La operación militar rusa en territorio ucraniano sigue avanzando después de 154 días. El estallido bélico iniciado el 24 de febrero y que ya lleva cinco meses en Europa, generó consecuencias políticas, económicas, militares y sociales en todo el mundo. Al mismo tiempo, profundizó y cristalizó procesos geopolíticos estructurales.
En este marco, Nota al Pie conversó con Ignacio Hutin, periodista y analista internacional especializado en Europa del Este, sobre la actualidad del conflicto ruso – ucraniano. Hutin es autor de Deconstrucción: Crónicas y Reflexiones desde la Europa Oriental Poscomunista (2018); Ucrania/Donbass: una renovada Guerra Fría (2021) y Ucrania: Crónica desde el Frente (2021).
¿Cual es tu mirada acerca de cómo se fue desarrollando el conflicto en estos meses? ¿Hubo cambios en relación a los objetivos de Rusia? ¿Se cumplió lo esperable o hubo hechos y factores impensados e imprevistos?
Hay que partir de la base de que no conocemos el objetivo final de Rusia, porque Rusia ha declarado distintos objetivos a lo largo de estos 154 días. En algún momento se habló de desmilitarización y desnazificación y esta última desapareció y se dejó de hablar de los nazis en Ucrania. La semana pasada, el ex presidente y ex primer ministro de Rusia, Dmitri Medvédev, sostuvo que Ucrania podría desaparecer del mapa. Entonces podemos adivinar que un objetivo es que Ucrania pase a ser rusa.
En algún momento también se dijo que el objetivo era que el sudeste de Ucrania, la vieja área de la “Novorossiya” o “Nueva Rusia”, como se la llamó en el siglo XX, pasará a ser parte de Rusia.
Con lo cual, como han cambiado tantas veces, no sabemos cual es el objetivo final de Rusia. Por lo tanto, es difícil saber si le está yendo bien o le está yendo mal.
Sin embargo, bajo la idea de intentar adivinar el objetivo, en un principio, yo pensé que se iban a quedar con la idea de desmilitarizar rápidamente Ucrania y después replegarse. Después creí que el objetivo de Rusia era garantizarse todo el Donbass y Crimea, pero después siguieron avanzando. Lo mismo con la costa del Mar Azov, lo hicieron y también siguieron avanzando.
Por otro lado, me parece que Rusia se topó con una resistencia de Ucrania que muy probablemente no esperaba. Tanto en el ámbito civil como en el ámbito militar.
Al principio, Zelenski repartió armas a civiles. Hubo una resistencia civil muy importante que todavía se mantiene en las áreas controladas por Rusia como Jerson.
Y en cuanto a resistencia militar, no sólo por los aportes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en términos de armamento, sino también porque Ucrania lleva ocho años en guerra, Rusia se encontró con una fuerte resistencia.
Sus Fuerzas Armadas no son las mismas que en 2014, cuando no tenían absolutamente nada. Por ejemplo, las fuerzas rusas tomaron dos meses en tomar Mariupol, algo impensado para Rusia.
¿Cómo evalúas el rol de la OTAN y la Unión Europea en el conflicto?
Yo creo que la OTAN no quiere, bajo ningún punto de vista, meterse en una guerra abierta contra Rusia. Sobre todo porque Rusia tiene un elemento de disuasión muy importante que son 6.000 ojivas nucleares.
Nadie quiere una guerra abierta entre la principal alianza militar del mundo, como es la OTAN, y la principal potencia nuclear del mundo, como es Rusia. Descartemos, entonces, la posibilidad de que la OTAN se pueda involucrar abiertamente enviando tropas.
La única alternativa que le queda a la OTAN, si es quiere parar la avanzada de Rusia, es enviar dinero y armamento. No puede hacer mucho más que eso. Al mismo tiempo, la Unión Europea (UE) está lidiando con los problemas que le involucra esta guerra y los problemas que implican las sanciones comerciales a Rusia.
El aumento de precios, especialmente en gas, combustibles y petróleo, por supuesto les afecta y terminan recurriendo a cualquier cosa. Hace diez días, la representante de la UE, Ursula von der Leyen, estuvo en Azerbaiyán. Un país dictatorial y con pésimos antecedentes en derechos humanos y eso habla de la desesperación para encontrar alternativas.
El lunes, Rusia anunció que le iba a enviar a Alemania un 80% menos de gas. Eso a los alemanes no les gusta absolutamente nada porque en Europa se viene el invierno. La UE está lidiando con esa desesperación que produce la falta de recursos y la falta de alternativas.
¿Cual es tu opinión de la propuesta de la UE de reducir el consumo de gas un 15% hasta marzo de 2023? Parece que la política de sanciones contra Rusia no fue efectiva.
Si, no hay ninguna duda de eso. El ejemplo más claro es Hungría y Viktor Orban. El primer ministro húngaro dijo que le interesa mucho más la economía de su país que lo que pase con Ucrania o Rusia. Si Rusia le vende gas a Hungría y este lo compra porque lo necesita, Hungría no va a imponer sanciones.
Tarde o temprano, en algún momento las sanciones se van a transformar en malestar social y en Europa la gente va a salir a la calle. En algunos meses vamos a ver eso porque la situación es insostenible y porque las sanciones no cambian el rumbo de Putin y afecta a los europeos.
¿Coincidís con la lectura que ubica al conflicto Rusia – Ucrania como expresión del declive estadounidense y la transición hacia un mundo multipolar?
Esta semana estuve hablando con Andres Serbin porque publicó un libro que habla justamente de eso: cómo la guerra en Ucrania está inmersa en un proceso de transición global. El libro, justamente, se llama Guerra y Transición Global y lo recomiendo.
Por un lado, nos encontramos frente a una suerte de transición que apunta a cierta bipolaridad más que multipolaridad. Por eso, muchas veces se habla de una Nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China con sus respectivos aliados.
Sin embargo, es una disputa que, a diferencia de la Guerra Fría en el siglo XX, no tiene una carga ideológica. No es entre capitalismo y comunismo, es una guerra comercial. China no busca imponer su sistema político y económico a otros países como lo hacía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
En este clima de guerra comercial y de tendencia hacia la bipolaridad a la que apunta a China, Rusia ataca Ucrania porque sabe que cuenta con China y los países miembros de la Organización de Cooperación de Shangai como aliados. Rusia no hubiera atacado si no contara con esa red de seguridad que son China y sus socios.
La lógica de bipolaridad a la que apunta China se contrapone, sin embargo, a la lógica multipolaridad a la que apunta Rusia, Brasil o India. Buena parte de esta guerra se explica por el orgullo nacional ruso y la idea de recuperar el rol preponderante de Rusia en el sistema internacional.
Eso es lo que mueve a Rusia a no limitarse a ser un mero lacayo de China. Más allá de lo que suceda, la guerra se enmarca en esta transición que estamos viendo con el auge de China y con EEUU retirándose de determinados lugares como América Latina o Asia.