pasado. Pablo Caramelo se luce en el papel del Doctor Rank, amigo de la familia. Es un personaje que suma algo de comicidad a la puesta. En tanto, Martín Urbaneja, como el villano Krogstad, se maneja con gran credibilidad y hasta le encuentra una fase más tierna en el desarrollo. El elenco se completa con buenas actuaciones de Yanina Gruden, Karina Antonelli y Marcelo Mininno.
Una puesta sencilla que no apuesta mucho en vestuario o escenografía. El espacio escenográfico es un gran living casi en su totalidad de color rosa, que con algunos detalles de luz se vuelve beige. Y es entonces que la obra apuesta más al trágico texto y en las actuaciones. Quizá resulta una manera moderna y certera, para quede la platea se centre en reflexionar y tomar conciencia del lugar de la mujer en la sociedad de antes y en la actual.